(CNA/InfoCatólica) Barronelle Stutzman, propietaria de una floristería, está pidiendo a la Corte Suprema de los Estados Unidos que la proteja de una sentencia del tribunal estatal de Washington que podría destruirla financieramente porque sus creencias religiosas le impidieron dar sus servicios en una boda gay.
«Si el gobierno puede arruinar a Barronelle por vivir pacíficamente y trabajar de acuerdo a su fe, puede castigar a cualquier otra persona por expresar sus creencias», declaró su abogada, Kristen Wagoner, miembro del bufete «Alliance Defending Freedom».
«El gobierno no debería tener el poder de obligar a una abuela de 72 años a doblegar su libertad para dirigir su negocio familiar. Cualquiera que apoye los derechos de la Primera Enmienda que la Constitución de los Estados Unidos garantiza a todos los ciudadanos debería apoyar con la señora Barronelle».
«Nuestra nación tiene una larga historia de proteger el derecho a disentir, pero simplemente porque la señora Barronelle no está de acuerdo con el estado sobre el matrimonio, el gobierno y la ACLU han puesto en riesgo todo lo que ella posee», señaló Waggoner.
La abogada dijo que la decisión judicial no solo puso en peligro los negocios de Stutzman. También puso en peligro los ahorros de su familia, su fondo de jubilación y su hogar.
Wagoner dijo también que su cliente, que es cristiana protestante de la denominación bautista del sur, se enfrentó a «sanciones onerosas» simplemente por ejercer un derecho de libre expresión.
Los tribunales estatales dictaminaron que debía pagar multas y honorarios de abogados por negarse a hacer arreglos florales para un cliente que quería que ella creara diseños para una ceremonia gay. Sus multas y honorarios podrían superar los 2 millones de dólares.
Antecedentes
En 2013, Barronelle Stutzman, propietaria de Flores de Arlene en Richland, Wash., declinó suministrar sus servicios a la boda gay de un antiguo cliente. Ella citó sus creencias religiosas cristianas acerca de que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. Ella recomendó a su cliente a otra tienda floral cercana.
Stutzman dijo que ella y su cliente han sido amigos durante años y que antes le había suministrado sus servicios sin inconvenientes.
«Nunca tuve un problema por el hecho de que fuera gay, al igual que no ha habido con ninguno de mis otros clientes o empleados», dijo el 14 de julio. «Siempre disfrutó de mis diseños florales personalizados, y me encantó crearlos para él».
«Pero ahora el estado está tratando de usar este caso para forzarme a crear una expresión artística que viola mis más profundas creencias y quitarme el trabajo y los ahorros de toda mi vida, lo que también perjudicará a quienes yo empleo. No estoy pidiendo nada que nuestra Constitución no me haya prometido a mí ni a ningún otro estadounidense: el derecho a crear libremente y a vivir mi fe sin temor al castigo o interferencia del gobierno».
Después de enterarse del incidente, la oficina del fiscal general del estado le escribió que estaba violando la ley estatal contra la discriminación basada en la orientación sexual y le pidió que dejara de declinar tales bodas. Stutzman se negó por conciencia.
La Unión Americana de Libertades Civiles y el estado de Washington eventualmente la demandaron. Un tribunal inferior falló en contra de ella, ordenándola pagar una multa y costas judiciales.
Ella llevó su caso a la Corte Suprema del Estado de Washington, que confirmó por unanimidad la decisión de la corte inferior en febrero. Dijo que como propietario de un negocio, Stutzman tenía que acatar la ley contra la discriminación del estado a pesar de sus creencias religiosas.
Wagoner dijo que el caso era similar a un dueño de la pastelería de Colorado, Jack Phillips, quien declinó hacer un pastel de bodas para una pareja del mismo sexo y también se enfrenta a «gravosas multas».
Alliance Defending Freedom pide a la alta corte que consolide el caso de Stutzman con el caso de Phillips.