(ACI Prensa/RC) El P. Granados, que es además consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y consultor de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos. está preocupado por las consecuencias que tendrán en el futuro de esta institución los estatutos recién establecidos, la reducción de la enseñanza de la teología moral y el retiro de profesores de reconocida calidad académica y fidelidad a la doctrina católica como son Mons. Livio Melina y el P. José Noriega.
El sacerdote explica a AciPrensa lo sucedido:
«El deseo del Papa ha sido acoger el Instituto, ampliarlo, promoverlo, como nos dijo desde el principio Mons. Sequeri. Pero en el último momento ha aparecido algo que no tenía que ver con el trabajo común realizado, por sorpresa y en pleno verano, con el singular dolor añadido de que algunos colegas, de una gran importancia en la historia del Instituto, eran despedidos sin justificación. Nos ha dejado estupefactos».
En Religión Confidencial declara:
«En los nuevos estatutos hay un cambio decisivo: la reducción drástica de la teología moral. En el comunicado oficial del Instituto emitido el 29 de Julio se dice que la teología moral encuentra una colocación nueva y se señala que hay dos cátedras de moral, la moral del amor y del matrimonio, por un lado, y la ética de la vida, por otro. Lo que no se dice es que había ya, según los antiguos estatutos, dos cátedras que cubrían estas materias (una cátedra de moral especial, para sexualidad y matrimonio, y una de bioética). Tampoco se dice que en el plan de estudios la moral del matrimonio (equivalente a la moral especial) tiene ahora solo 3 créditos, la mitad que las demás cátedras. La moral, por tanto, se ha reducido a la mitad y no solo eso: se han retirado a los profesores que la enseñaban: Melina, Noriega y, para la bioética, Maria Luisa di Pietro».
Y añade:
«Especialmente preocupante es la supresión de la cátedra de moral fundamental, la que ocupaba mons. Melina. Es una cátedra activa desde hace 38 años, en la que enseñó el card. Caffarra, y podríamos decir que es esencial para la labor del Instituto, si tenemos en cuenta que Wojtyla era moralista y que se la confió al primer presidente del Instituto...»
En AciPrensa, el P. Granados se desentiende de los cambios:
«Por desgracia los estatutos no se pueden considerar fruto de un trabajo común con el resto de los consejos del Instituto. Me siento obligado a decirlo, porque se han dado otras informaciones: como vicepresidente de la sede de Roma durante este tiempo de transición, quiero negar cualquier responsabilidad con respecto a los nuevos estatutos, que conocí el mismo día de su publicación. Veo, no solo en los estatutos, sino sobre todo en los cambios de profesorado (y especialmente en los despidos) un peligro para mantener la herencia de san Juan Pablo II».
Además advierte de la posible llegada de profesores heterodoxos en materia moral:
«Circulan luego rumores de que vendrá a enseñar el profesor Maurizio Chiodi, quien se abre a la licitud de la contracepción y acepta como “bien posible” en algunas situaciones los actos homosexuales. Si se promoviera a nuevos profesores estables en la misma línea (sin seguir los procedimientos normales, alegando una “urgencia” para la que no se dan motivos”) se crearía una tensión grande dentro del Instituto. Con los poderes que ahora tiene el Gran canciller, y las intenciones que revela al prescindir de Melina y Noriega, será cuestión de tiempo el reemplazo del cuerpo docente con otro ajeno a la visión de san Juan Pablo II. Pues para el gran Papa polaco en el centro estaba siempre la fidelidad de la Iglesia a la carne de Cristo, que asume en sí el proyecto del Creador, y de este modo puede curar y sanar las heridas y fragilidades del hombre».
Por tanto, afirma:
Me parece que la identidad del Instituto está gravemente amenazada, por eso es necesario presentar, con respeto pero con claridad, las dificultades objetivas de este cambio y avisar del peligro para la misión originaria del Instituto, que el Papa Francisco ha dicho claramente que quiere preservar, no solo como algo del pasado, sino precisamente porque en ella hay una fuente de novedad y de camino para la Iglesia y su acompañamiento a las familias.