(Efe) El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha admitido que el pasado octubre, en plena crisis catalana, habló «absolutamente con todos» los políticos que tenían alguna responsabilidad, incluido Carles Puigdemont, y a todos les trasladó la necesidad de respetar la ley y la Constitución, que «nos hace convivir y respetarnos» y ha dado a España «años de dicha y convivencia».
Durante la entrevista en Antena 3, Osoro ha defendido que la «normalidad» en la vida supone «el respeto a la ley», y más en el caso de la Constitución, una «gran obra» que se hizo entre «muchas» personas que supieron ponerse de acuerdo.
Por eso en octubre hizo «todo lo posible» para que el orden constitucional, «que es bien común de todos y para todos», se mantuviese.
Osoro ha defendido la necesidad del diálogo, pero con «límites» y «condiciones», porque «no se puede hacer al margen de ese orden constitucional», y ha dicho desconocer si el propio Vaticano mantuvo conversaciones o pidió que se mantuvieran para mediar en el conflicto.
No quiere ligar fe y patria
Ha subrayado que no es partidario de «ligar» fe y patria, sino de defender el marco de la justicia para garantizar la convivencia y el respeto.
Respecto al nombramiento, hace unos días, de tres obispos auxiliares en Madrid -José Cobo Cano, Santos Montoya Torres y Jesús Vidal Chamorro, más jóvenes de lo habitual en estos cargos-, Osoro ha recalcado que «rejuvenecer es importante, la Iglesia y todo», porque «es bueno» que haya gente que, por su edad, «sea capaz de entender mejor las realidades que estamos viviendo».
Y ha destacado el hecho de que los tres hayan tenido profesiones antes de unirse a la Iglesia -uno es economista, otro abogado y otro químico-, porque «siempre es bueno tener conocimientos distintos, haber vivido experiencias de trabajo o universitarias con otras personas que tienen otras ideas».
Límites de la libertad de expresión
Preguntado, además, por los límites a la libertad de expresión, ha respondido que «todo aquello que no respeta a los demás, o que no respeta lo que es sagrado para los demás, no ayuda a la convivencia», y ha abogado por que cualquier creyente, de la religión que sea, pueda vivirla con normalidad en el ámbito público «y ser respetado», igual que los creyentes deben respetar otras situaciones distintas a las suyas.