(NCR/InfoCatólica) En respuesta a algunas preguntas mandadas por email por el corresponsal del Register Rome, Edward Pentin, que le pedía que explicara en términos generales sus ideas para su nueva misión en el Vaticano y que replicara a las preocupaciones manifestadas por algunos observadores sobre su liderazgo de la Academia, así como sobre otros asuntos previos, el arzobispo Paglia empezó su réplica haciendo notar lo siguiente:
«He llegado a ver cada vez más claramente lo importantes que son los Estados Unidos en todas las discusiones sobre la Vida, el Sagrado Matrimonio y la Familia. Por esa razón, estoy agradecido por tener la oportunidad de hablarle sobre mi misión al National Catholic Register, que es uno de los principales periódicos católicos estadounidenses»
Añadió el arzobispo:
«Estoy particularmente contento de que el Sr. Pentin no sólo me haya preguntado por mis ideas para mi nuevo puesto, sino que también haya planteado unas cuantas cuestiones `espinosas´ sobre la Academia y sobre mí que han surgido desde que el Santo Padre anunció mi nombramiento en agosto del año pasado. Sé muy bien que para ser un predicador creíble del Evangelio de la Vida, el Matrimonio y la Familia tengo que ser capaz de responder a preguntas duras, y estoy seguro de que las del Sr. Pentin reflejan su compromiso y el de su periódico con el Evangelio, así como su esperanza de que mi labor sea fructífera.»
Excelencia, ¿qué le ha parecido en estos últimos nueve meses el cometido de ser presidente de la academia? ¿Cuáles han sido los retos principales que ha afrontado?
Mi nombramiento para la Academia y para el Instituto Juan Pablo II tuvo lugar en el contexto de la reorganización general de la Curia Romana por parte del Santo Padre. Así pues, a nivel estratégico he tenido que pensar en cómo tomar dos instituciones ya existentes y bastante complejas y hacer que sean capaces de cooperar recíprocamente en una gama más amplia de cuestiones relacionadas con la Vida, el Sagrado Matrimonio y la Familia, así como en trabajar estrechamente con las otras corporaciones de la Curia, especialmente el Dicasterio para el Laicado, la Familia y la Vida. Al mismo tiempo, he tenido que enfrentarme a cuestiones logísticas de personal, presupuestos, horarios y comunicaciones corporativas en una amplia variedad de contextos culturales y lingüísticos. Afortunadamente, tengo la suerte de contar con un personal que, aunque reducido, es extraordinariamente competente y está extraordinariamente entregado a su misión y al Evangelio.
El mayor desafío de la Academia es y siempre será ayudar al mundo a comprender el significado de la vida y su destino espiritual. A medida que el mundo se globaliza cada vez más y que diferentes, y a veces opuestos, criterios sobre la vida pugnan por el reconocimiento global y la supremacía, la Academia debe ser capaz de expresar claramente lo que significa el ser persona y presentar una visión atractiva del amor humano y de la solidaridad que pueda guiar a los individuos y a las comunidades para que tomen la decisión correcta al enfrentarse con situaciones sobre las que a menudo tienen muy poco control. Nuestra labor es difícil, pero yo tengo confianza porque recuerdo siempre que la Iglesia posee un gran tesoro de sabiduría humana y evangélica que puede inspirar a todas las culturas para llevarlas hacia un nuevo y fructífero humanismo.
¿Cuáles son sus propios planes y esperanzas para la academia? ¿Cuál es su visión de conjunto?
Mi gran esperanza inicial para la Academia es que seamos capaces de presentar a la Iglesia una visión convincente y positiva del valor y la belleza de la vida de forma que los creyentes puedan superar las diferencias, y a veces los recelos, que les impiden, como personas de indudable buena voluntad, cooperar mutuamente en cuestiones relacionadas con la vida que son enormemente importantes pero sobre las que personas buenas y razonables pueden tener opiniones diferentes. Eso está relacionado con mi esperanza de que cuando el Santo Padre anuncie el nuevo y renovado conjunto de miembros de la Academia, éstos sean vistos no sólo como gente experta y de talento, sino también como verdaderamente representativos de todos los que valoran la vida en todas sus etapas, los que comprenden las alegrías, las penas, los retos y las satisfacciones de la vida y los que se entregan a la realización de los grandes propósitos con los que Dios Nuestro Señor trajo la vida misma al mundo.
