(News.va/InfoCatólica) Gran participación tuvo el domingo por la tarde la misa solemne en la Iglesia de Santiago en Medjugorje con la que el arzobispo polaco Henryk Hoser comenzó su ministerio como visitador apostólico especial para la parroquia de la aldea de Bosnia y Herzegovina que es lugar de las supuestas apariciones marianas. Además de los numerosos fieles y peregrinos, informa el Vaticano, estuvieron presentes el nuncio en Bosnia y Herzegovina, Luigi Pezzuto, el obispo de Alessandria, Guido Gallese, y el provincial de los franciscanos, Fr. Miljenko Steko.
El nombramiento de Monseñor Henryk Hoser, arzobispo emérito de Varsovia-Praga, como Visitador Apostólico con carácter especial para la parroquia de Medjugorje fue anunciado el 31 de mayo de este año. Según anunció la oficina de prensa del Vaticano, «se trata de un encargo exclusivamente pastoral» y tiene la finalidad de «asegurar un acompañamiento estable y continuo de la comunidad parroquial de Medjugorje» y de los fieles que peregrinan hasta allí. No le compete, por tanto, el juicio sobre la autenticidad de las apariciones que seis videntes habrían recibido de la Virgen María en Medjugorje desde 1981, que fue objeto de estudio por una comisión especial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presisida por el cardenal Ruini, cuyos resultados se entregaron el pasado año al Papa.
«El Papa Francisco me envió a Medjugorje porque la pastoral exige garantizar un acompañamiento estable y continuo» de esta comunidad parroquial «y de los fieles que van de peregrinación», dijo el prelado en su homilía. El Papa «nos envía allí donde las personas existen y viven, donde los fieles se reúnen para buscar la luz de la salvación».
«En Medjugorje, recordó monseñor Hoser, los peregrinos vienen de lejos, de unos 80 países del mundo». Para viajar muchos kilómetros, dijo, «debemos tener una motivación firme y decisiva». «Pero la palabra lejos tiene también otro significado: significa la situación existencial de muchos que se han alejado de Dios, de Cristo, de su Iglesia y de la luz que da sentido a la vida, para orientarla y darle un propósito vital digno, que vale la pena vivir».
«Esta misión, añadió el arzobispo, no solo se refiere a los distantes, sino también a los cercanos. Y a éstos también en un doble sentido: vecinos porque han vivido en este lugar y territorio durante generaciones; cercanos porque son los feligreses de Medjugorje; porque han sido testigos de tantos eventos sucedidos en esta región durante treinta y siete años. En otro sentido, todos aquellos que viven una fe ardiente y cálida, que desean estar en contacto íntimo y agradecido con el Señor también están cerca».
En este punto, Mons. Hoser planteó la pregunta fundamental: «¿por qué tanta gente va a Medjugorje todos los años?» La respuesta, dijo, es que «vienen a encontrarse con alguien: encontrarse con Dios, encontrarse con Cristo, encontrarse con Su Madre» Y también «para descubrir el camino que lleva a la felicidad de vivir en la casa del Padre y de la Madre», así como «el camino mariano como el más cierto y seguro. Es el camino del culto mariano el que se celebra desde hace años aquí, es decir, ‘ese culto sagrado, en el que la culminación de la sabiduría y la cumbre de la religión se unen y que es, por lo tanto, la tarea principal del Pueblo de Dios’ «(De la Exhortación Apostólica de Pablo VI Marialis cultus)».
Hablando del culto celebrado durante años en Medjugorje, el Visitador apostólico subrayó que «es realmente un culto cristocéntrico, porque, como decía Pablo VI, de Cristo toma origen y efectividad, en Cristo encuentra expresión completa y por medio de Cristo, en el Espíritu, conduce al Padre». Y prosiguió: «Tal es la devoción popular a Medjugorje: en el centro la Santa Misa, la adoración del Santísimo Sacramento, una frecuencia masiva del Sacramento de la Penitencia, acompañada de otras formas de piedad: el Rosario y el Vía Crucis que hacen que las piedras del camino, primero áspero, se vuelvan luego suaves ».
«Los peregrinos, continuó Mons. Hoser, dedican su tiempo a estar presentes en el lugar de Medjugorje». En este sentido, el Santo Papa Juan Pablo II dijo «que como el tiempo puede ser marcado por kairoì, momentos especiales de gracia, de manera similar el espacio puede ser marcado por intervenciones particulares de salvación de Dios. Y esto, por otra parte, una intuición presente en todas las religiones, en las que no solo hay tiempos, sino también espacios sagrados, en los que el encuentro con lo divino se puede experimentar de una manera más intensa de lo que suele ocurrir en la inmensidad del cosmos» (Carta de la peregrinación, 30 -6-1999).
Así, «Medjugorje nos ofrece el tiempo y el espacio de la gracia divina por intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, venerada aquí bajo la advocación de Reina de la Paz, muy conocida en la Letanía Lauretana». Es cierto, concluyó el prelado, que «el mundo necesita una gran paz: la paz del corazón de todos, la paz en la familia, la paz social y la paz internacional, tan deseada por todos, especialmente por los ciudadanos de este país, tan probados de la guerra de los Balcanes. Promover la paz significa construir una civilización basada en el amor, en la comunión, en la fraternidad, en la justicia y, por lo tanto, en la paz y la libertad».