(REL/InfoCatólica) Laura Soto Salazar, administrativa de 41 años en San José de Costa Rica, ha vivido un itinerario espiritual peculiar. Nació en una familia de Testigos de Jehová. Cuando la expulsaron, se sintió acogida por los mormones. Más adelante, harta de que no respondiesen a sus dudas intelectuales, intentó vivir con Dios «a su manera», sin religiones. Pero un anuncio en Facebook le llamó la atención:
«¿Es la Iglesia Católica la Gran Ramera del Apocalipsis?» Era un curso católico. Se apuntó... y quedó más que sorprendida. Por primera vez podía vivir la fe, con la Biblia, en un entorno de comunidad no sectario y de doctrina razonable. Esta es su historia, que ha hecho llegar a ReligionEnLibertad.
Una familia de los Testigos de Jehová
«Nací en un hogar de Testigos de Jehová», escribe Laura. «Mis abuelos paternos y maternos lo eran y, como ellos dicen, yo nací “en la verdad”. Era la mayor de tres hermanas y mis padres tenían altas expectativas para mí. Como es costumbre en un hogar de Testigos de Jehová, desde muy niña me hacían aprender textos bíblicos que después debía usar para hablar a amigos y vecinos de “'la verdad”. Recuerdo lo orgullosa que se sentía mi abuela de escucharme decir de memoria los nombres de los 66 libros que tiene la Biblia», recuerda Laura... que en esa época no sabía que en las Biblias protestantes, y las de los Testigos de Jehová, faltan los 7 libros deuterocanónicos (Tobit, Judit, Sabiduría, Eclesiástico o Sirácida, Baruc y los dos libros de Macabeos).
«A la edad de 12 años yo era capaz de contestar las preguntas de mis compañeros de escuela: ¿por qué los Testigos no celebran los cumpleaños?, ¿por qué no celebran la Navidad?»
El bautismo de los Testigos
Siendo ella la mayor, sin embargo, sus hermanas menores ya habían dado el paso de recibir el bautismo de los Testigos, que para ellos tiene un valor de arrepentimiento y dedicación a Dios, que se hace cuando ya se conoce algo de la Biblia.
Ninguna iglesia cristiana (católica, protestante ni ortodoxa) acepta la validez de este bautismo, porque los Testigos no creen en la Trinidad.
Bautizarse implicaba un estudio intenso. «A mí se me hacía bastante pesado las dos horas en reuniones un día entre semana, más una hora de un estudio del libro en una de las casas vecinas, más otras dos horas en la reunión del fin de semana, que podría ser sábado o domingo... además de las horas en la predicación, que como publicadora no bautizada debía reportar».
«Sin embargo, después de tener a mi primera hija, después de mi primer divorcio, decidí estudiar y bautizarme. Así, pensé, mis padres, mis hermanas, la familia entera estaría por fin orgullosa de mí y no se fijarían tanto en que fracasé con la elección de un esposo».
«Después de bautizada mis responsabilidades se aumentaron. Se esperaba que yo misma condujera algún estudio bíblico». Para entonces ya podía impartir la clásica doctrina de los Testigos contra el uso de imágenes religiosas, contra las «religiones falsas», en defensa de la palabra «Jehová» como nombre de Dios, hablando de los cálculos sobre el fin de los tiempos, etc...
Expulsada de los Testigos
«Cinco años después, conocí al padre de mi segunda hija. Quedé embarazada sin estar casada. A los 5 meses de embarazo me convocaron los ancianos de la congregación. Me senté en un salón con 5 hombres frente a mí. Me juzgaron. Me preguntaron cosas no para buscar mi arrepentimiento, sino más bien para alimentar las mentes de ellos con detalles íntimos del momento de la concepción», asegura Laura. «Al negarme a contestar con detalles y al rechazar la oferta de abandonar por completo al padre de mi segunda hija, el resultado fue expulsarme. Yo no había demostrado estar arrepentida».
Una de las acusaciones habituales que se hacen a los Testigos es su rotundidad a la hora de cortar los lazos humanos y familiares con los parientes expulsados o castigados.
