(Life Site News/InfoCatólica) Entre los participantes estaban el presidente del comité de afiliados suizos de Planned Parenthood, y el presidente de la Real Asociación Médica Holandesa, pro eutanasia.
«El espíritu del encuentro parece haber sido precisamente ese: una presentación neutral de puntos de vistas reacios a las preguntas sobre el final de la vida» expone el documento firmado por el presidente de la JAHLF Josef Seifert y otros miembros de la Academia.
Ellos recuerdan que en su «formato original, tal como fue fundada por el Papa San Juan Pablo II, la PAV requería que sus miembros hicieran el juramento de expresar y defender siempre, de acuerdo con sus respectivas profesiones (incluyendo los escritos teóricos), el valor de toda vida humana, así como la verdad del Evangelio de la Vida y las enseñanzas de la Iglesia sobre la vida humana».
Pero no existe ya tal requisito en la refundación hecha por el papa Francisco. Y esto se demuestra a la vista de los invitados a participar en la conferencia de noviembre.
«Teniendo en cuenta las presentaciones de la mayoría de los oradores, obviamente el encuentro convocado por la PAV debería hacernos reflexionar y nos causa profunda preocupación», manifiestan los miembros de la JAHLF.
Y añaden que «es preocupante que, justo ahora cuando los fieles católicos más necesitan de indicaciones firmes y claras para resistir la prevaleciente tendencia secular, la Santa Sede acoja un encuentro en el que las opiniones, que contradecían abiertamente la enseñanza católica, fuesen tratadas como dignas e incluso puestas al mismo nivel que aquellas que defienden la enseñanza de la Iglesia. Con respecto a esto, es también preocupante que las verdades éticas y teológicas más importantes concernientes a la muerte, a la agonía y al sufrimiento fueran claramente menospreciadas».
Los firmantes dicen que el material presentado en la conferencia de la PAV «podía fácilmente crear gran confusión entre los profesionales de la salud, juristas y políticos, así como también entre el clero y los laicos».
«Por todas estas razones, nosotros, los miembros de la Academia Juan Pablo II para la Vida Humana y la Familia, procedemos a publicar el siguiente manifiesto sobre algunos de los puntos éticos y teológicos centrales relacionados con la objeción de conciencia, la medicina paliativa, la sedación terminal, la eutanasia y el suicidio asistido por médicos», aseveran.
Los firmantes del texto exponen las posiciones genuinamente católicas sobre materias tan controvertidas como la objeción de conciencia, el aborto, la eutanasia derivada y otros asuntos.
«Imponerle a un médico el deber de realizar un aborto o practicar la eutanasia (o alternativamente, abandonar la profesión médica o un cierto hospital) o tener que derivar a una mujer a un abortista, es gravemente pecaminoso y una violación directa de su inalienable dignidad humana y su libertad de conciencia», afirman.
«El mismo principio se aplica a los casos en los que a un médico pro-vida se le pide o se le obliga a derivar a un paciente (que quiere suicidarse ayudado por un médico o pide la eutanasia) a un colega que realice dichos actos. No sólo no está obligado el médico pro-vida a mandar a un paciente a un colega que realice actos intrínsecamente malos, es que le está absoluta y moralmente prohibido actuar de dicha forma», continúan.
Se dice que, en tanto en cuanto la víctima consienta el acto por el cual una tercera persona lo mate, dicho acto no sería inmoral. Bajo esta tesis subyace la aseveración de que la voluntad humana es la fuente de la moralidad, y/o la afirmación de que nadie puede sufrir una injusticia voluntariamente.
Y sentencias que «difícilmente puede imaginarse nadie una perversión mayor de la verdad moral y del derecho natural que la idea de que una persona tiene el derecho de demandar que otra cometa el delito de matarle. Nadie tiene el derecho en ningún caso de reclamar a la sociedad que le ayude a cometer un delito contra él mismo, u obligue a otros a perpetrar el delito de asesinarlo. Por el contrario, las demás personas y el Estado, en virtud de su verdadera autonomía moral que está sujeta a la verdad, están en todo su derecho moral de rechazar dicha petición».
Los miembros de la JAHLF afirman que los pacientes que están al final de sus vidas y que quieren morir deberían ser tratados como «personas vulnerables» que están sometidos a «presiones indebidas» durante «el más delicado, triste y temible» período de sus vidas.
Además alaban «los buenos cuidados paliativos tales como los calmantes y los relajantes para todos los pacientes incluyendo el cuidado de los gravemente enfermos» como «una parte integral de la medicina de todos los tiempos». Advierten contra los perversos tipos de cuidados paliativos que son en realidad «un instrumento para la eutanasia encubierta o manifiesta».
«Actuando bajo el disfraz de 'la autonomía del paciente' o fijando 'objetivos en la atención a los pacientes', se les anima a los mismos a dar instrucciones por anticipado que autoricen la suspensión del tratamiento médico e incluso de la nutrición o la hidratación».
También advierten sobre «la sedación terminal» que, según se dice, se usa para «evitar el dolor», pero que en realidad «priva al paciente de consciencia hasta que muere». Este «eufemismo de eutanasia» a menudo implica acelerar la muerte cuando «los tranquilizantes y calmantes son administrados en dosis excesivamente elevadas».
Los firmantes concluyen que «el significado de la muerte encierra el secreto del sentido de la vida. Por lo tanto, cualquier consideración sobre la muerte, a la luz de la dignidad humana, debe tener en cuenta que evitar el dolor no debe ser ni la única respuesta ni la más importante a una enfermedad terminal. La dimensión religiosa debe tener un papel central en el cuidado integral de los pacientes con enfermedades terminales».
Traducido por Ana María Rodríguez, del equipo de traductores de InfoCatólica