(VIS/InfoCatólica) El Papa explicó ante más de 15.000 peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro que San Teodoro nació en el 759 "en el seno de una familia noble y piadosa". Abrazó la vida monástica a los 22 años en el monasterio de Sakkudion. "A causa de su oposición al matrimonio adúltero del emperador Constantino VI, fue desterrado a Tesalónica en el 796. Sin embargo, al año siguiente pudo regresar a Sakkudion gracias a la intervención de la emperatriz Irene, que persuadió al santo a trasladarse al monasterio de Studios para evitar las incursiones de los sarracenos". Los monjes de este monasterio eran conocidos con el nombre de "estuditas".
Benedicto XVI subrayó que "San Teodoro se distinguió en la historia de la Iglesia por ser uno de los grandes reformadores de la vida monástica y también como defensor de las imágenes sagradas durante la segunda fase iconoclasta, junto al patriarca de Constantinopla, San Nicéforo". San Teodoro "capitaneó la resistencia contra la iconoclasia de León V el Armenio", lo que le costó otra vez "el exilio en diversos lugares de Asia Menor. Al final, pudo volver a Constantinopla, pero no a su monasterio”. Teodoro consideraba que los iconos, por la Encarnación "nos unen con la Persona de Cristo, con sus santos y, a través de ellos, con el Padre celeste, y testimonian la entrada en la realidad divina de nuestro cosmos visible y material".
San Teodoro "insistió en la necesidad del orden y de la sumisión por parte de los monjes para que el monasterio fuese de nuevo una verdadera comunidad orgánica, una verdadera familia, o como dice él, un verdadero "Cuerpo de Cristo", teniendo en cuenta que las persecuciones habían obligado a dispersarse a los monjes.
"Una convicción de fondo de Teodoro es que los monjes asumen el compromiso de observar los deberes cristianos con mayor rigor e intensidad para ofrecer un signo, una indicación a todos los cristianos. Por eso, pronuncian una especial profesión, como un "nuevo bautismo".
El Papa señaló que "el compromiso a vivir la pobreza, la castidad y la obediencia distingue a los monjes con respecto a los seglares". La pobreza personal, continuó, "es un elemento esencial del monaquismo y también indica un camino para todos nosotros. Los monjes deben vivir de forma radical esta renuncia a la propiedad privada, la libertad de las cosas materiales, la sobriedad y la sencillez, pero el espíritu es igual para todos. No debemos depender de la propiedad material; debemos aprender la renuncia, la sencillez, la austeridad y la sobriedad. De este modo puede crecer una sociedad solidaria y se puede superar el gran problema de la pobreza de este mundo".
"Las renuncias principales para San Teodoro son las exigidas por la obediencia, que califica como "martirio de la sumisión". También el Santo Padre puso de relieve que es aplicable esta virtud a todos los cristianos: "el tejido social no puede funcionar si cada uno se sigue únicamente a sí mismo; solo aprendiendo la sumisión, la obediencia al bien común, a las reglas de la vida común, puede sanar una sociedad y Dios mismo puede sanar de esta soberbia que está en el centro del mundo".
El Santo Padre concluyó afirmando que "hoy existen numerosas corrientes que insidian la unidad de la fe común y conducen a un individualismo espiritual peligroso, también de soberbia espiritual. Es necesario comprometerse en defender y hacer que crezca la perfecta unidad del Cuerpo de Cristo, en la que pueden componerse en armonía la paz del orden y las relaciones personales sinceras en el Espíritu".