(ACI Prensa) El P. Juan Pérez-Soba, profesor de Pastoral Familiar del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las ciencias del matrimonio y la familia, ha concedido una entrevista a ACI Prensa sobre la labor de esta casa de estudios y en la que critica los cambios realizados recientemente y que también han sido señalados por su vicepresidente y más de 240 alumnos y exalumnos.
A continuación la entrevista:
El Papa Francisco ha insistido en una visión pastoral sobre la familia. ¿Estaba esta visión ya presente en Juan Pablo II y en el Instituto?
Podemos decir que el Instituto Juan Pablo II se adelantó a la conversión pastoral que ha pedido el Papa Francisco con las familias. Recordemos la frase de San Juan Pablo II: ¡La familia es el camino de la Iglesia!
Juan Pablo II indicó entre los fines del Instituto la formación de agentes de pastoral. Si se compara con otras universidades y facultades de teología, sorprende el gran número de iniciativas pastorales que el Instituto ha emprendido.
El ejemplo más claro es el master universitario en matrimonio y familia dirigido precisamente a las familias. Cientos de matrimonios han acudido a formarse, en varios países de Europa. Lo que aprendían no solo les permitía trabajar en sus parroquias y diócesis sino que, según sus testimonios, potenciaba su vocación familiar.
¡Al estudiar en el Juan Pablo II comprendían el gran don que habían recibido y cómo cultivarlo!
¿De dónde vino esa fecundidad pastoral de un Instituto universitario?
La raíz está en el mismo sacerdote y obispo Karol Wojtyla. «Como joven sacerdote», decía, «aprendí a amar el amor humano». Cuando salió la encíclica Humanae Vitae no se limitó a enseñarla, sino que creó grupos de apoyo y de espiritualidad para poder vivirla porque entendía la necesidad de acompañar el amor verdadero que describe la encíclica de Pablo VI (amor humano, total, fiel, exclusivo hasta la muerte, fecundo).
Wojtyla aprendió además que la clave estaba en la misericordia divina. Solo la misericordia puede vencer al mal y permite al hombre vivir su vocación con dignidad y plenitud. ¿Cuál es el peor mal que aqueja al hombre y del que Dios le libra con su misericordia? Wojtyla respondía: el peor mal es no tener familia o que la familia esté rota. Y la mayor misericordia es reedificar la familia según el plan del Creador. Para eso es necesario reflexionar sobre la verdad del amor, tarea que asignó al Instituto que él fundó.
Otra genialidad de Wojtyla fue su deseo de aprender la vocación de las mismas familias. Por eso no quería un Instituto formado solo por profesores y estudiantes sacerdotes. Incluyó a las familias entre quien enseñaba y quien aprendía.
Se ha dicho que el Instituto Juan Pablo II ha realizado una propuesta demasiado idealizada. ¿Es esto lo que muestra la experiencia con las familias estos casi 40 años?
Juan Pablo II dijo: Familia sé lo que eres. Esta expresión la entendieron algunos como la búsqueda de una familia idealizada. Pero no era así. Juan Pablo II quería transmitir ilusión a las familias. Les decía: el camino depende de vosotras mismas, nadie lo podrá hacer por vosotras. Sois vosotras las que podéis responder a la llamada de Dios.
Así Juan Pablo II se oponía a una pastoral centrada solo en resolver problemas, porque esta es una pastoral miope. Es la mirada de quien ve en primer plano la fragilidad de las familias, y ya no mira a más y, por tanto, trata de excusar los comportamientos. Juan Pablo II, por el contrario, nos ha dicho: hay que estar cercano a la fragilidad de las familias, pero antes de la fragilidad hay algo más importante. ¡Antes de la fragilidad está el don que Dios hace a las familias y la fuerza de Dios para sostener a la familia en su vocación! De esta forma se abría una pastoral atrevida, que no iba a remolque de los problemas de la familia. Se superaba la visión del «Manual de pastoral» de Arnold y Karl Rahner, que desconfiaba de la familia. Fíjese que este manual, de sus 3500 páginas, ¡solo dedicaba 70 a tratar de la familia!
Ha sido usted testigo desde los comienzos de esta fecundidad pastoral del Instituto. ¿Puede hablarnos de esta experiencia?
