(Efe) «No sólo trabajando para resolver los problemas políticos que han provocado el desplazamiento masivo de personas, sino también ofreciendo asistencia material inmediata a Bangladesh en su esfuerzo por responder eficazmente a las urgentes necesidades humanas», dijo el papa en su discurso a las autoridades.
El Papa volvió a evitar pronunciar el término rohinyá, al hablar de la minoría musulmana perseguida por Myanmar, y se refirió a ellos como «a los refugiados llegados en masa del estado de Rakáin», en la alocución que pronunció ante las autoridades en el palacio presidencial de Dacca.
Por su parte, el presidente bangladeshí, Abdul Hamid, ha felicitado al papa Francisco por alzar su voz por los actos de «brutalidad» contra los miembros de la minoría musulmana rohingyas que encuentran refugio en Bangladesh.
«La muy loable posición que su santidad ha tomado a favor de los rohingyas en apuro y su apasionada voz contra esa brutalidad, nos da esperanzas para una resolución de la crisis», afirmó el presidente en el Palacio Presidencial en presencia del papa Francisco.
Bangladesh, que tiene una población de 160 millones de personas, es uno de los países más pobres del mundo y uno de los más expuestos al cambio climático. Desde hace tres meses el país tiene que lidiar, además, con la llegada masiva de rohingyas procedentes de Birmania.
Se estima que más de 620.000 personas de esta minoría musulmana apátrida llegaron al país desde finales de agosto, para escapar a la violencia del ejército birmano que la ONU calificó de «limpieza étnica».
Desde entonces, viven en la miseria, hacinados en campamentos que han crecido hasta tener el tamaño de ciudades, donde dependen de la distribución de alimentos.
Esta crisis humanitaria, una de las más graves en lo que va de siglo XXI, es el telón de fondo de la visita del pontífice de 80 años, que permanecerá en el país hasta su retorno a Roma el sábado por la tarde.
Antes de emprender el viaje, el papa argentino ha celebrado este jueves por la mañana una última misa que congregó a cientos de fieles en la catedral Santa María de Rangún.
Para la minúscula comunidad de cerca de 380.000 católicos bangladesíes, esta visita papal, la primera desde la que hizo Juan Pablo II en 1986, es una fuente de inmenso orgullo.
Topoti Doris, una feligresa de la iglesia del Santo Rosario de Daca, construida por misioneros agustinos en el siglo XVII, dijo estar «atónita» de que el papa acuda el sábado en su parroquia.
«No lo puedo explicar con palabras, es algo que uno siente en el fondo de su ser», comentó a la AFP tratando de explicar su alegría.
El mensaje del viaje del Papa a Bangladesh, un país donde el 90% de la población es musulmana, se dirige a todas las religiones, indicó a principios de semana el arzobispo de Daca.
«El papa no viene solo por los católicos sino para la nación entera. Para todo el mundo en este país, sin importar su fe, sus creencias y su cultura», dijo el cardenal Patrick D'Rozario.
Delegación rohingya
Las palabras de Jorge Bergoglio sobre la crisis humanitaria de los rohingya son muy esperadas en Bangladesh. El papa argentino expresó antes de su viaje su preocupación por estos parias «torturados y asesinados por sus tradiciones y por su fe».
Pero la diplomacia pesó en su visita a Birmania, y el Papa no abordó la cuestión frontalmente ni en su escala en Rangún ni en Naypyidó.
El clero local le había aconsejado no pronunciar la palabra «rohingya», tabú en ese país que considera que las personas de esta minoría son extranjeros.
Francisco, preocupado por no atizar los ánimos de una opinión pública ya caldeada por el nacionalismo budista y la críticas de la comunidad internacional, se contuvo y sólo hizo alusiones a la violencia.
En su discurso en Birmania, el Papa apeló al «respeto por todo grupo étnico» y a «superar todas las formas de incomprensión, de intolerancia, de prejuicio y de odio».
«No se puede esperar que la gente resuelva problemas imposibles», dijo el miércoles su portavoz, Greg Burke, en respuesta a las críticas el Vaticano, estimando que el papa no había perdido su «autoridad moral».
Durante su viaje a Bangladesh, Francisco no se desplazará a los gigantescos campamentos de refugiados del sur, situados a una hora de avión de Daca, pero se reunirá el viernes con una delegación de refugiados rohingya, uno de los platos fuertes de su visita de tres días.
El Papa «debe ser nuestro puente. Debe pedir nuestros derechos, nuestra ciudadanía (en Birmania). Si no, este tipo de visitas no sirven para nada», dijo Azim Ullah, un representante rohingya que vive en el campamento de Balukhali.
A menudo pobres y analfabetos, la inmensa mayoría de los rohingya no saben quién es el Papa.
Para recibir al pontífice, las autoridades reforzaron la seguridad en Daca, donde Francisco celebrará una misa al aire libre.
La desaparición de un sacerdote católico desde el lunes en el oeste del país genera preocupación, aunque la policía dijo estar este jueves «casi segura» de que el caso no está vinculado con el extremismo islámico.
Bangladesh ha registrado en los últimos años un recrudecimiento de los ataques yihadistas. Pero la represión de las autoridades, tras un atentado en una cafetería de Daca en 2016, parece haber debilitado a estos movimientos.