(LSN/InfoCatólica) El cardenal Zen ha revelado que viajó a Roma a fines de octubre para entregar una carta de siete páginas al papa Francisco pidiéndole que prestara atención a la crisis que afecta a la Iglesia Católica clandestina en China.
Zen, de 86 años, quiere volver a hablar con el Papa, pero declaró a UCA News que «esta podría ser la última vez».
El purpurado asegura que «sacerdotes clandestinos le han llegado llorado» desde que el Vaticano firmó un acuerdo con China sobre el nombramiento de obispos:
«Dijeron que los funcionarios les forzaron a unirse a la (cismática) Asociación Católica Patriótica China para obtener un certificado como sacerdotes, argumentando que el Papa firmó el acuerdo provisional entre China y el Vaticano»
Debido a que el acuerdo no es público, el clero católico legítimo no sabe lo que el Santo Padre quiere que hagan:
«Algunos sacerdotes escaparon y otros desaparecieron porque no saben qué hacer y están molestos. El acuerdo no se ha revelado y no saben si lo que dicen los funcionarios es verdad o no»
Algunas de las dificultades de los sacerdotes que aparecen en la carta de Zen son la confiscación de dinero, el acoso de las autoridades civiles a las relaciones que matienen los clérigos con los fieles, el encarcelamiento e incluso la ejecución.
«Pero la Santa Sede no los apoya y los considera como un problema, en el sentido de que no apoyan la unidad. Esto es lo que los hace sufrir más dolor», dijo el cardenal.
Zen también describió su sorpresa de que el Papa Francisco haya dicho que los católicos chinos deberían ser «profetas y, a veces, criticar al gobierno. Me sorprende mucho que él no entienda la situación de la Iglesia china».
El cardenal ha culpado una vez más a los asesores del papa Francisco, entre los que destaca al Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin.
«Él es muy experimentado. También ve la cara fea de China y sabe que no son razonables», dijo Zen. «De hecho, no confía en el lado chino. Sólo los usa para lograr el propósito de establecer relaciones diplomáticas».
El cardenal no tiene intención de atacar al Papa:
«No podemos atacarlo. Si el Papa está equivocado esta vez, espero que admita el error; si él no lo admite, espero que un futuro Papa lo haga. Pero al final, sigue siendo la decisión final del Papa. Si no le sigues, entonces no hay ningún principio, por lo que los hermanos de la parte continental no deben rebelarse».