(AsiaNews) El Patriarcado de Constantinopla ha disuelto una singular jurisdicción eclesiástica rusa en Europa occidental, que se había formado luego de la revolución de 1917 para los refugiados e inmigrantes rusos. La decisión, totalmente inesperada, fue comunicada de manera muy somera, generando sorpresa entre los sacerdotes, fieles y observadores.
La disolución se llevó a cabo durante el Sínodo del Patriarcado ecuménico celebrado del 27 al 29 de noviembre en Estambul. En dicho encuentro se habría decidido, asimismo, proceder a la autocefalia de la Iglesia ortodoxa ucraniana, con la redacción de una suerte de Carta constitucional de la nueva Iglesia auto-céfala.
Según el comunicado del 28 de noviembre, firmado por el metropolita Juan de Charioupolis, administrador patriarcal, con la disolución se busca responder a las exigencias pastorales y espirituales de nuestra era, repetando la ley canónica y la responsabilidad que deriva de ella. Los detalles y las consecuencias de esta decisión serán discutidos en la próxima reunión del Sínodo constantinopolitano, y el metropolita Juan invita a los fieles y sacerdotes a conservar la calma, aguardando que se proceda a identificar las mejores formas de atención pastoral para los fieles afectados por la repentina decisión.
Herencia de la totalitaria revolución comunista de Rusia
Esta atención pastoral del Patriarcado ecuménico se remonta a la década del 20 del siglo pasado. Algunos obispos y metropolitanos rusos habían quedado incomunicados, dado que en su patria, de 1918 a 1921, se había instaurado el régimen soviético, luego de la revolución y de la guerra civil entre blancos y rojos. Con la derrota de la armada blanco-zarista, que había recibido la bendición de los obispos, se impuso la toma de dolorosas decisiones.
La mayor parte de los obispos se reunió en la localidad serbia de Sremski Karlovci, sede del Patriarcado serbio bajo los Habsburgo, y fundó la Iglesia ortodoxa rusa en el exterior que durante todo el período soviético mantuvo el rol de custodio de las tradiciones y de los sentimientos zaristas de la Rusia prerrevolucionaria. Esta parte de la Iglesia rusa no reconocía la legitimidad de aquella operando bajo el régimen soviético, pues la acusaba de colaboracionismo con el Estado ateo.
Dicha fractura quedó subsanada con la reunificación del 2004, obtenida fundamentalmente gracias a los esfuerzos realizados por el metropolita Kirill (Gundjaev), actualmente Patriarca de Moscú, y por el actual metropolita de Pskov, Tikhon (Shevkunov), que en aquél entonces ya era conocido como el padre espiritual del presidente Putin.
Uno de los metropolitanos más influyentes del grupo de los que se habían dado a la fuga, Evlogij (Georgievskij), no se resignó a la división de Moscú y se transfirió a París, como delegado patriarcal para los rusos en Europa occidental. Al tornarse imposibles las relaciones con la patria, Evlogij llegó a un acuerdo con el Patriarcado ecuménico, fundando el Exarcado para los rusos en Europa occidental. En torno a él, se formó el grupo más prestigioso de rusos en el exterior, que reunía a intelectuales de la nave de los filósofos expulsados de Rusia en 1922, con personalidades como Berdjaev, Bulgakov, Losskij y muchos otros. Ellos dieron vida al Instituto de Teología Ortodoxa San Sergio de París, con sede en la iglesia de San Aleksandr Nevskij en la calle Daru, donde luego trabajaron los teólogos rusos más notorios del siglo XX, come Florovskij, Afanasev, Schmemann, Evdokimov, Clément, y muchos más.
El mismo Evlogij se consideraba siempre en comunión con el Patriarcado de Moscú, y este grupo de rusos constantinopolitanos siguió siendo siempre un puente de mediación entre la Rusia ortodoxa soviética con el resto de la ortodoxias y con el mundo cristiano y occidental. A la luz de la ruptura entre Moscú y Constantinopla a causa de la anunciada autocefalia ucraniana, la decisión parece querer afirmar que el rol de los rusos ecuménicos, por derecho y por elección, ya se ha agotado.
O hacerse «griegos» o retornar a Moscú
Los sacerdotes y fieles pertenecientes a este grupo -que en 1999 fue reestructurado otorgándole una diócesis especial- probablemente deban elegir ahora entre el retorno a la jurisdicción de Moscú o bien hacerse griegos para permanecer con Constantinopla. En efecto, la decisión impide los pasajes formales de una jurisdicción a otra, algo que ya estaba comenzando a entreverse en las últimas semanas, en vista del descontento recíproco de quien se inclina ya sea por una u otra parte. Días atrás, por ejemplo, la comunidad rusa de Florencia decidió unirse a Moscú y romper con Constantinopla. Oscilaciones de este tipo se registran en varias comunidades.
Dichos pasajes, por otro lado, no son una novedad: ya sucedían en los tiempos de la Unión Soviética, dependiendo de la posición, favorable o contraria, que los rusos que vivían en el extranjero asumían en relación al régimen. Hoy, en cambio, la alternativa ya no es entre rojos y blancos, sino entre patriotas y ecuménicos.