«Perdí todo. Perdí a mi familia, todos ellos me dejaron de hablar. Como vivía con mis padres, me hablaban sólo lo imprescindible. Mis amigos, que me habían visto crecer, cruzaban al otro lado de la calle para no saludarme».
Diez años de soledad... y la oferta de los mormones
Durante diez años, fuera de los Testigos, Laura intentó buscar una comunidad en la que poder relacionarse con Dios. Fueron diez años de soledad y tristeza.
«Intenté buscar a Dios en una iglesia evangélica a la que me invitaron, pero no me fue muy bien con los espectáculos que veía, de “milagros” a diestra y siniestra, con un Dios que proclamaba prosperidad en mi vida si yo daba el diezmo. Aún peor me iba con las personas que se dedicaban a “hablar en lenguas”, aunque no pudieran comunicar su mensaje a nadie más, como si pasó en Pentecostés».
Pasados esos diez años volvió a los Testigos, «lo único que de verdad conocía». Le daban ayuda, pero era una ayuda condicionada. «De inmediato llegó su presión para que yo predicara y convirtiera a muchos vecinos. Y por mi vida en esos 10 años me seguían juzgando».
Unos clásicos misioneros mormones
«De casualidad empecé a hablar con unos mormones. Ellos, con la misma Biblia, me señalaban que los Testigos de Jehová estaban equivocados, mientras que ellos sí tenían la verdad. El amor que reflejaban entre ellos, la unidad de sus familias... eso era algo que siempre había deseado. Sin pensarlo mucho puse mi renuncia a los Testigos de Jehová y me bauticé con los mormones. Ellos no son tan estrictos para bautizar personas: con que se tenga un conocimiento básico y el deseo de hacerlo es suficiente», señala.
Las iglesias cristianas (católicos, ortodoxos o protestantes) tampoco reconocen validez alguna al bautismo mormón.
Los mormones siempre piden al neófito que lea el Libro de Mormón, que para ellos complementa a la Biblia y tiene prioridad sobre ella, y que pregunte a Dios, en oración, si es verdad lo que se cuenta en él. Cualquier sensación en oración se interpretará como una «confirmación» de Dios.
«Recuerdo cuando me presentaron el Libro de Mormón y me dijeron: “debes leerlo y preguntarle a Dios en oración si este libro es verdadero, Él te contestará”. Así lo hice. La felicidad y la paz que sentía eran mi “confirmación” de que era un libro inspirado por Dios. No pensé entonces que mi corazón estaba tan sediento de amor, que lo que ellos me mostraban era lo que yo anhelaba».
Ni Testigos ni mormones
«Mi familia de nuevo me dejó de hablar. Yo había hecho lo imperdonable: había renunciado a ser Testigo de Jehová, ¡me había convertido en una apóstata! Fui realmente repudiada por todos. Y aún es así, hasta el día de hoy».
A Laura le gustaba leer el Libro de Mormón, lo leía rápido y lo estudiaba. «En seis meses yo sabía ya lo mismo o más que personas que habían estado en ello más de cinco años. Y, sin embargo, empecé a encontrar muchas incongruencias en los escritos e historias del Libro de Mormón. El libro llegó a parecerme un cuento de ficción».
Además, a medida que en Laura se despertaban preguntas y extrañezas, a medida que estudiaba más y más, se daba cuenta de que los mormones no eran capaces de responder sus dudas ni objeciones. «Nunca me fueron contestadas, por lo tanto, dejé de reunirme con ellos».
Tomó una opción individualista. «Ya mi fe había decaído, no quería ninguna religión. Me parecía que todas las religiones interpretaban la Biblia como mejor les convenía para apoyar su doctrina. Dios y yo tendríamos en adelante sólo una relación personal. Yo le hablaría a Él y Él a mí. Nadie más se metería, nadie me juzgaría. Todos estaban en el error. Esa ‘verdad’ de la que tanto me hablaban desde que nací, en realidad, no existía».
