(Javier Gutiérrez/InfoCatólica) Desde su oficina de trabajo, el Padre Luis Gaspar Uribe, acompañado de la imagen del Papa Francisco ordena toda la información y documentos que quedaron de la organización de la visita del Papa a la Arquidiócesis de Lima. Para alguien que ha organizado uno de los eventos más grandes del Perú y de los más importantes de Latinoamérica, este reto sólo pudo ser posible con la ayuda de la Virgen María y del Señor de los Milagros. Hoy, después de unos días de descanso, trabaja nuevamente con su equipo para preparar la Marcha por la Vida 2018, siguiendo el pedido del Cardenal Juan Luis Cipriani y el encargo del Santo Padre.
Muy buenos días, don Luis. Hay algo con lo que tenemos que empezar, en el momento en que le dicen: ‘Viene el Papa a Lima y usted se va a encargar de organizar todo. En ese momento, ¿qué fue lo primero que se le vino a la mente?
(Se ríe). En mi vida sacerdotal he recibido por parte del Cardenal Cipriani muchos encargos pastorales. Entre mis deberes como sacerdote, ocupa un lugar especial en mi corazón la Marcha por la Vida. En sus diferentes versiones desde el 2013 fuimos creciendo en experiencia, equipo y número de convocatoria, en la última, la del 2016, asistieron 750 mil personas. En junio del año pasado, al igual que todos los peruanos, me alegré con la noticia de la visita del Papa; pero jamás imaginé que el Cardenal me llamaría para darme la responsabilidad de organizar el evento más grande y bonito que se ha hecho en Lima y el Perú. Creo que la experiencia de la Marcha por la Vida y mi viaje a Colombia para la visita del Papa me sirvieron para organizar un gran equipo de trabajo en la Arquidiócesis de Lima.
¿Cómo se organiza un equipo de trabajo para una visita papal?
Luego de que el Cardenal me diera este encargo, lo primero fue convocar a profesionales para delegarles diferentes encargos, lo que luego llamamos las ‘comisiones de trabajo’, como la de Seguridad, Convocatoria, Comunicación y Prensa, Producción, Pastoral, Guardia del Papa, entre otros. Fueron aproximadamente 150 profesionales dándose al 100 por ciento a la visita del Papa a Lima. En estas comisiones tuvo un lugar especial la Guardia del Papa, que convocó a 30 mil jóvenes. Ellos fueron el alma de la visita y ayudaron en todo lo que se les requirió. Por ejemplo, trabajaron más de 24 horas ininterrumpidas en la Multitudinaria Misa de Las Palmas.
Pero, antes de llegar a la visita en sí. Viendo la realidad de Chile y en los momentos de preparación, ¿en alguna ocasión pensó: ‘el pueblo peruano no va a responder como esperamos’?
Nunca dudé de la respuesta del pueblo católico peruano a la venida del Vicario de Cristo. Intuía que una multitud iba a salir al encuentro del Papa. Sí que me quedé corto, no lo esperaba en esa dimensión, pero no dudé de la respuesta de la gente, y no sólo por cuestión de fe, sino por la experiencia que ya tenía de la Marcha por la Vida. La respuesta que yo iba encontrando en la organización de la visita del Papa Francisco a Lima en las diócesis vecinas, con los obispos, en las parroquias, en los movimientos eclesiales, en las calles, en colegios, en universidades, en hermandades, en instituciones políticas y militares, era 20 veces más de lo que yo recibía con respecto a la Marcha por la Vida. Entonces, por esa parte había mucha tranquilidad, mucha paz. Lo que tocaba era organizar la producción, la logística del programa no sólo de las Palmas, sino también del Santuario del Señor de los Milagros, Plaza de Armas, la Catedral, Palacio Arzobispal y la Nunciatura Apostólica.
¿Cuál fue el momento más duro de todo, incluyendo preparación y visita?
El momento más duro de este trabajo fue cuando nos cambian la sede de la misa en Lima de la Costa Verde a Las Palmas. Fue un momento de quiebre de esa ilusión que había de hacer la misa en la playa, un momento difícil del que nos levantamos muy rápido. Llevábamos cuatro meses preparando la Costa Verde que había sido aprobada por el Vaticano, habíamos hecho pruebas de sonido y de pantalla y, sobre todo, se había avanzando en la preparación de la explanada en un 90% para la ubicación del escenario principal, y la distribución de los fieles. Incluso ya teníamos asegurada la instalación de la fibra óptica para la transmisión de la actividad. Teníamos el plan de contingencia y el diseño del recorrido del papamóvil. Cuando el Gobierno propuso el cambio, tuvimos que empezar de cero, perdimos un valioso tiempo; pero rápidamente cambiamos el chip, y nos fuimos a Las Palmas donde hubo mil dificultades. No olvidemos que Las Palmas es una base militar, un aeropuerto que teníamos que preparar para el millón y medio de personas que se esperaba. Esto lo tuvimos que hacer en dos meses, tiempo récord.
Y, ahora sí, propiamente de la visita, ¿cuál fue para usted el mejor momento de todos?
