(Cope) El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, asegura respecto a la presencia de la asignatura de Religión en los centros docentes que «estamos ante derechos fundamentales de los padres y de los alumnos, garantizados incluso por la propia Constitución: el derecho a recibir la formación religiosa y moral conforme a las propias convicciones, el derecho a la libertad religiosa».
«A esos derechos fundamentales la Iglesia no puede renunciar porque son propiamente de los ciudadanos y no de ella; la Iglesia en cualquier caso, debe defenderlos, protegerlos y apoyarlos, sin disminuir nada su extensión ni su fundamentalidad», destaca el cardenal en un artículo publicado esta semana en el periódico diocesano PARAULA, con el título de «Reflexiones tras las elecciones».
Además, llama a respetar también al Acuerdo Cultural entre la Santa Sede y el Estado Español, «que, entre cosas, reconoce y garantiza la enseñanza de la Religión con rango académico de materia fundamental equiparable al resto de materias fundamentales, así como el papel de la Iglesia, de la jerarquía, en la asignación de profesores y en los contenidos de esta enseñanza».
De igual modo, «tampoco los Obispos podemos renunciar al carácter fundamental de esta materia, en cumplimiento de los Acuerdos y por fidelidad a los derechos de los padres y de los alumnos, y por lo que es esta enseñanza en el conjunto de la educación plena de la persona. Ahí tendremos que situar nuestras las conversaciones cuando las haya».
En su artículo, el cardenal precisa que «los Obispos, en todo caso, no negociamos ningún privilegio nuestro ni de la Iglesia; sino que apoyamos unos derechos de los ciudadanos, que no nos pertenecen a los obispos y, por tanto, no disponemos de ellos; lo que nos compete es buscar la forma, en diálogo con el Gobierno y con otras fuerzas sociales, para que se cumplan lo más completamente posible sin cercenamiento alguno».
«Por supuesto, también hay que garantizar que esta materia no sea objeto de discriminación ni ocasión de nuevas cargas, ni para los que la piden ni para los que no la desean. Así está en la gran mayoría de los países de Europa», recuerda el Arzobispo.
En definitiva, «lo que se pide, pues, es que la enseñanza de la Religión sea materia fundamental, equiparable al resto de las materias fundamentales, con rango y valor académico propio, ofrecida a todos y elegida libremente por aquellos padres, o alumnos en su caso, que la pidan; que no suponga ninguna discriminación para nadie ni en ningún sentido. No puede ser, por tanto, considerada una materia menor, de segundo rango, apendicular o adicional, en horario escolar que supusiera discriminación o fuera del mismo, sin valor académico y sin evaluación, sólo para la esfera de lo privado pero sin sentido riguroso y validez universal».
En la situación actual, «defender y garantizar, con todo su rango de fundamentalidad y rigor y valor académico, la enseñanza de la Religión en la escuela, ofrecida a todos y elegida por los que libremente lo pidan, es garantía para una sociedad democrática; la enseñanza de la Religión, como la pide la Iglesia, es base para la democracia y la convivencia», concluye el cardenal Cañizares.