(CWR/InfoCatólica) En los últimos años, algunos católicos han estado preocupados por los intentos los gobiernos en lugares como Luisiana y Australia que cuestionan el secreto del sacramento de confesión, y solicitan que los sacerdotes traicionen la confidencialidad de las confesiones sacramentales de los penitentes cuando se enteran de crímenes graves en el confesionario.
El secreto de confesión, una de las promesas más importantes que hacen los sacerdotes
Sin embargo, los católicos no deben tener miedo, porque mantener el secreto del sacramento de la confesión es una de las promesas más importantes que hacen los sacerdotes.
El código de la ley canónica establece que «El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo» (Canon 983). Los sacerdotes que violan este sello de confesión son automáticamente excomulgados.
Los sacerdotes toman muy seriamente esta inviolabilidad del secreto de confesión; estos cuatro sacerdotes que murieron protegiéndolos son testigos de los extremos a lo que los sacerdotes están dispuestos a llegar a proteger el sello de la confesión.
San Juan Nepomuceno
Nacido en Bohemia, o lo que es ahora la República Checa, entre 1340 y 1350, San Juan Nepomuceno fue un ejemplo de la protección del sigilo sacramental, siendo el primer mártir que prefirió morir antes que revelar el secreto de la confesión.
Cuando era Vicario General de la Arquidiócesis de Praga, el ahora santo sirvió de confesor de Sofía de Baviera, la esposa del rey Wenceslao. El rey, que tenía tremendos estallidos de ira y celos, ordenó al sacerdote revelar los pecados de su esposa. El rechazo del santo enfureció a Wenceslao, quien amenazó con matar al sacerdote si no le contaba los secretos de su esposa.
El rey Wenceslao y Juan Nepomuceno entraron de nuevo en conflicto cuando el monarca quiso tomar un convento para tomar su riqueza y darla a un pariente. El santo prohibió su confiscación porque esos bienes pertenecían a la Iglesia.
Lleno de rabia, el rey ordenó la tortura del santo, cuyo cuerpo fue arrojado al río Vltava en 1393.
San Mateo Correa Magallanes
San Mateo Correa Magallanes fue otro mártir del sello de confesión. Fue fusilado en México durante la Guerra Cristera por negarse a revelar las confesiones de prisioneros rebeldes contra el gobierno mexicano.
Nació en Tepechitlán en el estado de Zacateca el 22 de julio de 1866 y fue ordenado sacerdote en 1893. Mateo sirvió como capellán en varias ciudades y parroquias y fue miembro de los Caballeros de Colón.
En 1927, el sacerdote fue arrestado por las fuerzas del ejército mexicano bajo el general Eulogio Ortiz. Unos días más tarde, el general envió al padre Correa a escuchar a las confesiones del grupo de personas que iban a ser fusiladas. Después de que el padre Mateo acabó de administrar el sacramento, el general exigió entonces que el sacerdote revelara lo que había oído.
El padre Mateo respondió con un rotundo «no» y fue ejecutado. Actualmente, sus restos son venerados en la Catedral de Durango.
Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado por San Juan Pablo II el 21 de mayo de 2000.
Felipe Císcar Puig
Felipe Císcar Puig fue un sacerdote valenciano que también es fue un mártir del sigilo sacramental porque fue martirizado después de mantener secretas las confesiones durante la persecución religiosa de la Guerra Civil Española.
Durante la guerra, las fuerzas revolucionarias y republicanas se involucraron en violentas batallas por el poder, y muchos católicos fueron atacados. Esta persecución fue particularmente intensa en la provincia costera de Valencia, en el mar Mediterráneo.
La Arquidiócesis de Valencia indicó que, según los documentos recogidos, el Padre Císcar fue llevado a una prisión a finales de agosto de 1936. Allí, un fraile franciscano llamado Andrés Ivars pidió al padre Císcar escuchar su confesión antes de que el fraile fuera ejecutado.
«Después de la confesión, trataron de extraer su contenido y antes de su negativa a revelarlo, los milicianos amenazaron con matarlo», dice una declaración arquidiocesana tomada por un testigo del evento. Entonces el sacerdote respondió: «Haz lo que quieras, pero no revelaré la confesión, antes moriría».
«Al verlo tan seguro, lo llevaron a un tribunal falso donde se le ordenó revelar los secretos». Císar permaneció comprometido con su posición, afirmando que prefería morir, y los milicianos lo condenaron a muerte. Los padres Felipe Císcar y Andrés Ivars fueron llevados en automóvil a otro lugar donde fueron fusilados el 8 de septiembre de 1936. Tenían 71 y 51 años, respectivamente.
Tanto Felipe Císcar como Andrés Ivars forman parte de la causa de canonización de Ricardo Pelufo Esteve y 43 compañeros.
San Fernando Olmedo Reguera
El padre Fernando Olmedo Reguera también fue víctima de la Guerra Civil española que optó por morir antes que romper el secreto de la confesión.
Nacido en Santiago de Compostela el 10 de enero de 1873 y ordenado sacerdote en la Orden Capuchina de los Frailes Menores el 31 de julio de 1904, el padre Olmedo fue asesinado el 12 de agosto de 1936. Fue secretario provincial hasta 1936, cuando tuvo que abandonar su convento debido a la severa persecución religiosa en la zona.
El padre Olmedo fue arrestado y torturado en prisión. Entonces fue presionado para revelar las confesiones de otras personas, pero el sacerdote no se rindió. Según los informes, fue fusilado en una fortaleza del siglo XIX fuera de Madrid por un tribunal popular. Sus restos están sepultados en la cripta de la Iglesia de Jesús de Medinaceli en Madrid, y fue beatificado en Tarragona el 13 de octubre de 2013.