(NCR/InfoCatólica) El coronavirus ha causado estragos sin precedentes en todo el mundo, y Belén, el lugar de nacimiento del Redentor, no se ha librado. Un hospital católico dedicado al cuidado de las madres y los bebés en esa ciudad está luchando por mantener sus puertas abiertas durante la crisis.
«He pasado tiempo aquí durante la guerra de Gaza, y la situación era tensa, pero la de ahora es la peor que he visto», dijo al National Catholic Register (NCR) Michele Burke Bowe, presidente de la fundación que apoya al Hospital de la Sagrada Familia de Belén. «Es la tormenta perfecta».
Normalmente, 4.800 bebés nacen cada año en el hospital universitario católico ubicado en Cisjordania, a sólo 1.500 pasos del lugar de nacimiento de Cristo. Es un hospital de vanguardia maternal y un centro de cuidados intensivos neonatales que atiende a mujeres y a niños de toda Tierra Santa. Su lema es «No se rechaza a nadie», independientemente de su religión, etnia o su capacidad de pago.
Desde el 5 de marzo, sin embargo, toda la región está en confinamiento debido al coronavirus COVID-19. Bowe dice que ella fue la última persona que salió de Belén el 6 de marzo, cuando voló a su casa en Washington D.C. Ha estado hablando diariamente con los doctores y administradores del hospital que dicen que la situación empeora cada día, principalmente debido al colapso económico de la región y de los servicios, incluyendo las cirugías de emergencia vitales para los bebés , que ya no se pueden hacer.
«La situación realmente se ha deteriorado. El confinamiento es muy estricto». dijo Bowe. Los 30.000 habitantes de Belén están acostumbrados a lidiar con problemas económicos. Normalmente, el flujo de gente, los productos y el capital están severamente restringidos en la ciudad ocupada por Israel. El desempleo es alto, entre los jóvenes de 17 a 23 años alcanza hasta un 90%. Alrededor del 75% de los pacientes del hospital tienen unos ingresos de aproximadamente unos 800 dólares al mes en una zona donde los precios han subido año tras año y donde una pieza de pan, por ejemplo, cuesta 4 dólares. La estabilidad política y la supervivencia económica ha dependido principalmente de la ayuda de numerosas organizaciones cristianas no gubernamentales (ONGs) y del flujo constante de peregrinos y turistas que vienen a Tierra Santa.
Con el confinamiento debido al COVID, sin embargo, el turismo es inexistente, y la mayoría de las ONGs se han ido de la ciudad, que está aislada incluso de los pueblos y las comunidades circundantes. El desempleo se ha disparado. «Incluso durante la intifada (el levantamiento palestino contra la ocupación israelí de Cisjordania) hubo muchas ONGs allí ayudando a la gente, pero ahora ha decrecido notablemente», dijo Bowe.
«Es simplemente devastador para la gente no cobrar su sueldo», dijo Bowe, especialmente para aquellos que mantienen grandes familias de doce o más miembros. Las tiendas han extendido el crédito a la gente ahora y algunos grupos de mujeres se están ayudando mutuamente, llevando comida a aquellos que no tienen, por ejemplo. «Los vecinos se ayudan unos a otros, pero es la historia de la «sopa de piedra» (ndt), Bowe dijo. «No sé hasta cuándo va a ser sostenible esta situación».
Obstáculos
Bowe, embajadora de la Soberana Orden de Malta, que se hizo cargo en 1987, por petición del Papa Juan Pablo II, del hospital de la Sagrada Familia, que antes era de las Hijas de la Caridad, dijo que el personal del hospital está también preocupado por poder llevar a los niños gravemente enfermos a un hospital en Israel si requieren una operación quirúrgica. La cirugía especializada no se hace en el hospital de la Sagrada Familia, aunque se siguen atendiendo partos y procurando cuidados neonatales. El hospital normalmente cuida de bebés prematuros que pesaban algunos menos de medio kilo: su paciente superviviente más prematuro tenía 23 semanas y 5 días de gestación.
Por regla general, si un bebé necesita una operación quirúrgica debido a una anomalía cardíaca, por ejemplo, el hospital de la Sagrada Familia encontraría un hospital en Jerusalén que quisiera tratarlo y lo llevaría al puesto de control, desde donde el niño sería transferido al hospital quirúrgico.
