(Fides) La Iglesia Católica del estado indio de Orissa (o Odisha), en el este de la India, se está preparando para celebrar la solemne conmemoración de las víctimas de las masacres contra los cristianos de 2008.
Una carta de la archidiócesis de Cuttack-Bhubaneswar recuerda que la persecución contra los cristianos en Kandhamal cumple 10 años en este 25 de agosto de 2018. En carta, el arzobispo John Barwa SVD indica:
«En el Eclesiastés se dice que «hay un tiempo para cada cosa». Nosotros creemos que Dios tenía una razón y un motivo para permitir la persecución en Kandhamal en 2008. Como escribe San Pablo (2 Cor. 4: 9), Estamos perseguidos pero no olvidados, derribados, pero no aplastados»,
«En medio de todas las dificultades, la Iglesia experimenta de forma constante la presencia y el acompañamiento de Dios. Recemos para que el Espíritu Santo ilumine las Iglesias perseguidas para que crezcan continuamente en la fe», indica, anunciando además la celebración de una Eucaristía solemne el 25 de agosto. Será una «misa conmemorativa» a la que están invitados cardenales, arzobispos, obispos, sacerdotes, religiosos y fieles, para recordar «a los que dieron su vida por el Señor y el Evangelio» y para rezar «porque sus vidas puedan inspirarnos y animarnos», escribe el arzobispo.
La Iglesia en Orissa pide además a los obispos de la CBCI que se unan a nosotros en oración por esta ocasión privilegiada, sagrada y memorable».
«También les pido que recen incesantemente por la causa de los mártires de Kandhamal. Que Santo Tomás, el Santo Patrón de la archidiócesis, interceda por nosotros para que podamos ser sanados de nuestras heridas y vivir en armonía y paz como hermanos y hermanas, hijos del único Dios».
En agosto del 2008 radicales hindúes comenzaron en Orissa una feroz persecución contra los cristianos, culpándolos del asesinato del gurú Swami Lakshmananda, líder del grupo nacionalista hindú Vishva Hindu Parishad. En cuatro meses de violencia, más de 100 personas murieron; 6.500 viviendas fueron destruidas; alrededor de 395 iglesias y lugares de culto fueron dañadas o demolidas; más de 56.000 personas fueron obligadas a huir.