(Aci Prensa) La parroquia de San José Obrero, en el poblado de San José de Chila, fue la desafortunada protagonista en el enfrentamiento armado entre los grupos de narcotraficantes conocidos como «Cartel Jalisco Nueva Generación» y los «Caballeros Templarios». El suceso tuvo lugar desde las 6:00 p.m. (hora local) del martes 19 de marzo.
Apatzingán es parte del estado mexicano de Michoacán y se encuentra a casi 500 kilómetros de autopista al oeste de Ciudad de México. El poblado de San José de Chila se ubica a unos 40 kilómetros al suroeste de Apatzingán, a casi una hora y media de viaje en automóvil.
En diálogo con ACI Prensa, el P. Isaac Barajas Castañeda, párroco de la parroquia San José Obrero, señaló que los narcotraficantes «metieron muchas armas, mucha bala, mucha pólvora, carros blindados, dejaron muchos muchachos muertos, muchos charcos de sangre» en el poblado.
La iglesia habría sido tomada como fortín por uno de los carteles, motivando a los contrarios a abrir fuego.
El P. Barajas Castañeda no se encontraba en ese momento en la parroquia, pues había salido del poblado dos días antes del enfrentamiento, el domingo 17 de marzo. Hoy contabiliza los daños en el templo y en la casa cural.
«La torre está llena de orificios de bala, las campanas están agujereadas, la pila bautismal está volteada, abrieron la sacristía, rompieron vidrios, tumbaron puertas», dijo.
«Iban buscando gente y a la vez buscando dinero, joyas, armas, no se les quedó ni un rinconcito, ni una cajita sin abrir», añadió.
Los narcotraficantes se llevaron una motocicleta, dinero y objetos de oro de la iglesia, así como bienes personales del sacerdote.
Lo distante del poblado, dijo, hizo que las autoridades no pudieran intervenir.
«Este es un rancho alejado de Apatzingán, las autoridades están por allá por Apatzingán. Sabían lo que estaba pasando, pero no llegaron».
Sin embargo, dijo, «de todas maneras las autoridades están superadas, porque ya ha venido el gobierno dos veces. Mientras que el gobierno viene, aquí nadie rompe un plato. No hay nadie que se vea aquí que hace daño».
«El gobierno aquí duró dos días y luego se fueron. Y en cuanto se habían ido, otra vez se armó la balasera. Necesitan vivir aquí no sé cuántos pelotones del gobierno para que esto no suceda», dijo.
A pesar del nivel de violencia que se vive en la zona, el P. Barajas Castañeda no piensa en abandonar el poblado o su ministerio. Dijo que permanece «por la misión que me encomendó el obispo y porque mi presencia ante las pocas familias que quedaron es fortalecedora».
Precisamente el Obispo de Apatzingán, Mons. Cristóbal Ascencio García, visitó San José de Chila el 24 de marzo y vio los daños causados por la violencia del narcotráfico.
«Se mostró sorprendido e hizo una oración de desagravio por el templo, la pila bautismal y vestiduras sagradas», dijo el párroco.
El P. Barajas Castañeda recordó que el Prelado mexicano «explicó las lecturas de la vocación de Moisés, que liberó a un pueblo, y del Evangelio, de la higuera, y resaltó que debemos dar frutos de amor, paz y justicia».