«Eso ya no es posible», dijo Bowe. «Hay un muro de 10 metros que cruza la carretera, así que si un bebé nacido en el hospital necesita una cirugía el mismo día en que nace, no creo que se pueda conseguir que las autoridades hagan el trámite. Tenemos muchos milagros en el hospital de la Sagrada Familia, y conseguir eso sería un milagro. Soy un poco pesimista ahora, con este gran miedo del COVID. Con los neonatos cada minuto importa. Estos bebés necesitan oxígeno para el cerebro, los retrasos realmente afectan al tipo de vida que puedan llevar».
Así mismo, Bowe afirmó que la unidad móvil del hospital está parada. Equipada con matronas y material médico básico, viaja al desierto para asistir partos en los campos de refugiados y los Beduinos, el pueblo nómada entre cuyos ancestros están los pastores que vieron a los ángeles y adoraron al Niño Jesús. Hasta este momento, las mujeres de parto han viajado grandes distancias hasta el hospital y se les ha permitido pasar los puestos de control, pero Bowe dice que la situación actual pondrá en peligro las vidas de las mujeres y de los niños si no pueden viajar y son forzadas a dar a luz solas en sus casas.
El hospital está luchando por seguir funcionando. «Vamos a tener que tomar medidas drásticas para mantener nuestras puertas abiertas», dijo Burke. El coste de los suministros se ha elevado considerablemente, y los pacientes a los que normalmente se les pide que paguen el 50% del coste del servicio si pueden, no pueden ya hacerlo. Esta semana, el consejo del hospital decidió recortar los sueldos de los médicos y del resto del personal hospitalario».
El 12 de marzo el presidente de Palestina Mahmoud Abbas envió supuestamente cinco camiones con comida a Belén después de que 30 palestinos dieran positivo en COVID-19 y 3.654 personas fueran puestas en cuarentena en Cisjordania. «Incluso las autoridades palestinas tienen poco dinero en efectivo», refirió Bowe. Debido a las altas tasas que hay que pagar por los productos que cruzan los puestos de control y la pérdida de producción en la comunidad, llega poca ayuda.
Lo que se necesita
Además de las consecuencias de la declaración de la pandemia, está el espectro del coronavirus en sí. Hasta el 26 de marzo, ha habido un muerto entre los 84 casos identificados en la región, incluidos los 9 de Gaza. Diecisiete pacientes con la enfermedad, entre ellos un niño pequeño, se han recuperado totalmente.
Burke dijo que el hospital de la Sagrada Familia ha tomado todas las medidas recomendadas, desde el lavado de manos a la limpieza para prevenir la infección. Las celebraciones de los nacimientos en el hospital, que son normalmente ocasiones gozosas, han sido severamente restringidas, dijo Burke. «Normalmente, nuestras salas están llenas de familiares; es una escena animada de gente que se regocija y se distribuyen bombones». Ahora, dice, sólo se permite un visitante. «No me puedo imaginar cómo podríamos afrontar un brote.»
«Se supone que 2020 iba a ser el año del cuidado prenatal», dijo Bowe. «Se suponía que ibamos a avanzar, ibamos a conseguir que las mujeres tuviesen 10 visitas prenatales, que se eliminarían obstáculos para el cuidado e incrementaríamos el cuidado de mujeres postmenopáusicas, la detección del cáncer y otras cosas más. Estábamos haciendo grandes progresos». La declaración de la pandemia del coronavirus lo ha frenado todo.
«En estos momentos, la alegría ha sido reemplazada por el miedo, pero volverá», dijo Burke. «Lo que estamos pidiendo ahora son oraciones y donaciones; y cuando ya esté todo solucionado, pedimos que la gente vuelva y haga peregrinaciones para que vean la belleza del lugar donde Jesús nació y la santidad y hospitalidad de la gente. El velo entre el cielo y la tierra es realmente fino en Belén. Espero que para el otoño, hayamos dejado todo esto atrás.»
Cómo se puede ayudar
Las donaciones al Hospital de la Sagrada Familia se pueden hacer a través de la página web del mismo: BirthplaceofHope.org.
(ndt): La sopa de piedra es una antigua historia de unos caminantes hambrientos que llegaron a un pueblo, pidieron comida pero nadie les quiso dar. Cogieron una olla, la llenaron de agua con una piedra dentro y la pusieron al fuego en el centro del pueblo. Los que pasaban por allí les preguntaron qué estaban cocinando. La respuesta que daban aquellos caminantes era que estaban cocinando una «sopa de piedra» pero que les faltaban algunos condimentos. Los aldeanos le fueron trayendo alimentos para enriquecer aquella sopa a cambio de probarla. Al final todos pudieron saborear una deliciosa sopa gracias a la colaboración de todos.
Traducido por Ana María Rodríguez y Manuel Pérez Peña