(Actuall) El joven, cuya identidad y edad exacta no se han hecho públicas, ni tampoco la fecha en la que fue asistido en la muerte el año pasado, en el que el suyo fue el único caso de un menor, sufría de varias metástasis cerebrales y había solicitado en reiteradas ocasiones que se le permitiera morir de esa manera.
Al paciente se le diagnosticó un extenso tumor maligno y fue tratado con varias terapias, pero un mes y medio antes de su muerte, que tuvo lugar en 2016, los médicos le encontraron varias metástasis cerebrales, momento a partir del cual su sufrimiento aumentó de forma significativa.
Los doctores constataron que su cura era imposible y que los tratamientos sólo podían ser paliativos. «El paciente experimentaba dolor a pesar de las altas dosis de opiáceos, pérdida de energía y fatiga severa, no se podía hacer nada», recoge el informe 2016-58 de las Comisiones Regionales de Eutanasia, donde se incluye su caso.
Según fue avanzando la enfermedad, el joven empezó a tener dificultades para comer y beber y perdió la movilidad hasta el punto de quedarse postrado en la cama.
«Ya no tenía ninguna calidad de vida. Sufría por la desesperanza de su situación (…) y por las crisis epilépticas resultantes de sus metástasis cerebrales. El paciente experimentaba un dolor insoportable», apunta el informe.
Seis días antes de morir, el menor habló de la posibilidad de recurrir a la eutanasia con un subordinado del médico de cabecera que lo atendía, según informa Efe.
Cuando esa conversación llegó a oídos del doctor, éste tuvo una charla con uno de sus progenitores y en la misma salió a la luz que el joven ya lo había planteado en el pasado.
Al día siguiente, el menor pidió directamente a su médico la aplicación de la eutanasia y, con la ayuda de uno de sus padres, preparó una solicitud por escrito.
En los encuentros posteriores, el joven insistió de forma reiterada en su petición.
Tal como prevé la legislación, un segundo facultativo independiente lo inspeccionó 48 horas después para constatar su historial y confirmó que cumplía con los requisitos necesarios para pedir la eutanasia: un dolor insoportable y el hecho de que ya no era posible curarlo.
Una petición resuelta en tres días
El informe resalta en ese punto que, a pesar del avanzado estado de su enfermedad, el menor «estaba en pleno uso de sus facultades mentales» y que «sus padres estuvieron junto a él» en todo momento.
Tres días después, los facultativos aprobaron su petición y le indujeron un coma para, posteriormente, administrarle una solución por vía intravenosa que acabó con su vida.
Según un comunicado de las Comisiones Regionales de Eutanasia, los padres han respetado la decisión de sus hijos en las ocho ocasiones.
La ley permite la eutanasia a los menores que tengan más de 12 años siempre y cuando los padres se impliquen en la toma de la decisión.
Si el chico no llega a los 16 años necesita de la autorización de sus progenitores, pero si tiene más de 16 ésta no es obligatoria.
La celeridad con la que la solicitud de este joven fue tramitada contrasta con otros casos, en los que pasan semanas o incluso meses entre el momento en el que el paciente pide acabar con su vida y los facultativos aplican la solución letal, según se desprende de otros informes de las Comisiones Regionales de Eutanasia que describen casos individuales.
La principal labor de las Comisiones Regionales es comprobar, a posteriori, que los facultativos han cumplido con todos los pasos exigidos por la ley.
En 2016 tardaron una media de 37 días en analizar cada una de las 6.091 eutanasias que se practicaron ese año, de las cuales en diez casos los médicos cometieron algún tipo de irregularidad, un 0’16 % del total.