Mi idea de la Academia es que ésta atienda con urgencia a sus propósitos, ya que afronta una amplia gama de cuestiones que hoy afectan a la vida en su nivel más básico. Debemos examinar en profundidad las preguntas, las ideas y la oposición que la sociedad presenta al entendimiento cristiano de la vida. Debemos limpiar nuestras discusiones de presunciones simplistas. Debemos amar apasionadamente la verdad objetiva. Vamos a trabajar por una cultura que sea capaz de reunir y añadir valor a todas esas tradiciones que hablan sobre la condición humana con verdad y amor, y promover una acción concreta y positiva en cualquier ocasión en que el significado y el valor de la vida sean cuestionados o puestos en peligro.
¿Qué importancia tiene la academia para la vida de la Iglesia?
El Papa Francisco, en el Artículo I de los nuevos Estatutos de la Academia, encomienda a ésta el defender y promover la vida humana a través de la investigación científica, la formación y la educación de los creyentes y una amplia información dentro de la Iglesia y hacia el mundo en general sobre cuestiones relacionadas con la vida. Creo que este encargo hace posible para toda la Iglesia el sacar gran provecho del trabajo de este conjunto de científicos y sabios entregados y capaces que tienen una influencia positiva en sus comunidades profesionales. En el mundo de hoy, gracias a la semilla plantada hace siglos por las enseñanzas cristianas y el servicio a la humanidad, los valores de la libertad individual y la dignidad personal han florecido y han traído un gran bien a nuestras vidas, nuestros matrimonios y nuestras familias, pero ese bien debe protegerse de los peligros que presentan el egoísmo y el relativismo, que para nosotros son amenazas reales y crecientes que pueblan el globalizado mundo de hoy. Si la Iglesia y el mundo han de seguir disfrutando del gozo que la vida misma produce, ambos deben ser capaces de dirigirse a instituciones como la Academia para recibir guía y apoyo ante los peligros que les rodean cada vez más y más.
Muchos están preocupados porque usted haya despedido a todos los miembros de la Academia. ¿Por qué les despidió - siempre según las noticias que nos llegan - sin ninguna notificación?
Los nuevos estatutos de la Academia, promulgados por el Papa Francisco el pasado mes de noviembre y basados en borradores de propuestas presentados a la Santa Sede por mi predecesor, contienen una disposición de limitación de periodos de pertenencia que no figuraba en los estatutos anteriores, y necesitábamos encontrar una forma de reconciliar los nuevos límites con los nombramientos esencialmente vitalicios de los Miembros Ordinarios ya existentes y enfrentarnos a otros cambios en las disposiciones sobre la pertenencia a la Academia. Pensamos que el modo más justo de proceder era hacer que todos los miembros estuvieran sujetos a las mismas reglas, y que el modo más eficaz de implantar ese principio era hacer que todos los periodos de pertenencia existentes expiraran al terminar el año 2016 y fueran susceptibles de renovarse, como determina el Santo Padre, de acuerdo con los nuevos Estatutos, que entraron en vigor el 1 de enero de 2017. Yo no usaría la palabra «despedir» para describir estos vencimientos, ya que creo que un «despido» tiene la connotación de poner en tela de juicio la capacidad de un Miembro de la Academia, y ése no era el caso.
En cuanto a la notificación a los Miembros, los informes a los que usted alude son incorrectos. Al promulgarse los estatutos el 6 de noviembre de 2016, les envié una carta a todos los Miembros describiéndoles los nuevos Estatutos e informándoles de que su pertenencia expiraba el último día de 2016. Para más información, adjunto a este email una copia del texto de esa carta.
Los críticos dicen que, al cambiar los estatutos para permitir el ingreso de miembros que no quieran firmar una declaración de fidelidad a las enseñanzas pro-vida de la Iglesia, usted está neutralizando a la academia y que ésta perderá su razón de ser y se marchitará. ¿Por qué cambió los estatutos, y qué les dice usted a los que han criticado esta decisión?
