(Heraldo) La carta se hace eco del incidente ocurrido el pasado lunes por la tarde y del que fue informado el regidor por las redes sociales y por el aviso de ciudadanos que conocieron el hecho. Comprobado el suceso, lo denunció en su cuenta de Twitter.
«Me veo obligado como alcalde a trasladarle mi contrariedad por lo sucedido, toda vez que la Basílica del Pilar forma parte del patrimonio común de la ciudad, independientemente de que su gestión corresponda a la Iglesia católica», escribe el alcalde en la carta.
El hecho, para el regidor, adquiere más gravedad si se tiene en cuenta que la acción por la que la bandera de Falange apareció junto a la Virgen del Pilar de la basílica se produjo la víspera del 20 de noviembre, «fecha elegida por diferentes grupos y organizaciones de ideología franquista para ensalzar la figura del dictador y de su régimen».
Santisteve, además de destacar el valor de la basílica como emblema del patrimonio de Zaragoza, recuerda que el templo, al igual que la catedral de La Seo o las iglesias de La Magdalena o Santiago el Mayor, «pertenecen a la ciudadanía, independientemente de las creencias más íntimas».
Cabe recordar que el Ayuntamiento y la Iglesia mantienen posiciones enfrentadas acerca de la titularidad de los bienes de ésta última en la ciudad.
Añade el alcalde, de Zaragoza en Común, confluencia de formaciones políticas de izquierda, que Zaragoza «no puede asociar su imagen al triste legado del franquismo ni permitir que en espacios de esta proyección pública se exhiban estos símbolos y sirvan para ensalzar la figura del dictador».
El Cabildo Metropolitano de Zaragoza lamentó que un signo «tan universal de concordia y reconciliación» como es la Virgen del Pilar haya sido motivo para avivar viejos rencores y ha pedido perdón.
Santisteve, en nombre del gobierno municipal, se congratula en la carta por «la pronta retirada de dicho manto» y por la «petición de disculpas a la sociedad zaragozana y aragonesa».
Y concluye con el deseo de que «hechos de este tipo» no se produzcan de nuevo por el «daño» que generan en la imagen de Zaragoza y en la «sensibilidad de una gran mayoría» de vecinos y vecinas.