(Cari Filii/InfoCatólica) José Rodríguez Jaramillo nunca imaginó que siendo secuestrado sería el momento en el que tuviera un fuerte encuentro con Dios a través de María. Precisamente, esta experiencia de sufrimiento extremo y de consuelo es lo que le ha llevado a ser un evangelizador. Algo que él nunca habría imaginado pese a ser educado como católico.
Creció en una familia acomodada que le permitió tener buenos estudios y conseguir un buen trabajo y una buena posición pero en Colombia durante la década de los 80 del pasado siglo ese hecho le podía colocar en la diana. Así sucedió.
Secuestrado en Colombia por el ELN
José recuerda como si fuera ayer aquel 30 de noviembre de 1984 cuando miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) le secuestraron. «Yo tenía 28 años y me estaban esperando los guerrilleros aquí en la entrada de mi casa. Pensé que me iban a robar el coche, pero pronto dijeron: “te queremos a ti”», cuenta en una entrevista en Portaluz.
Pisado por sus captores, amarrado y apuntado por un arma de fuego temía que le fuesen a matar y por ello decidió abandonarse en manos de Dios. «En ese instante le dije: “¡Dios mío perdóname si te he ofendido, me pongo en tus manos haz lo que quieras de mí!”».
«¿Cómo podía estar secuestrado y contento?»
Tras pronunciar estas palabras sintió paz e incluso dicha. «No podía explicarlo y luego me preocupé, pensando que me estaba volviendo loco; porque ¿cómo podía estar secuestrado y contento?». Comenzaba así un conjunto de vivencias que moldearían el alma de este hombre, en un proceso particular de conversión.
Muchas de las personas que son secuestradas en Colombia acaban siendo asesinadas y quienes sobreviven padecen secuelas tanto físicas como psicológicas por años. Para José Rodrigo no sería así y está convencido que Dios, por mediación de la Virgen María, intervino de forma extraordinaria en lo que vivió.
«Nada más llegar al lugar donde me retenían me quitaron mi ropa y me dejaron únicamente en calzoncillos y con los ojos vendados». Allí, reducido a permanecer sobre algo que le pareció era una cama, sin siquiera poder ir a orinar, llegó la primera noche. La recuerda traumática, como si el tiempo no existiera. Pero finalmente al percibir a través de la venda que despuntaba la luz del día se sintió nuevamente confortado y su corazón se volcó a Dios.
«Tuve entonces una visión. El agua salía del costado del corazón de Jesús, vi que el mundo se alejaba, Jesús estaba a mi lado y le pregunté: ¿Señor y el mundo qué? Me dijo: “Todo está bien, tranquilo”. Me mostró lo que yo había amado y me di cuenta que había amado muy poquito. Le dije: Señor, ¡qué importante es amar!, y me contestó con una impresionante voz, muy dulce y viril: “…Y dejarse amar por Dios”. Me mostró entonces un océano gigante que no veía donde terminaba; supe que se llamaba océano de misericordia, luego vi flotando una chispita muy pequeña que era mi alma; luego vi otras chispitas pequeñas, que eran las personas que yo había amado o me habían amado. Entonces le dije: Señor nunca en mi vida desaprovecharé una oportunidad para amar. En ese instante se soltó esa visión», explica con detalle José Rodrigo.
La intervención de la Virgen
Consolado enormemente por aquella visión afirma que sintió la necesidad de rezar confiándose a la Virgen María. «Fue un rosario larguísimo porque medité todas las frases de las 50 Ave Marías», puntualiza. Nada más finalizar aquél rosario meditado ante sus secuestradores ocurrió algo extraordinario.
«Cuando terminé escuché a los secuestradores decirme: “Rodrigo perdónenos, no le vamos a hacer nada, lo vamos a llevar a su casa”; y así fue, me pusieron ropa suya, me montaron en el coche y me dejaron frente a la iglesia de mi casa, Nuestra Señora de los Dolores en el barrio robledo de Medellín», afirma durante la entrevista con Portaluz.
Su vida ya no era igual
Su vida ya no sería igual, no tanto por el secuestro sino más bien por el encuentro que había tenido con Dios y con la Virgen. Empezó a meditar a diario el Evangelio y tras la petición que le hizo su prima para dar una charla a personas de la calle, sintió la necesidad de hablar de Dios al mundo.
Todo fue sucediendo sin que se diera cuenta. Empezó a formar parte de un grupo de oración que rezaban el Rosario y fue una de los miembros quien le pidió que apoyase a un grupo de jóvenes.
El camino le llevó a iniciar un movimiento mariano
«Al reunirme con ellos y verlos tan interesados les propuse hacer un grupo de oración en un salón social de un edificio de apartamentos. Esto fue el 16 de julio de 1999, asistieron 8 personas y con ellas iniciamos el primer grupo de oración que llamamos Lazos de Amor Mariano», señala José Rodrigo quien ha comprometido su vida dice, en colaborar a la evangelización motivando a que las personas cultiven el «anhelo de santidad», nutriéndose para ello -agrega- «con la oración, misa diaria, rezo diario del Rosario, tratando de ir al Santísimo todos los días, consagrándose a la Virgen».
Desde aquél primer grupo de oración surgido el día de la Virgen del Carmen, se cuentan por cientos los hombres y mujeres de diversas diócesis de Colombia y otros países que se han unido a vivir la espiritualidad de este movimiento Lazos de Amor Mariano. El objetivo, puntualiza José Rodrigo, es trabajar para «obtener las virtudes de humildad, pureza, obediencia, fidelidad, celo apostólico y entregar nuestros sacrificios por la conversión de las almas».