Yo, con todo respeto, pediría a esos críticos que menciona usted que lean y comparen con mucho cuidado la vieja versión de los Estatutos y la nueva. Creo que así verán que los nuevos Estatutos requieren un compromiso más fuerte de los Miembros con las enseñanzas pro-vida de la Iglesia que el que requerían los antiguos. Los nuevos exigen que los Miembros promuevan y defiendan los principios del valor de la vida y la dignidad de la persona, interpretados en conformidad con el Magisterio de la Iglesia. Los estatutos antiguos contenían sólo una invitación, no una exigencia, a firmar un documento separado referente a esos principios. No pretendo criticar a los redactores de los estatutos antiguos. Estoy seguro de que tenían las mejores intenciones, pero quiero confirmar a todos los que están comprometidos con la defensa de la vida, y quiero hacerles comprender, que los nuevos estatutos reflejan un compromiso con la vida por parte de la Iglesia y del Santo Padre que es igual de firme que el que el de los grandes fundadores de la Academia por la Vida, y que después de considerarlo muy cuidadosamente, creemos que los nuevos estatutos están redactados de un modo que expresa ese compromiso más claramente y con mayor firmeza que los antiguos. En ese contexto, sin embargo, quiero también dejar claro que la absoluta fidelidad de la Academia al Magisterio de la Iglesia no significa en modo alguno que no podamos emprender iniciativas conjuntas o entablar diálogo con personas que no comparten nuestra fe católica y nuestro compromiso.
¿Qué responde usted a las críticas que afirman que usted está simplemente siguiendo un mundano «espíritu del tiempo» que desprecia la vida humana y traicionando los objetivos [de la Academia] tal y como los formuló el Papa San Juan Pablo II ?
Esas críticas son muy fuertes, pero yo primero les pediría que leyeran lo que he dicho y escrito acerca de la Vida, el Sagrado Matrimonio y la Familia (que en su mayoría está disponible en inglés) y lo que la Academia ha publicado y ha hecho en los meses que han pasado desde que tomé posesión. En segundo lugar, les invitaría a usted o a ellos a que me hicieran saber qué cosas concretas piensan que justifican esas críticas. Para mí sería un placer intentar responderles. Muchos de mis distintos discursos y conferencias pueden encontrarse en esta página web: www.vincenzopaglia.it.
En el aspecto personal, y con referencia al Papa San Juan Pablo II y su concepto de la Academia, me honro en hacerles saber a los críticos que usted menciona que mi larga asociación y mi amistad con él fueron determinantes para que, durante su proceso de Beatificación, se me eligiera para dar testimonio de su santidad y de sus méritos.
Algunos aducen que tras estos cambios hay un lobby homosexual y que usted forma parte de él. ¿Algo de esto es verdad?
No.
¿Por qué apoyó usted un programa de educación sexual llamado «Punto de encuentro: Proyecto para la Formación Afectiva y Sexual», que los críticos describieron como «inmoral», «inapropiado» y «trágico»?
El Programa fue creado en España por la Conferencia Episcopal Española. Los que participaron en su formulación fueron un grupo de expertos en ese campo, dirigido por el obispo de Bilbao, Mario Iceta, muchos de los cuales estudiaron en el Instituto Juan Pablo II. A propuesta de un número de expertos de indudable integridad doctrinal, el Consejo Pontificio para la Familia aceptó el Programa y lo promocionó durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2016 en Cracovia (Polonia). El Programa es completamente fiel al Magisterio de la Iglesia en materias de moralidad sexual, pero con el fin de presentar más eficazmente a los jóvenes la belleza de la visión cristiana de la sexualidad, hizo uso de medios con los que los jóvenes se comunican unos con otros en el mundo de hoy. Las críticas que ha levantado el Programa, basadas principalmente en ciertas imágenes que se usaron y en unos cuantos errores de traducción, demuestran que los programas destinados a distribuirse mundialmente tienen que adaptarse a diversos contextos y sensibilidades culturales, especialmente en un área tan delicada como ésta. Estoy de acuerdo en que este aspecto del Programa debería haberse tratado más concienzudamente y con mayor profesionalidad. Yo ya tengo más de setenta años, pero nunca es demasiado tarde para reconocer que «mientras se vive, se aprende».
¿Por qué hizo usted pintar ese mural en la catedral de Terni? ¿Qué responde usted a las críticas que afirman que es blasfemo, que retratar a Jesucristo en un mural homoerótico en presencia del tabernáculo es «demoniaco»?
