(Gaudium Press) Mons. Steven Lopes, Ordinario del Ordinariato de la Sede de San Pedro, quien tiene a su cargo la jurisdicción eclesiástica creada para el cuidado pastoral de las comunidades católicas provenientes del anglicanismo, ofreció su perspectiva personal sobre las formas en las que la Iglesia puede trabajar para afianzar en los creyentes la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Para el prelado, además de una mejor catequesis, es necesario cultivar experiencias de encuentro con Cristo a través de la belleza del culto divino, las cuales reciben el apoyo de la fe de los demás miembros de la Iglesia.
En un diálogo con National Catholic Register, Mons. Lopes insistió que el problema de un alto porcentaje de creyentes que no comprende de manera efectiva la doctrina de la Iglesia no es un asunto exclusivo de conocimiento o formación. «Simpatizo con la idea de que necesitamos una catequesis mejor y más efectiva», aclaró el Ordinario. «Pero no podemos hacer que sea algo intelectual solamente. Porque el don de Dios y de Cristo de sí mismo en la Eucaristía no es una idea. No es una idea para ser capturada por la mente. Es un verdadero regalo de sí. Es un regalo personal de Cristo a su Iglesia, al alma del creyente».
Por tratarse de un regalo personal de Dios, la Eucaristía no se limita a una sola dimensión de la persona. «La adoración, ̏la adoración de Dios en la belleza de la santidad˝, como decimos en los Salmos, tiene que involucrar a toda la persona. Tiene que capturar todos los sentidos: vista, olfato, tacto e incluso el sabor», propuso Mons. Lopes. «Esa belleza en la adoración toma la fe en la presencia real y la hace experimentada; la convierte en algo que se puede experimentar. Por esto el acento del Ordinariato en la belleza en la adoración: todos dicen que tomamos la adoración muy en serio y lo hacemos porque es algo muy serio: es la aparición de Dios en la Tierra, y recibir el don de la donación de Cristo es algo tremendo».
Para el Ordinario, la experiencia de la Eucaristía no se limita sólo al momento de la celebración del Sacramento, sino que se extiende en la vida de la comunidad de fieles como Cuerpo de Cristo. «Es la misma acción de la gracia que es transformadora en la Eucaristía, en la Misa, donde comenzamos a reconocernos no como extraños, no como individuos que no tienen nada que ver con mi vida, sino como miembros del mismo cuerpo», expuso Mons. Lopes. «De nuevo, la Iglesia no es una idea. Es algo que produce el Espíritu Santo en la entrega de Cristo al Padre en la Misa. Esto es lo que sucede en la Misa. Y celebrar la Misa significa, por supuesto, recibir la Eucaristía con reverencia, pero también con reverencia recibir a tu prójimo como miembros del mismo cuerpo de la Iglesia. Entonces la dinámica de la comunidad - adoración va de la mano».
Con información de National Catholic Register.