(Nacho Sánchez/InfoCatólica) El próximo 21 comenzará en Barcelona la segunda campaña «40 días por la Vida».
Cuarenta días es un período de tiempo bíblico, de transformación, y de prueba. Cuatro personas, desesperadas porque no lograban resultados en su lucha contra la cultura abortista en Texas, decidieron simplemente, ponerse a rezar a las puertas de una clínica abortista. El resultado de su atrevimiento es que, a día de hoy, después de varias campañas a lo largo de todo el mundo, 89 clínicas abortistas han cerrado, más de 154 empleados han abandonado su trabajo, y más de 13.300 mamás, pese a su inicial intención por abortar, decidieron echarse atrás, y trajeron al mundo al hijo que llevaban en su vientre, y eso ocurrió sólo por ver a la gente rezando en la puerta de clínica abortista. Así nació la iniciativa 40 Días por la Vida.
Hace seis meses, un grupo de personas, decidió creer en los mismos frutos logrados por aquellos que habían empezado esta iniciativa en Texas, y se organizaron para rezar a las puertas de una clínica abortista en Barcelona. Al final, llegaron a ser 500 personas. Parece ser que no están solos, porque a día de hoy esta iniciativa se ha reproducido en 715 ciudades, en 44 países, con más de 750.000 voluntarios. La buena nueva es que ahora hay nuevos estudios que ponen de manifiesto que entre la primera y la segunda campaña, se reducen entre un 10% y un 15%, los clientes que acuden a la clínica escogida.
El 21 de septiembre se abrirá la segunda campaña de 40 días por la vida en Barcelona, con un acto inaugural en el Real Monasterio de Santa Isabel (c/Rocabertí, nº 13), el cual consistirá primero en una celebración eucarística, y después se darán las correspondientes explicaciones sobre cómo se organizarán las vigilias de oración (de 8 a 20 horas, durante cuarenta día). El 27 de septiembre, los primeros voluntarios acudirán a la calle Anglí, nº 42, portando consigo únicamente sus oraciones, y se detendrán por una hora, justo delante de la puerta de la clínica EMECE.
Hace seis meses (en la primera campaña), uno de los voluntarios que estaba rezando en ese lugar, observó cómo entraba una pareja en la clínica, pero sorprendentemente muy poco tiempo después, volvían a salir. Era imposible que hubiera habido tiempo para practicar ningún aborto. Al cruzar la puerta, el hombre, levantando la voz, iba diciendo “¡la mano de Dios está con vosotros!”. Los voluntarios, que “sólo” rezaban, estaban atónitos. Al parecer, el hombre llevaba tiempo intentando convencer a aquella mujer para que no abortara. Al entrar, pasaron junto a la pancarta y los voluntarios rezando, y parece que eso despertó algo en su interior. Y mientras estaban en la sala de espera, él halló, “curiosamente” unas palabras que hasta entonces no había encontrado en su repertorio, y ella dijo sí a la vida. (¡Vámonos de aquí!). Al salir, uno de los voluntarios, que es seminarista, les hacía la señal de la cruz en la frente. Se fueron calle arriba mientras él le mostraba a ella el folleto provida que les acababan de entregar, y concluía:-¡Encima nos van a ayudar. Esto no puede ser casualidad!.
Decía una de las voluntarias, que estando allí delante, rezando, sentía cómo había estado sanando las heridas causadas por sus dos abortos, practicados veinte años atrás, en esa misma clínica, y que si 40 días por la vida hubiera estado cuando ella fue allí, ahora tendría dos hijos a su lado. Personas que no veían clara la iniciativa, al experimentarla, y rezar las espectaculares oraciones provida que se recomiendan, se transformó y empezó a difundir entre sus contactos la necesidad de venir a rezar. No son pocos los que al verles rezando en la calle, se han ido uniendo a la iniciativa. Otros sienten que por primera vez disfrutan de poder vivir su fe en la calle. Incluso hay quien encuentra ahora la fuerza que antes no hubiera tenido, para acercarse a un conocido que tenía pensado abortar, recomendándole no hacerlo, y ofreciéndose para poder reconducirle a las entidades que prestan las ayudas necesarias.
Por otra parte, los expertos en el mundo provida aluden a que son conocidos los excesos de este tipo de clínicas, y añaden que el hecho de estar allí, garantizará al menos que durante cuarenta días, los dueños de la clínica no se van a poder jugar el tipo practicando abortos fuera de los plazos legales. No son pocas las madres que al salir de la clínica, se desmoronan, lloran, o se doblan de dolor, y acuden a los voluntarios. En ese caso, si ya han abortado, se les facilita información sobre el proyecto Raquel, que se centra en la sanación de las heridas abiertas por haber abortado.
El célebre escritor irlandés, Edmund Burke decía que “para que el mal triunfe solo hace falta que los hombres de bien no hagan nada”. Tal vez esa frase sirva para sacar al hombre moderno de su zona de confort, pero el punto esencial de su afirmación, bascula en torno a un hecho: “Hacer algo”. Bien, de acuerdo. Es necesario hacer algo, y con ello podemos cambiar las cosas. La cuestión es: ¿Se pueden cambiar cosas importantes?, y lo que es más importante: ¿Sólo con la oración?
La Biblia está llena de citas sobre el poder de la oración: “Pedid y se os dará (Mt 7, 7), “dónde dos o tres estén reunidos, allí estoy Yo, en medio de ellos (Mt 18,20)”. “Todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han recibido y lo obtendrán” (Mt, 11, 24). “Si tuvieran fe del tamaño de un granito de mostaza…nada sería imposible para ustedes (Mt 17, 20). La cosa parece sencilla, sólo hace falta hacer una cosa: Rezar. El Señor, se ocupa de lo demás. Ahora bien, en un mundo de comodidades, y falta de fe, resulta muy fácil decirlo, porque sin frutos visibles, a la gente le cuesta mucho hacer algo (como pedía Burke), aunque ese algo requiera tan poco esfuerzo como simplemente ponerse a rezar.
En conclusión, que siguiendo a Edmund Burke, si nos ponemos todos juntos a hacer algo, podemos cambiar las cosas. No necesitamos hacer grandes cosas, es suficiente con algo tan pequeño como rezar, teniendo en cuenta el poder de la oración. Basta una hora a la semana, y solamente dentro del período de cuarenta días que dura la campaña (esto es, sólo cinco o seis horas en cuarenta días), porque con ello se consiguen frutos concretos, tangibles, conmovedores, y ciertos.