El área de Terni, que está enormemente industrializada, estaba entre las zonas más descristianizadas de Italia cuando el Papa San Juan Pablo II me nombró obispo de allí al entrar el nuevo milenio. La extensión del sentimiento anti-eclesial me quedó revelada por la casi humorística situación de que las autoridades de la ciudad habían dispuesto el modelo de calles de una sola dirección de forma que fuera imposible llegar en coche a la Catedral. Un tema importante de mi predicación en tales circunstancias era la confianza en que la misericordia de Dios nos libraría del castigo eterno, y en ese contexto me presentaron un proyecto para un mural que mostraría a Cristo resucitado reuniendo en unas redes a todos los heridos y sufrientes y, como Redentor, llevándoselos con Él al ascender al Cielo y al Padre. En el mural, la humanidad aparece desnuda como expresión de su extrema pobreza, y yo también aparezco en el mural como alguien que necesita redención y no menos que otro cualquiera. Ha estado en la Catedral durante más de diez años sin objeción alguna de la comunidad católica local, y creo que la comunidad lo ve como una parte, quizás para algunos una parte demasiado carnal, de un compromiso total con la evangelización. Las discusiones actuales sobre el mural se derivan, al parecer, de una entrevista concedida recientemente en Londres por el autor, en la que, según me informan, la obra ha sido objeto de un serio estudio artístico. No se pretende ni se pretendió nunca que el mural fuera erótico en ningún sentido, incluyendo el homoerótico, pero soy consciente de que los patrones del pudor y de la conveniencia varían mucho incluso entre las culturas occidentales o de origen occidental, y éste parece ser el caso aquí. Aunque quiero que mi respuesta a la pregunta sea útil, y no soy inmune a las preocupaciones que encierra dicha pregunta, no creo que sea productivo utilizar en concreto adjetivos tan hiperbólicos e incorrectos como «blasfemo» y «demoniaco». Entre paréntesis, diré que mi cometido en Terni no fue fácil, pero para cuando me fui de allí ya era posible llegar a la Catedral en coche.
¿Por qué ha elogiado usted al difunto Marco Pannella, que fue pieza clave en la legalización del aborto en Italia y apoyó el divorcio y el «matrimonio» homosexual?
Marco Pannella fue una figura política italiana de izquierda radical muy conocida en su país natal, pero muy poco conocida en el resto del mundo. Él y yo tuvimos muchas conversaciones serias hacia el final de su vida, en las que cada uno dejó muy claras sus creencias y sus posiciones. Por desgracia, sólo llegué a conocerle cuando él ya estaba envejeciendo, y por lo tanto no tuve ocasión de hablar con él sobre sus muchas batallas políticas. Como muchos anticlericales italianos, era una persona de gran amabilidad, pero que siempre se mantenía firme en sus ideales. A petición suya, le acompañé en sus últimos días y puedo confirmar que halló gran consuelo espiritual simplemente aferrándose a la cruz pectoral del bendito arzobispo mártir Óscar Romero que yo le ponía en las manos cada vez que le visitaba. Tras su muerte, elogié, ciertamente, su humanidad y su innata pero desgraciadamente mal encaminada bondad porque merecía en cierto modo esa alabanza, pero nadie que me oiga deduciría jamás que yo o la Iglesia aprobamos los terribles males que él, desgraciadamente, consideraba aceptables. Espero que en la muerte encuentre la misericordia y el perdón que el Señor ha prometido a los que confían en Él.
Usted se vio implicado en alegaciones sobre un escándalo financiero en Terni, relacionadas con un desfalco y la venta de un castillo. ¿Se ha resuelto ese asunto?
Sí. La fallida transacción de bienes raíces de los años 2014-15 a la que usted se refiere, aparte de sus aspectos políticos de partisianismo local y anti-eclesial, implicó a dos empleados diocesanos; y como parte de las investigaciones preliminares necesarias, yo, como obispo, fui informado de que cualquier posible implicación por mi parte sería objeto de examen. El asunto recibió mucha atención de los medios italianos, y dado que en Filadelfia ya estaban en marcha los preparativos para el Encuentro Mundial de las Familias, del que yo era responsable, recibió también una atención significativa de los medios seculares y archidiocesanos de esa ciudad. Las investigaciones preliminares siguieron su curso normal, y en septiembre de 2015, precisamente durante la celebración del Encuentro Mundial, el tribunal que llevaba el asunto me absolvió y me otorgó una exculpación completa. El hecho de que la cuestión de mi posible implicación todavía hoy parezca abierta se puede explicar quizás por el hecho de que ninguno de los medios que en principio habían difundido tan ampliamente el caso, incluyendo los medios seculares y archidiocesanos de Filadelfia, informaron de la absolución y de la exculpación en una proporción justa con la atención que le prestaron al comienzo de la historia. [Para respaldar su alegato, el arzobispo también envió a la prensa un comunicado que su oficina emitió por aquel entonces.]
Traducido por Alberto Mallofré, del equipo de traductores de Infocatólica
Publicado originalmente en el National Catholic Register
