(Trece) El papa Francisco pide en su documento estar alertas frente a los «falsos profetas» que, «ante acontecimientos dolorosos engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones». A ellos, los llama «encantadores de serpientes» que usan las emociones huamanas para «esclavizar a las personas» y se representan en la ilusión del dinero, y el «placer momentáneo» en el que se encuentra atrapada nuestra sociedad muchas personas, para las que las relaciones son «de usar y tirar, de ganancias fáciles pero deshonestas».
Las consecuencias de escuchar a estos profetas es el enfriamiento del amor. «Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, a esta sigue el rechazo de Dios.» Y la falta de amor se transforma en «violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras ‘certezas», contra el extranjero, el anciano, el niño y el más débil.
Francisco vuelve a demostrar su compromiso con la protección de la Tierra. Continuando con la filosofía iniciada en la ’Laudato sí’, el Papa denuncia que el desinterés y la falta de amor están destruyendo nuestro planeta. «La tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados».
En este tiempo de Cuaresma que arranca el 14 de febrero, el Santo Padre nos invita a recuperar el contacto con la Iglesia y practicar la oración, la limosna y el ayuno. Es importante practicar la oración para que «nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos.»
Para combatir los males de los falsos profetas y de la avidez del dinero, Francisco nos invita también a practicar la limosna, que «nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es solo mío.»
El ayuno es la última herramienta a utilizar en Cuaresma. Es una ayuda definitiva para crecer. «Nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios.»
Aunque está dirigido especialmente a los Católicos, el Santo Padre desea que su mensaje trascienda los límites de la Iglesia y pueda ser practicado por todos aquellos que puedan ver la profundidad de su mensaje universal del amor al otro.