(Gaudium Press/InfoCatólica) El purpurado hizo hincapié en la importancia de la vida sacramental para fortalecer la unión de los esposos.
«La Penitencia es el sacramento de la misericordia de Dios. Así recibimos el perdón de Dios y la seguridad de la restauración de la gracia a una persona que ha tenido la desgracia de caer en pecado mortal», recordó el cardenal, quien indicó que este Sacramento, junto con la Eucaristía son los más mencionados en la Encíclica Humanae Vitae del Beato Papa Pablo VI. Mientras la Confesión ofrece la gracia necesaria para hacer un progreso constante en la vida espiritual, la Eucaristía alimenta a los fieles y los ayuda a crecer espiritualmente.
El recurso asiduo a los sacramentos es una de las claves de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones en las familias. «El ejemplo es más poderoso que las palabras», indicó el purpurado. «Si los hijos ven que los padres se toman en serio la participación en la Misa, y además ven que los padres van a la Confesión, y observan que sus padres reciben la santa Comunión, los niños aprenden, aún más que en la clase de catecismo».
El Card. Arinze recordó que el Matrimonio es un sacramento que guía hacia la santidad, en el cual los esposos «se perfeccionan uno al otro, llegan a ser un medio de la gracia uno al otro», de una manera irreemplazable. «No se puede inventar nada mejor que el Matrimonio y la familia, ni tampoco se puede inventar de nuevo. Cualquier esfuerzo humano que se hace hacia un cambio de esto está condenado al fracaso».
El purpurado recordó que el respeto por la integridad de la persona humana y la dimensión espiritual de la unión es la razón por la cual la Iglesia recuerda la inmoralidad de la anticoncepción. «No es la ley de la Iglesia, es la ley de Dios», explicó el Prefecto emérito, «porque el uso del anticonceptivo significa que el hombre y la mujer desean hacer su acción, la cual se reserva al hombre y su esposa, pero toman otra acción para prevenir la conclusión de nueva vida, y esto significa que desean engañarle a Dios, ser más inventivos que Él, hacer algo en contra de Él»
El cardenal invitó a los esposos a promover el mutuo respeto y la disciplina en su vida conyugal admitiendo que existen alternativas naturales que preservan la dignidad de la mujer y la unión conyugal y que puede ser empleadas cuando haya razones graves. Si bien esta enseñanza puede resultar contracorriente en la actualidad, «no existe ninguna forma de Cristiandad en la cual no haya cruz- ninguna, no existe», insistió, «porque Él mismo, Cristo, dijo: ‘El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga'».