(CATHOLIC HERALD) El miércoles pasado el Parlamento de Nueva Zelanda votó a favor de legalizar la eutanasia y la muerte asistida, enviando al proyecto de ley a un referéndum el próximo año.
El proyecto de Ley de Elección de Terminación de la Vida fue aprobado el 13 de noviembre con una votación de 69-51.
Permitiría que las personas con enfermedades terminales que tienen 6 meses o menos de vida sean sacrificadas o se les dé a tomar una dosis letal de medicamentos recetados, con la condición de que por lo menos 2 médicos acuerden que la persona está bien informada.
Una versión anterior del proyecto de ley habría permitido que las personas con condiciones graves o incurables buscaran la eutanasia o también la muerte asistida.
El proyecto de ley fue presentado por David Seymour, de ACT New Zealand, un partido libertario crossbench.
Cuenta con el apoyo de la Primera Ministra Jacinda Ardern del Partido Laborista de Nueva Zelanda.
Maggie Barry, miembro del parlamento del opositor Partido Nacional de Nueva Zelanda, dijo que el proyecto de ley es «peligroso y permisivo», según Reuters.
Una investigación de 2017 preparada por el comité de salud del 51° Parlamento de Nueva Zelanda (que estaba controlado por el Partido Nacional) no recomendaba la legalización de la muerte asistida y la eutanasia.
«Hemos tratado de destilar todos los argumentos y nuestra recomendación tanto al Parlamento como a la gente de Nueva Zelanda es leer este informe y llegar a una comprensión más profunda de lo que se pregunta sobre la muerte asistida y la eutanasia», dijo Simon O'Connor en agosto de 2017, en aquel entonces presidente del comité de salud.
Cuando el Partido Nacional gobernaba, concluyó que «los pacientes estarían en peligro» por la legalización de las prácticas.
Los presentes comentaron «su preocupación por las personas vulnerables, como los ancianos y los discapacitados, aquellos con enfermedades mentales y aquellos susceptibles a la coerción. Otros argumentaron que la vida tiene un valor innato y que la introducción de la muerte asistida y la eutanasia socavarían explícitamente esa idea. Hacerlo sugeriría que algunas vidas valen más que otras. También hubo preocupaciones de que, una vez introducida, la elegibilidad para morir asistidamente se expandiría rápidamente más allá de lo que se pretende inicialmente», se lee en el informe del Comité de Salud del 51º Parlamento.