(Fides) «En la vida de los ciudadanos, el poder adquisitivo es casi igual a cero. Hay tanta desesperación, que las personas se ven empujadas a cometer saqueos y violencia todos los días, porque no hay alimentos en los supermercados. Sin mencionar las medicinas», señala. La riqueza del país «no llega a las personas, porque el Estado se lo queda», explica, «pero el pueblo empobrecido merecen ser el sujeto de su destino con dignidad». Las fuerzas armadas, explica a continuación «están reprimiendo violentamente las protestas y no actúan para proteger las vidas de los ciudadanos, faltando al respeto de los derechos humanos».
La Iglesia, continúa el presidente, contribuye todo lo que puede, sobre todo gracias a la obra de Caritas, pero también sufre por la disminución de fondos, que los fieles dan a través de las colectas. Por otro lado se registra también el éxodo de sacerdotes extranjeros ancianos, enfermos o simplemente asustados por la violencia y la falta de posibilidades de recibir cuidados médicos. «La mitad de nuestros encargados de la pastoral familiar y de los líderes juveniles», señala el Obispo, «han emigrado a Colombia, Perú o Chile, porque aquí no tienen oportunidades». Junto con ellos han dejado el país cerca de dos millones de compatriotas, para los cuales Mons. Azuaje pide la solidaridad de los países vecinos, que espera «los reciban como hermanos».
Ante la situación dramática del país, los obispos piden «la solidaridad de la Iglesia en otros países e instituciones de cooperación internacional», como Caritas Internationalis. La situación se ve agravada por el hecho de que el gobierno no reconoce la emergencia y no permite la llegada oficial de ayudas, lo que solo empeora la situación actual. El Presidente de la Conferencia Episcopal cita un ejemplo: «Los especialistas de Cáritas han detectado en el terreno un crecimiento preocupante en la desnutrición infantil entre los niños menores de cinco años. Han enviado estos datos a las autoridades sanitarias, pero los han rechazado, además de prohibir la publicación de esas cifras». Casos de este tipo están al orden del día, agrega el obispo: «Siempre invitaremos al diálogo - dice el prelado - pero si esto no trae resultados, la CEV propondrá celebrar un referéndum para conocer la voluntad real de la población sobre el futuro del país. Además continuaremos alentando a la gente a actuar para su propia supervivencia».
«Venezuela la tenemos que construir entre todos», espera el obispo, al tiempo que señala que la Iglesia «no es enemiga de nadie, sino que acompaña a la sociedad con la profecía, la denuncia y la proclamación del Evangelio». «Debemos unirnos -concluye- para hacer que las comunidades se ayuden entre sí, con un sentido de comunión, que la Iglesia no deja nunca de practicar, especialmente ahora, que la gente está sufriendo».