(ACN) Libia se encuentra en estado de guerra desde hace casi nueve años: el gobierno se enfrenta a las milicias; tanto el uno como las otras están apoyadas por potencias extranjeras. A mediados de enero se celebró la «Conferencia de Berlín» con la esperanza de lograr un avance definitivo; pero los acuerdos más importantes no se mantuvieron ni siquiera una semana.
Mons. George Bugeja vicario apostólico de la diócesis de Trípoli capital de Libia, informa sobre la situación actual de Libia, las expectativas de la Iglesia en el proceso de paz y la próxima reunión de obispos católicos de la Cuenca del Mediterráneo en una entrevista mantenida con Tobias Lehner, de la Fundación Pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
Se había previsto que la Conferencia de Berlín, a mediados de enero, contribuyera a poner paz en la guerra civil que viene desarrollándose en Libia desde 2011. ¿Qué opinión le merecen los resultados?
La Conferencia fue una señal muy positiva dentro de un largo proceso para ayudar a que Libia logre por fin la paz y la reconciliación. Esto no es fácil, pues hay profundas divisiones. Las partes en conflicto están muy alejadas; incluso es difícil para ellos sentarse a la mesa para hablar de la situación. Todos los países que participaron en la Conferencia de Berlín deben ahora prestar su contribución. Deberían hablar con una sola voz para poner en práctica lo que se decidió en la Conferencia.
El alto el fuego que se acordó en la Conferencia solo duró una semana. El embargo de armas, al parecer, también se ha roto. ¿Cómo es la situación en la capital, Trípoli?
Lamentablemente, después del acuerdo de alto el fuego han continuado las luchas aquí y allí. Aquí, en Trípoli, por ejemplo, el aeropuerto abre y cierra dependiendo de la situación de la seguridad. Las escuelas, las oficinas y los comercios están abiertos, al menos en el centro de la ciudad.
Desde la Primavera Árabe de 2011, Libia se encuentra en estado de guerra. ¿Es posible detener la oleada de refugiados que se dirigen a Europa?
Pienso que la causa principal del problema de los refugiados no es Libia. Libia es un trampolín hacia Europa. Las personas procedentes del África subsahariana huyen de los problemas que encuentran en sus propios países y buscan un futuro mejor para ellos y sus familias. Para poner coto a la oleada de refugiados, los problemas tendrían que solucionarse allí.
A pesar de que, en Libia, los cristianos son una pequeña minoría de unos cuantos miles de creyentes, su voz se ha escuchado una y otra vez en el conflicto. ¿Qué hacen, desde el punto de vista social y político, para mejorar la situación de las personas?
Con nuestra presencia, hacemos todo lo que está de nuestra mano para ayudar a la gente. Los sacerdotes y el personal de la Iglesia católica han permanecido en el país durante todo el conflicto, incluso cuando todas las demás Iglesias y las embajadas europeas abandonaron Libia. Nuestra presencia fue y sigue siendo un signo de aliento para todos los que vienen a la iglesia. Además, tenemos un pequeño centro en Trípoli donde proporcionamos atención primaria de salud y ayuda humanitaria.
A finales de febrero se celebrará en la ciudad italiana de Bari una conferencia de todos los obispos de la Cuenca del Mediterráneo. También acudirá el Papa Francisco. Se tratarán, entre otros temas, la migración y la política de paz. ¿Qué espera de este encuentro?
Espero poder participar en el encuentro. No creo que los obispos sean quienes tienen que encontrar soluciones. Espero que hablemos y podamos presentar nuestras situaciones especiales que vive cada obispo en su diócesis, que aprendamos los unos de los otros y que nos apoyemos mutuamente.