(EP/Reuters) «Nos hemos mantenido callados durante dos semanas después del cierre de la primera iglesia, pero debido a nuestro silencio la situación ha empeorado. Es como si la oración fuera un crimen por el que los coptos deben ser castigados», ha declarado la diócesis de Menia en un comunicado oficial.
Una de las iglesias ha sido cerrada bajo la sospecha de que podía estar bajo peligro de atentado. Sin embargo, la diócesis ha denunciado que no se ha producido ningún ataque y la iglesia continúa aún clausurada.
Los cristianos coptos, que constituyen un 10 por ciento entre los casi 95 millones de habitantes de Egipto, han alertado en múltiples ocasiones de que llevan siendo perseguidos desde hace años y reclaman que el Estado no toma en consideración la gravedad de su situación.
No obstante, los coptos son partidarios del presidente Abdelfatá al Sisi, quien ha prometido aplastar el extremismo islamista y proteger a los cristianos. El pasado abril declaró el estado de emergencia durante tres meses después de dos atentados contra iglesias.