Homilía del obispo de Zamora en la festividad de San Pedro y San Pablo

«Hacen esfuerzos por romper la comunión del pueblo con el Papa por intereses bastardos»

Monseñor Gregorio Martínez, obispo de Zamora, quiso estar ayer con los feligreses de la arciprestal –recibió tal título en 1506– en la fiesta del apóstol que fue cabeza de la Iglesia, y que es uno de los titulares de la parroquia zamorana: San Pedro. El obispo de la diócesis, en una jornada festiva –de feria y ocio–, acudió al templo para acompañar, como pastor cercano, a los creyentes de esa pequeña comunidad y, con ellos, a una feligresa que cumplía cien años: Paula Maestre. En una homilía directa, sin notas ni apuntes, señaló dos aspectos: «Ya se hacen esfuerzos para romper la comunión del pueblo católico con el Papa Benedicto XVI, por intereses bastardos».

(J.H/LaOpinion/InfoCatolica) Lo dijo con firmeza. Y tales palabras pueden dejarse, quizá, a la libre interpretación. Otro aspecto: «Fidelidad». El prelado encomió el valor de esa virtud, que es observancia de la lealtad con fe que no es ciega.

La fiesta de San Pedro es, «por extensión, la fiesta del Papa, sucesor del apóstol. En este caso, Benedicto XVI». Evocó un «viejo dicho, que es real, que resulta necesario recordar en todo momento: Donde está Pedro, allí está la Iglesia. Donde está el Papa, allí está la Iglesia». Fue, en ese momento, cuando habló de los «esfuerzos» por romper la comunión del creyente con el Pontífice y los intereses espurios. Sin embargo, tal subrayó, «el pueblo católico estará siempre en torno a Pedro y sus sucesores».

La memoria de aquel pescador nacido en Betsaida que echaba la red en el mar de Galilea y lo dejó todo para seguir al Maestro, y después padeció el martirio en la crucifixión, «siempre es memoria de gozo y de llamada a la fidelidad», explicó. El apóstol aparece como «la roca, la piedra, el fundamento sobre la que Cristo quiso que se edificara, se construyera su cuerpo visible, y resucitado y gloriosos que es la Iglesia». Era, indicó, «día de gozo: De nuestra Iglesia y de nuestra fe».

El prelado cambió el tono. «Hay intereses que seguramente desearían que desapareciese la Iglesia. Por eso nos tenemos que alegrar por la permanencia de la Iglesia de Dios. Y, al mismo tiempo, recordar a San Pedro es recordar la fidelidad al Señor». Admitió que «lo negó, pero también es verdad que lo amó por encima de cualquier otro. La fidelidad nace siempre del amor». Por eso, prosiguió, «ésta es una fiesta donde los cristianos somos invitados a renovar nuestra fidelidad: Esa fe en la que hemos sido bautizados, y en la que hemos permanecido».
En el primer banco, rodeada por los suyos, permanecía una anciana: Paula Maestre Centeno, en su primer día de centenaria. Monseñor Martínez Sacristán se dirigió a ella: «Cien años de vida siempre constituyen una bendición de Dios». Continuó: «Está rodeada de su familia, que es su gloria y su corona. Os invito a que permanezcáis unidos. Porque una familia unida es una familia que se quiere, que se ayuda, que se hace presente, que se da». Y efectuó una especie de ruego: «No abandonéis el espíritu. Las formas pueden cambiar. El espíritu, no».

 

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