Familiaris consortio pidió a cada país que elaborara un Directorio de pastoral familiar. Pero esta advertencia cayó en el saco roto de las buenas intenciones. Los que hacían pastoral familiar se desesperaban al ver crecer los problemas, como la falta de preparación de los novios ante el matrimonio o el número de divorcios. Entonces el Instituto, de forma callada, fue pionero de un modo nuevo de presentar la pastoral.
Todo esto lo pude experimentar junto con los profesores José Noriega y Juan Andrés Talens desde 1997 en España. Comenzamos a enseñar directamente a los matrimonios para que empezasen a trabajar en diócesis y parroquias. Se han formado cientos de familias que han vitalizado la pastoral familiar en España. Las personas venían con problemas y después, instruidos en la formación completa del Instituto, salían como verdaderos apóstoles. El enfoque lo han recogido los Sínodos de la familia convocados por Francisco, cuando dicen que la misma familia es el principal agente de la pastoral familiar.
¿Cuál es la clave de esta visión pastoral?
La clave está en partir de la vocación al amor con que Dios llama al matrimonio y a cada familia. Así es como comienza el Evangelio. Hay que empezar siempre con Dios y sus proyectos, no con el análisis sociológico de nuestros problemas. El Papa Francisco ha hablado de esto cuando ha dicho que Dios nos «primerea», es decir, él inicia la obra. El gran reto de la Iglesia nunca serán los problemas que le plantea el mundo, sino ante todo la gran llamada que Dios le hace, la llamada a una grandeza de vida, que contiene la fuerza para superar cualquier problema.
Hemos buscado siempre una pastoral familiar que llamamos «transversal». Quiere decir que la pastoral familiar no es solo un sector de la pastoral, sino que «atraviesa» todos los demás ámbitos. Por ejemplo: la pastoral de jóvenes es pastoral familiar, pues los jóvenes desean formar una familia; la pastoral de ancianos es pastoral familiar porque los ancianos reciben cuidado en sus familias. Y así en todas las demás «pastorales».
De esta visión brotó, mediante la ayuda y dirección del obispo Juan Antonio Reig Pla, el Directorio de Pastoral Familiar en España. A mí me tocó presentar este proyecto a la asamblea de los agentes pastorales de toda España. Mientras los anteriores borradores habían sido desechados, este se aceptó con entusiasmo. Recuerdo cómo todos preguntaban: ¿Por qué no se nos había dicho antes? Desde aquí recobraron los obispos la confianza en la pastoral familiar. Y es que contaban con personas que no les causaban problemas, y que tampoco aplicaban una pastoral rígida que impone normas. Al contrario, eran personas capaces de abrir caminos nuevos, pues acercaban a un amor verdadero capaz de vencer las debilidades humanas.
La verdad del amor es muy importante en esta pastoral, pues no todos los amores son iguales. Hay amores que destruyen y amores que edifican. Esto no significa que se idealice el matrimonio. Si un pastor olvida la verdad del matrimonio, se parece al médico de un hospital de campo que diga: no quiero saber qué es la salud, ni cómo es un cuerpo sano, porque esto me quitaría tiempo para ayudar a las personas. ¿No sería absurdo? Ningún médico obraría así. ¿Y los pastores?
¿Qué iniciativas concretas han surgido?
Han surgido muchas iniciativas pastorales, escuela de padres, formación afectivo-sexual, acompañamiento a novios, modos de educación integral y participativa, equipos itinerantes de pastoral familiar, estudios de políticas familiares que mostraban una creatividad enorme a partir de la luz que había recibido. Se ha conseguido la formación de modelos de Centros de Orientación Familiar evangelizadores de una atención integral y no solo centrados en los problemas.
Un momento precioso de experiencia pastoral fue la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, en Madrid, donde por vez primera llevamos a cabo con mucho éxito la formación en la teología del cuerpo a los jóvenes. Ellos descubrían así un lenguaje nuevo para expresar sus experiencias más prometedoras. De este modo la pastoral familiar aparecía en su conexión profunda con la pastoral juvenil y social.
