(ACi Prensa) El Papa Francisco aseguró, durante el Ángelus que presidió este jueves 1 de noviembre en la Plaza de San Pedro del Vaticano, con motivo de la Solemnidad de Todos los Santos, que los cristianos deben elegir entre «la santidad o la nada», porque «Dios lo pide todo y, a cambio, ofrece la felicidad para la que hemos sido creados».
El Santo Padre, que aseguró, ante los 15.000 fieles que asistieron al rezo del Ángelus, que «estamos unidos a todos ellos», se refirió a la lectura del Libro del Apocalipsis correspondiente a este domingo, «que nos habla del cielo y nos pone delante de ‘una multitud inmensa’, incalculable, ‘de toda nación, tribu, pueblo y lengua’».
Esa multitud, explicó el Papa, «son los santos. ¿Qué es lo que hacen allí arriba? Cantan juntos, dan gloria a Dios con alegría».
«Sería bueno escuchar sus cantos…», sugirió Francisco. «Nos los podemos imaginar. ¿Sabéis cuándo? Durante la Misa, cuando cantamos ‘Santo, santo, santo es Señor Dios del universo…’. Es un himno, dice la Biblia, que procede del cielo, que se canta allí. Por lo tanto, cantando el ‘Santo’, no pensamos solo en los santos, sino que hacemos lo que hacen ellos. En ese momento, en la Misa, estamos unidos a ellos más que nunca».
Sin embargo, esos santos a los que hace referencia esta solemnidad de Todos los Santos, no son solo los proclamamos por la Iglesia, sino también todos los anónimos. «Estamos unidos a todos ellos», aseguró el Pontífice. «No solo a aquellos que son más conocidos del calendario, sino también a aquellos ‘de al lado’, a nuestros familiares y conocidos que ahora forman parte de aquella multitud inmensa».
Por lo tanto, «hoy es fiesta de familia. Los santos son cercanos a nosotros, de hecho, son nuestros verdaderos hermanos y hermanas. Nos entienden, nos quiere, saben qué es lo que nos hace bien, nos ayudan, están pendientes de nosotros. Son felices y nos quieren felices con ellos en el paraíso».
«Por ello, nos invitan a seguir el camino de la felicidad indicada en el Evangelio». «Pero, ¿cómo? El Evangelio dice bienaventurados los pobres, mientras el mundo dice bienaventurados los ricos. El Evangelio dice bienaventurados los humildes, mientras que le mundo dice bienaventurados los prepotentes. El Evangelio dice bienaventurados los puros, mientras el mundo dice bienaventurados los astutos y hedonistas».
El Papa invitó a «preguntémonos de qué parte estamos: ¿de la parte del cielo o de la parte del mundo? ¿Vivimos para el Señor o para nosotros mismos? ¿Para la felicidad eterna o para alguna satisfacción inmediata? Preguntémonos: ¿Queremos de verdad la santidad? ¿O nos contentamos con ser cristianos sin infamia ni alabanza, que creen en Dios y aprecian al prójimo, pero sin exagerar?».
«El Señor lo pide todo, y aquello que ofrece es la verdad, la felicidad para la cual hemos sido creados. ¡En definitiva, o santidad o nada! Nos hace bien dejarnos provocar por los santos, que no han vivido a medias y que desde el cielo nos alientan para que optemos por Dios, por la humildad, por la mansedumbre, por la misericordia, por la pureza, para que nos apasionemos por el cielo más que por la tierra».
«Hoy, estos hermanos y hermanas nos piden que escuchemos de nuevo el Evangelio y lo pongamos en práctica, que nos encaminemos hacia el camino de la Santidad. No se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de seguir cada día este camino que nos lleva al cielo, en familia, a casa. Hoy, por lo tanto, contemplamos nuestro futuro y festejamos aquello para lo cual hemos nacido: hemos nacido para no morir nunca más, hemos nacido para gozar de la felicidad de Dios», finalizó el Papa.