Un anuncio en Facebook: «¿La Iglesia Católica es la Gran Ramera?»
Un día a Laura le llamó la atención un anuncio que alguien colocó en sus contactos de Facebook. El anuncio decía: «¿Somos los católicos idólatras? ¿Adoramos a María? ¿Es la Iglesia Católica la Gran Ramera del Apocalipsis? Sepa la verdad en nuestro curso».
Laura lo tenía claro. Las respuestas eran sí son idólatras, sí adoran a María, sí es la Gran Ramera. «Esas eran las preguntas que yo usaba en mi predicación cuando era Testigo de Jehová. Sabía de memoria esos temas».
Pero, claro, ahora ya no se fiaba mucho de lo que le habían enseñado.
«Me pareció lógico preguntar a un católico para ver qué es lo que cree un católico. Así que llamé al teléfono de contacto».
- ¿Aló?
-Hola, buenas… Yo estoy interesada en asistir al curso. Pero debo decirle que no soy católica y, bueno, tampoco pretendo serlo. ¿Puedo acudir?
- Sí, claro. Debes traer un cuaderno, un lápiz y una Biblia.
El primer día, el ponente empezó el curso así: «Hermanos y hermanas, si hay en este lugar alguien que no sea católico y no desea serlo, este es el momento de irse… ¡porque le garantizo que si termina el curso se hace católico!»
Para Laura, que había estudiado la Biblia tantos años, le parecía un desafío, casi insultante.
«Yo, ahí sentada, con los ojos bien abiertos, no podía creer lo que escuchaba. Me dije: “¿Y este quién se cree? ¡Si yo sé más que cualquiera de los que está aquí sentado! Me voy a quedar y le voy a demostrar con su propia Biblia lo equivocado que está», decidió.
Los pasos de un curso de apologética
El curso era un curso de apologética católica, y estaba diseñado para responder a los interrogantes más frecuentes en personas de otros ambientes cristianos.
Primer tema: Antigua y Nueva Alianza. «Me pareció interesante», dice Laura.
Segundo Tema: Sola Biblia, Sola Escritura… la doctrina que Lutero implantó, pero que no aparece en la Biblia. «Este tema me golpeó bajo: me hizo dudar de lo que yo creía», recuerda Laura.
Tercer Tema: El canon bíblico. ¿Quién decide cuáles son los libros de la Biblia? ¿Con qué autoridad? ¿Por qué la Biblia católica tiene 7 libros más que las protestantes? «Aquí ya tuve que ir a comprar una biblia católica», dice Laura.
Cuarto Tema: sobre las doctrinas protestantes de «Sola Fe» y «Una vez salvo, siempre salvo». Laura llegaba a casa, revisaba todo lo que se había comentado en clase, y sentía que todo lo que le mostraban en el curso tenía sentido.
Quinto Tema: La Iglesia del Pentecostés. «Era una Iglesia que no se parecía nada a las sectas en las que yo había estado».
Sexto Tema: La Iglesia de Jesucristo, ¿cuántas Iglesias fundo Jesús? Aquí Laura aceptó, sin duda, que la Iglesia que Cristo fundó fue la católica… y que ella llevaba equivocada toda la vida en este tema.
Séptimo Tema: San Pedro, primer Papa. «En este tema lloré como nunca lo había hecho. Yo, sí, yo, había sido una de las que había perseguido a la verdadera Iglesia de Jesucristo. Sentí un arrepentimiento tan profundo… Era un amor por la Iglesia Católica que no pude aguantar más. Solicite que se me diera la catequesis necesaria para bautizarme y recibir mis sacramentos».
Bautizo y sacramentos católicos de iniciación de Laura en 2015
En 2015 fue bautizada como católica. Pertenece a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Hatillo, aunque ella sirve a la Iglesia en el Ministerio de Apologética Católico Soy nacido en la Parroquia del Perpetuo Socorro.
«En resumen, lo que digo a los católicos es “instrúyanse en la fe, un católico instruido no será confundido”. La verdad sí existe y la ha tenido siempre la Iglesia Católica».