(VaticanNews/InfoCatólica) El Decreto publicado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con fecha 25 de enero de 2019, fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol establece:
«Considerando la santidad de vida de este Sumo Pontífice, testimoniada por sus obras y palabras, teniendo en cuenta la gran influencia ejercida por su ministerio apostólico para la Iglesia diseminada por toda la tierra, el Santo Padre Francisco, acogiendo las peticiones y los deseos del Pueblo de Dios, ha dispuesto que la celebración de san Pablo VI, papa, se inscriba en el Calendario Romano General, el 29 de mayo, con el grado de memoria libre»
Asimismo, en el Decreto se dispone que, «esta nueva memoria debe inscribirse en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas; los textos litúrgicos que han de ser adoptados, adjuntos al presente decreto, deben ser traducidos, aprobados y, tras la confirmación de este Dicasterio, publicados por las Conferencias de Obispos».
29 de mayo, fecha de su ordenación presbiteral
Se ha elegido el día 29 de mayo -- explica el Card. Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos -- fecha de su ordenación presbiteral en 1920, ya que el 6 de agosto, día de su nacimiento para el cielo, es la fiesta de la Transfiguración del Señor. «Si el santo es aquel que, haciendo fructificar la gracia divina en las obras, conforma su propia vida a Cristo, Pablo VI lo hizo respondiendo a la vocación a la santidad como bautizado, presbítero, obispo, Sumo Pontífice, y ahora contempla a Dios cara a cara». Siempre subrayó que «solo en la búsqueda sincera de Dios, hecha con la oración, con la penitencia y con la metánoia de todo el ser, se pueden asegurar los verdaderos éxitos de la vida cristiana y apostólica, y poner en práctica la primera y siempre viva llamada del Señor a la santidad.
Pablo VI: tendré la Iglesia madre de la caridad
En 1931, siendo presbítero, cuando ya había comenzado su servicio a la Santa Sede, después de haber escrito que no quería «ninguna regla, ninguna añadidura extraordinaria» que distinguiera su vida cristiana de la forma normal, agregó que quería cultivar «un particular amor por lo que es esencial y común en la vida espiritual católica. Así --escribía Pablo VI-- tendré la Iglesia madre de la caridad: su Liturgia será la regla preferida para mi espiritualidad religiosa». Y meditando sobre el «imitamini quod tractatis», extraía del misterio de la Eucaristía la consecuente necesidad de la «inmolación de su propia vida donde fuera», indicándola como «la misa en la vida» unida al «semper gratias agentes» (Apuntes en los ejercicios espirituales en Montecasino).
El apóstol valiente del Evangelio en la Oración Colecta
Junto al decreto -- precisa el Card. Sarah -- se publican los textos que se insertarán en los Libros litúrgicos (Calendario, Misal, Liturgia de las Horas, Martirologio). La oración colecta hace resonar lo que Dios ha llevado a cabo en su fiel servidor: «has encomendado el cuidado de tu Iglesia al papa san Pablo, apóstol valiente del Evangelio de tu Hijo», y le pide: «haz que, iluminados por sus enseñanzas, podamos cooperar contigo para difundir en el mundo la civilización del amor». Aquí se resumen las características principales de su pontificado y de su enseñanza: una Iglesia, que pertenece al Señor (Ecclesiam Suam), dedicada al anuncio del Evangelio, como recordó en la Evangelii nuntiandi, llamada a testimoniar que Dios es amor.
Las lecturas bíblicas para la Misa y el Oficio
Asimismo, el Card. Sarah señala que en el Decreto se indican también las lecturas bíblicas para la Misa, elegidas del Común para los papas, y, como lectura para el Oficio de lecturas, algunos párrafos de la homilía que pronunció en la última Sesión pública del Concilio, el 7 de diciembre de 1965, sintetizado en el tema: Para conocer a Dios necesitamos conocer al hombre. Pablo VI vivió, antes y después de ser papa, mirando constantemente a Cristo, de quien sintió y proclamó la necesidad para cada hombre. Lo había manifestado en su primera Carta pastoral como Arzobispo de Milán titulada, con una expresión de san Ambrosio: Omnia nobis est Christus.
«El amor por Cristo es el amor por su Iglesia»
En una reflexión del 5 de agosto de 1963, un mes y medio después de su elección para la Cátedra de Pedro, escribió: «Tengo que volver al inicio: la relación con Cristo... que debe ser fuente de sincerísima humildad: «aléjate de mí; que soy un pecador...»; tanto en la disponibilidad: «os haré pescadores...», como en la simbiosis de la voluntad y de la gracia: «para mí la vida es Cristo ...». El amor por Cristo es el amor por su Iglesia. En Meditación ante la muerte, escribió con razón: «Ruego al Señor que me dé la gracia de hacer de mi muerte, ya próxima, un don de amor a la Iglesia. Podría decir que la he amado siempre y me parece haber vivido para ella y no para otra cosa».
Defensor de la vida humana, de la paz y del verdadero progreso
Fascinado por la figura y la actividad apostólica de san Pablo, cuando el Espíritu Santo lo señaló como sucesor de san Pedro, no escatimó sus energías al servicio del Evangelio de Cristo, de la Iglesia y de la humanidad, vista a la luz del plan divino de salvación. Defensor de la vida humana, de la paz y del verdadero progreso de la humanidad, como lo demuestran sus enseñanzas, quería que la Iglesia, inspirándose en el Concilio y poniendo en práctica sus principios normativos, redescubriera cada vez más su identidad, superando las divisiones del pasado y muy atenta a los nuevos tiempos: Iglesia de Cristo, que pone en primer lugar a Dios, el anuncio del Evangelio, incluso cuando se prodiga por los hermanos, para construir esa «civilización del amor» inaugurada por el Espíritu en Pentecostés.
El verdadero monumento lo construyó con su testimonio
En Algunas notas para mi testamento, Pablo VI escribió: «Ningún monumento para mí». Aunque en octubre de 1989 se le erigió un monumento en la catedral de Milán, el verdadero monumento lo construyó el mismo Pablo VI con su testimonio, con sus obras, con sus viajes apostólicos, con su ecumenismo, con su labor para la Nova Vulgata, con la renovación litúrgica y con sus múltiples enseñanzas y ejemplos, mostrando así el rostro de Cristo, la misión de la Iglesia, la vocación del hombre moderno y conciliando el pensamiento cristiano con las exigencias de la difícil hora en la cual tuvo que guiar, sufriendo mucho, la Iglesia.