(ACI Prensa) Aunque nos declaremos católicos, ¿sabemos valorar y agradecer verdaderamente el Pan de Dios bajado del Cielo? Con ocasión de la celebración de la Solemnidad del Corpus Christi, el P. José de Jesús Aguilar, director de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México, hace una profunda reflexión.
En diálogo con ACI Prensa, el P. José de Jesús Aguilar recordó que en su niñez «por la tarde, todos mis hermanos esperábamos el momento en que, a alguno, nos mandaran a comprar el pan. La oportunidad era increíble porque, el simple entrar a la panadería y gozar del aroma del pan recién salido del horno era una delicia».
«Luego, como encargado del día, además de comprar los respectivos bolillos, tenía la oportunidad de elegir, entre muchas variedades, el pan de dulce que más me agradaba. Esto hacía que, desde que me ponían el pan en su respectiva bolsa de papel, ya fuera pellizcando un bolillo y gozando con la mente el pan de dulce que habría de saborear durante la merienda».
El sacerdote mexicano señaló que en esas ocasiones «había otra cosa que me llenaba de alegría. Y, es que una de las mujeres que contaban diligentemente el pan que los clientes llevábamos en las charolas, hacía algo que me sorprendía».
«No sé si era la dueña o familiar de los dueños pero, cuando veía que algún niño pobre observaba el pan desde fuera, ella salía y se lo obsequiaba, recibiendo como único pago, la mirada y sonrisa agradecida del indigente que valoraba aquel regalo como un verdadero manjar bajado del cielo», dijo.
Sin embargo, el P. Aguilar lamentó que «a diferencia de aquellos chiquillos que tenían los bolsillos vacíos pero un inmenso deseo de alimentarse y un inmenso agradecimiento por el pan compartido, existen muchas personas que se dicen creyentes pero, no son capaces ni de valorar, ni de agradecer, ni de saborear ese pan que Cristo mismo presentó como bajado del cielo».
Pereza y desinterés por asistir a la Santa Misa
El sacerdote criticó que «muchos sean capaces de gastar grandes cantidades para asistir a un restaurante o taquería e, incluso, tener que esperar un tiempo importante para que les den mesa o les sirvan su pedido pero, muestran una gran pereza y desinterés para asistir a la Santa Misa, donde Cristo se convierte en pan de vida a través de su palabra y su presencia real en el pan y el vino».
«Es también curioso que son muchos los que no tienen empacho en gastar grandes cantidades por un platillo especial o, bien, que piden otra prueba cuando en los supermercados algunos empleados ofrecen pequeñas porciones de queso, jamón u otro alimento gratis pero, cuando se trata de alimentarse de Cristo ponen una gran cantidad de excusas para acercarse a recibirlo».
Quizás debido a esto, continuó, «sus vientres o su peso aumenta considerablemente cada día, pero su fe, su esperanza, su generosidad, su amor, su misericordia, su deseo de luchar por la justicia, su apertura para trabajar en bien de la comunidad se van debilitando paulatinamente».
«Quizás por ello nos enteramos de personas que gozando de un maravilloso cuerpo, incluso atlético o robusto decidieron quitarse la vida. O de aquellos que teniendo un cuerpo sano han permitido que su espíritu se dañe a tal grado que se han convertido en títeres del maligno, en los destructores de su propia pareja, familia u hogar».
«Quizás por ello vemos que existe tanta debilidad para enfrentar victoriosamente las tentaciones, o las adicciones y el miedo a los retos», añadió.
Frente a estas situaciones, el P. Aguilar alentó a pedirle «a Dios que, como aquellos chiquillos que observan las vitrinas de la panadería y, sin aún siquiera probarlo ya se saborean el pan, nosotros sepamos saborear el pan del cielo desde se expone en la custodia para su adoración».
«Que como los niños que gozan al ser obsequiados con un delicioso y nutritivo pan, que también nosotros gocemos cada vez que, en forma gratuita, recibimos en comunión el manjar que los ángeles quisieran probar», expresó.
El sacerdote animó también a «que nuestras acciones y testimonio permitan que todos tengan antojo y deseo del pan espiritual».
«Que no le falte a quien vive solo, al caminante, al migrante, al enfermo, al agonizante, a quien ha perdido el camino, al prisionero, al líder sociales, a los padres que deben sacar a sus hijos adelante, a los gobernantes, a los religiosos que deben ser fermento de la comunidad, a quienes se dedican a los medios de comunicación para que su información sea veraz, objetiva y alentadora», expresó.
Además, expresó su deseo de «que cuando oremos diciendo: “danos hoy el pan de cada día” no pensemos solo en el alimento corporal, sino también en el pan que Cristo nos entregó para siempre desde su Última Cena».