(Se ríe de nuevo). Uno de los momentos que guardaré en mi corazón fue cuando el pueblo de Manchay llegó hasta la Nunciatura junto con el Padre José Chuquillanqui para saludar al Papa y hacerle sentir el cariño que le tienen las periferias de Lima. Cuando el Santo Padre llegó hasta la Nunciatura, se sorprendió de ver al pueblo de Manchay. Entonces, el Nuncio, Monseñor Nicola Girasoli, me indicó que acompañase al Papa mientras él iba a buscar al padre José, así que mientras el Santo Padre caminaba bendiciendo a los fieles yo empecé a explicarle sobre Manchay, y él, con una gran sonrisa, se volteó y me dijo: “Che Gaspar, lo tuyo es la vida” y continuó bendiciendo y saludando a los manchainos que no dejaban de expresarle su cariño. Al cabo de un rato, cuando terminó la bendición, casi llegando a la puerta de la Nunciatura, el Papa, que al parecer aún mantenía en su memoria el tema, me dijo nuevamente: “mirá mi tuit de esta mañana”. El tuit decía: “Cada vida cuenta desde el principio hasta el final, desde la concepción hasta la muerte natural”. Yo ya lo había leído y compartido, y se lo dije. A mí eso me dejó impresionado porque el Papa sabía no sólo quién es este humilde servidor, sino que conocía el trabajo que se hace en la Arquidiócesis de Lima con la Marcha por la Vida, una de las marchas más grandes de Hispanoamérica y de las más importantes del mundo, y que este año también coordinaré a pedido del Cardenal Juan Luis Cipriani.
¿Otra anécdota que nos puedas compartir?
Anécdotas tengo cientos. Por ejemplo, cómo nace la idea de los rosarios del Papa: El día que el Cardenal me comunicó y me nombró oficialmente como Director Ejecutivo de la Visita del Papa a la Arquidiócesis de Lima, yo tenía que ir al penal Piedras Gordas en Ancón, como todos los segundos martes de mes. Ese día me fui manejando de Lima a Ancón, y el trayecto puede durar, como mínimo, una hora de ida y otra hora de regreso. Entonces, ahí hubo mucho tiempo de estar solo manejando y rezando. En esos momentos de pensar y en oración sale el miedo natural y una pregunta me daba vueltas ‘¿seré capaz de organizar un evento de tal magnitud?’ ¡Qué privilegio el mío! Pero te vienen una serie de preguntas, y cuando llegué a Ancón II, mientras pasaba el proceso de revisión de documentos, caí en la cuenta que la visita del Papa no contemplaba en ningún momento un encuentro con las personas recluidas en las cárceles. Fue ahí cuando surgió la idea de los rosarios, y vino a mi mente la frase: “Estuve preso y viniste a verme” (Cf Mt, 25,36). Ahí la pastoral carcelaria y las autoridades del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) cumplieron un papel fundamental para que, con la elaboración de rosarios, los internos estuvieran presentes con el Papa. Fueron 200 mil rosarios que los internos elaboraron con mucha fe y amor, y que han quedado como un bonito recuerdo de la visita del Papa Francisco a nuestro país, que próximamente serán distribuidos en las parroquias, hermandades, movimientos eclesiales, colegios y universidades.
¿Se podría decir, entonces, que la Virgen María tuvo un papel principal en todo el trabajo de esta visita?
Así es, yo me quedo con esos momentos del rosario. La Virgen María siempre nos acompañó con la alegría y el gozo. El cambio de sede, por ejemplo, nos preocupó y alteró todo nuestro plan de trabajo, pero continuamos de inmediato con un gozo que venía de María. Otro momento, al que le llamo ‘la gozada’, fue cuando el Cardenal Juan Luis confirmó la presencia del Señor de los Milagros en la Misa de Las Palmas. ¡La devoción más grande y popular del Perú se haría presente en el último evento oficial del Papa! La multitud que vendría a despedir al Vicario de Cristo se encontraría con el Cristo Moreno presidiendo el altar, sería un cariño de Dios al pueblo peruano.
¿Qué reflexión le deja la visita del Papa Francisco?
El Papa tiene sus propias frases y de alguna manera las va repitiendo donde va: ‘no balconees’, ‘hagan lío’, ‘proteger a los descartados’, ‘una Iglesia en salida’, ‘oler a ovejas’, ‘cuidar la casa común’... Pero hay dos frases que cuando en su momento las escuché, me tocaron la campanita, y en estos días las estoy reflexionando: Una, el tema de los chismes: El chisme es peor que el terrorismo de Ayacucho. He nacido en Ayacucho y, por lo tanto, sé qué significa cuando el Papa dice que el chisme es peor que el terrorismo. Nos está diciendo: ‘¡Atención! El chisme es algo muy grave’. La segunda frase fue: ‘no sean coleccionistas de injusticias’. Esto lo dijo durante su homilía en la Misa de Las Palmas. El Papa nos dice que tenemos que salir al encuentro de Jesús por todos los caminos, por todas las calles, por los caminos polvorientos. Hay que dejar atrás los lamentos, buscando por todos los medios que no haya injusticias y, si se da la injusticia, hay que rezar, pedir perdón y dejar ello en manos de Dios. Pero lo que no podemos hacer es seguir lamentándonos. El Papa ha dicho, por ejemplo, que el aborto es “profundamente injusto”, y esto está claro: no podemos ser “coleccionistas de injusticias”. Sigamos saliendo al encuentro de Jesús. Sólo así la visita del Papa tendrá frutos. Además, el mundo entero quedó asombrado de la organización y convocatoria de esta visita que ha marcado un antes y un después en la historia y en el corazón de los peruanos. Fueron días apoteósicos. Por ejemplo, la Misa en Lima congregó a un millón y medio de personas que convirtió a las Palmas en un tsunami de fe, donde el Papa Francisco quedó conmovido y agradecido por haberlo dejado palpar la fe de un pueblo hospitalario.