(InfoCatólica) Mons. Gänswein ha explicado que según leía el libro para presentarlo, se dio cuenta de que precisamente este martes se cumplían 17 años de los atentados en las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington:
«No quiero comparar las víctimas o el número de abusos en la Iglesia Católica con las 2,996 personas inocentes que perdieron la vida el 9 de septiembre de 2001 en los ataques terroristas en el World Trade Center y el Pentágono.
Nadie ha atacado a la Iglesia de Cristo (hasta ahora) con aviones de pasajeros completamente ocupados. La Basílica de San Pedro sigue en pie y las catedrales de Francia, Alemania o Italia siguen siendo los puntos de referencia de muchas ciudades en el mundo occidental desde Florencia, a través de Chartres, Colonia y Munich.
Y, sin embargo, las noticias que nos llegan desde Estados Unidos acerca de cuántas almas han sido mortalmente heridas por sacerdotes en la Iglesia Católica, envían un mensaje peor, como si todas las iglesias de Pensilvania colapsaran repentinamente, junto con la Basílica de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora en Washington DC».
Y ha añadido:
«Al mismo tiempo, recuerdo como si fuera ayer, cómo el Papa Benedicto XVI, el 16 de abril de 2008, en este Santuario Nacional de la Iglesia Católica en los Estados Unidos de América, exhortó a los obispos del país y se mostró abatido por la "profunda vergüenza" ante el "abuso sexual de menores por parte de sacerdotes" y "por el tremendo dolor que vuestras iglesias han sufrido cuando clérigos han traicionado sus deberes y obligaciones sacerdotales con un comportamiento tan groseramente inmoral".
Probablemente fue en vano, como vemos hoy. La llamada del Santo Padre no detuvo el mal y la jerarquía no le prestó mucha atención».
El arzobispo alemán ha citado las palabras de Benedicto XVI, el 12 de mayo del 2010, en el avión que le llevaba de Roma a Lisboa para visitar el Santuario de Fátima:
«La novedad que podemos descubrir hoy en este mensaje reside en el hecho de que los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que hay en la Iglesia. También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de modo realmente tremendo: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia».
Igualmente ha recordado las palabras del papa emérito cuando presidió el Vía Crucis en Roma en el año 2005, ante «el moribundo Juan Pablo II». En la novena estación dijo:
«¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25)».
En relación al libro, el prelado ha asegurado que su autor, Rod Dreher, supo ver que llegaba el diluvio que arrasa la Iglesia en Estados Unidos. Y ha asegurado que hoy existe un eclipse de Dios:
«El eclipse de Dios no significa que Dios ya no existe, sino que muchos no reconocen a Dios por las sombras que se han puesto delante del Señor. Hoy es la sombra de los pecados y crímenes de la iglesia la que oscurece para muchos su presencia luminosa».
Además ha asegurado que la Iglesia popular, tanto en Europa como en América, en la que muchos nacieron ha muerto durante ese eclipse. Y como ejemplo pone las cifras de su país, Alemania
«De los católicos que aún no han abandonado la Iglesia en Alemania, según encuestas recientes, solo el 9.8 por ciento se reúnen cada domingo en sus iglesias para la celebración común de la Sagrada Eucaristía».
Mons. Ganswein cree que el abandono de la práctica religiosa entre multitud de católicos es una señal de crisis escatológica . Y ha asegurado que "no estoy solo" en esa opinión, recordando las declaraciones del cardenal y arzobispo de Utrech, Willem Jacobus Eijk, en mayo de este año. Esto dijo el purpurado holandés:
«Al observar que los obispos y, sobre todo, el Sucesor de Pedro no logran mantener y transmitir fielmente y en la unidad el depósito de la fe contenido en la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, no puedo evitar pensar en el Artículo 675 del Catecismo de la Iglesia Católica:
«El último juicio de la Iglesia»
675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.»
Mons. Gänswein advierte que «si la Iglesia no puede renovarse esta vez con la ayuda de Dios, todo el proyecto de nuestra civilización está en peligro nuevamente. Para muchos, parece que la Iglesia de Jesucristo nunca podrá recuperarse de la catástrofe de su pecado, que casi amenaza con devorarla».
Ante esa perspectiva, el arzobispo ha recordado las palabras de Benedicto XVI en la misa de inicio de su ministerio petrino, el 24 de abril del 2005:
«Precisamente en los tristes días de la enfermedad y la muerte del Papa, algo se ha manifestado de modo maravilloso ante nuestros ojos: que la Iglesia está viva. Y la Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro. La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente».
El arzobispo ha afirmado que la Iglesia, precisamente por su origen y por la Resurrección del Señor, no puede destruida por su actual 11-S. Y ha añadido que tiene la convicción de que estamos en un momento de gracia y que no saldremos de la crisis por el esfuerzo humano sino por «la verdad que nos hace libres»