(InfoCatólica) Un año más, la Basílica pontificia de san Juan de Ávila en Montilla reunió a los sacerdotes de la diócesis de Córdoba en el día de la festividad del Santo Maestro. Una festividad en la que estuvo presente el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, quien a su llegada a la localidad, visitó el Ayuntamiento, donde fue recibido por el Alcalde y la corporación municipal.
Seguidamente, acompañado por el obispo, Mons. Demetrio Fernández, continuó su visita conociendo la casa de san Juan de Ávila y en la Basílica pontificia, donde le esperaba un buen número de presbíteros de la Diócesis para celebrar la eucaristía ante los restos mortales del Maestro.
En su homilía, el Cardenal hizo alusión a la vida del Patrón del Clero Secular Español, describiéndolo como un insigne ejemplo de santidad, tanto por su palabra como por su vida sacerdotal. «No se puede entender el sacerdocio sin una fe encarnada en obras de amor, caridad, sacrificio y contemplación», recordó. Al mismo tiempo, manifestó que «todos los discípulos de Cristo han de ser testimonio de Él, razón de esperanza y vida eterna». «San Juan de Ávila fue un sacerdote consciente, a favor de los hombres, celebrando los sacramentos, ofreciendo la oración para la vida del mundo y actuando como embajador de la vida de Cristo; es por ello que nos exhorta a que vivamos con caridad pastoral el ministerio sacerdotal que Cristo nos ha confiado», dijo a los presbíteros. Y continuó recordándoles que la eucaristía debe ser para los sacerdotes el punto referencial de su magisterio.
En el teatro Garnelo
Tras la misa, los presentes se reunieron en el teatro Garnelo, donde comenzó su intervención agradeciendo la invitación del obispo para formar parte de esta fiesta tan especial para todos los presbíteros como es el día del que fue todo un Maestro de sacerdotes y santos.
A continuación, hizo un repaso por su libro titulado «Dios o nada», comentando que durante su elaboración, reflexionó profundamente sobre la importancia del silencio en la vida de todos ser humano y particularmente en la vida del cristiano. «El fruto de estas reflexiones provocó la publicación de un nuevo libro que lleva por título «La fuerza del silencio», que nació en la habitación del hermano Vicente María de la Resurrección, monje de la Abadía de santa María de Lagrasse, que jamás olvidaré. Un joven religioso que murió de una esclerosis múltiple el pasado año con el que me comunicada con la mirada, el silencio y la oración, y que a pesar del sufrimiento, brillaba en su rostro paz, serenidad y felicidad», explicó. Partiendo de esto, el Cardenal centró su intervención en la importancia del silencio durante la liturgia. «En efecto, el primer lenguaje de Dios es el silencio; debemos aprender a ser silenciosos y a descansar en Dios», aseguró. Y es que según el ponente, este tiempo actual es un momento oportuno para buscar el verdadero orden de nuestras prioridades: «Es tiempo de poner a Dios en el centro de nuestras preocupaciones, de nuestros pensamientos, de nuestro actuar y de nuestra vida. Así, nuestra vida cristiana podrá fundamentarse en la luz de la fe y alimentarse en la oración».
Después, continuó dirigiéndose a los sacerdotes explicándoles que «lo que más necesita la Iglesia hoy no es una reforma administrativa, ni un cambio estructural, ni una logística o estrategia de comunicación o un programa suplementario. El programa existe y es el de siempre, el Evangelio y la Tradición Viva». «Creo que somos víctimas de la superficialidad, del egoísmo y del espíritu mundano que propaga la sociedad mediática; por ello, invito a los cristianos y a los hombres a entrar en el silencio porque sin el silencio, permanecemos en una ilusión mortal. El silencio es más importante que cualquier otra obra humana, porque habla Dios», afirmó.
Por otro lado, habló del lugar que debe tener el silencio en la liturgia. «Se trata de una preocupación fundamental en nuestros días, ya que el silencio sagrado es el lugar donde podemos encontrar a Dios y es importante que los sacerdotes aprendan de nuevo lo que significa el temor filial de Dios y el carácter sagrado de su relación con Él», comentó. Y continuó manifestando que «los sacerdotes deben aprender de nuevo a temblar de estupor ante la Santidad de Dios y ser conscientes de la gracia extraordinaria de su sacerdocio». En este sentido, recordó además que ya el Concilio Vaticano II subrayó que el silencio es un medio privilegiado para favorecer la participación del pueblo de Dios en la liturgia. Y culminó su intervención exhortando a los presbíteros a fomentar el silencio, «porque en la liturgia, el silencio sagrado es un bien precioso para los fieles, y los sacerdotes no deben privarlos de este tesoro». Y recordando las palabras de san Juan de Ávila, subrayó que «quien ora ha de estar recogido, centrado y en silencio ante Dios».