La enseñanza de pastoral familiar desde el año 2006 con alumnos de más de 52 naciones ha sido para mí una experiencia inolvidable, por ver la profunda unidad de un plan de Dios en a diversidad fascinante de las diversas culturas.
De aquí han surgido iniciativas interesantes de estudio como la pastoral en los primeros años del matrimonio, la atención de las víctimas del aborto (las madres que abortan) y del divorcio (los hijos de los separados). Hemos visto también cómo las fragilidades humanas pueden ser, como en Caná, un momento de gracia: fidelidad de los esposos separados, adopción en el abandono, fecundidad en la infertilidad... Y, además, estudios sociales en las favelas de Salvador de Bahía, llevadas a cabo por el obispo mons. Giancarlo Petrini, la atención de la familia con padres que están el cárcel...
El Instituto ha extendido su obra a los más diversos países: China, Corea, la India en sus diversas culturas, el mundo árabe, Zambia, Angola y todo el amplio espectro de América Latina. Una riqueza enorme que promete frutos mejores. Es la comprobación de una fecundidad pastoral impresionante, cuyo alcance real es muy difícil de medir.
¿Cómo valora, desde la teología pastoral, los nuevos estatutos?
Es un plan de estudios que se nos ha impuesto desde fuera. A mí, que soy catedrático de pastoral, no digo que no hayan tenido en cuenta mi opinión, sino que ni siquiera me han consultado. Me enteré por la prensa de los nuevos estatutos. Me ha extrañado que en la nueva licencia en Ciencias del matrimonio y la familia la pastoral no aparezca en todo el itinerario académico. Eliminar la pastoral familiar es una carencia muy grave, contraria a lo que dice el Papa en el motu proprio Summa familiae cura. Se refunda el Instituto para ser más fieles a Amoris Laetitia, ¡y se reduce la pastoral familiar, que es clave en Amoris Laetitia! Espero que sea un error por la precipitación con que se han hecho las cosas. Es necesaria una pronta rectificación, si no se quiere que esta nueva licencia tenga esta extrema pobreza.
¿Cómo ha acogido el Instituto la enseñanza de Amoris Laetitia?
El instituto ha desarrollado las intuiciones del Papa desde las claves de acompañamiento, integración y discernimiento. Frente a muchos que han visto una ruptura, hemos leído el magisterio en la necesaria continuidad eclesial. Sin esta continuidad es imposible hacer ninguna reforma. Fíjese: somos la única institución académica que ha hecho y enseñado un comentario a las Catequesis del Papa Francisco sobre la familia. ¿No será que a mucha gente le interesan solo los cambios sociológicos, pero le interesa poco dar vida a las familias?
En su carta dirigida al Gran Canciller y al Presidente del Instituto, los estudiantes aprecian la visión pastoral del Instituto. ¿Cómo se ha vivido este interés por una pastoral adecuada entre los estudiantes del Instituto?
Los estudiantes han percibido siempre que el Instituto, precisamente al ofrecer enseñanza, ofrecía también una visión pastoral. Estos últimos años, como profesor de pastoral en el Juan Pablo II, he experimentado esto. Los estudiantes me pidieron organizar, en sus ratos libres, un Grupo de Acción Pastoral donde compartíamos los enfoques de los distintos países. Incluso acudían alumnos del Instituto Pastoral de la Universidad Lateranense a nuestras clases de pastoral, precisamente por la visión original del Instituto.
Este proyecto se puede ver en el libro preparado por Mons. Livio Melina: «Conversión pastoral, ¡sí! Pero, ¿cuál?» Allí, se profundizaba en la expresión «conversión pastoral» del Papa Francisco en Evangelii gaudium. Este libro ayudó durante el Sínodo 2015, que partía de un Instrumentum Laboris muy pobre desde el punto de vista pastoral. Faltaba sobre todo lo que tocaba a la preparación al matrimonio. Estaba redactado sin duda por alguien que nunca había trabajado en este ámbito. Precisamente en el Instituto se ha dado una riqueza grande de reflexión sobre la familia. Todo esto es la manifestación sencilla y asombrada de la fecundidad de una enseñanza que ha sido fermento de auténtica conversión pastoral dentro de la Iglesia. Y de esto son testigos miles de matrimonios y cientos de pastores.