(NCRegister/InfoCatólica) Los Católicos lugareños de Dublin están ya acostumbrados a recibir nada más que malas noticias acerca la vida religiosa en Irlanda, ya sean apabullantes revelaciones de antiguos abusos en las instituciones a cargo de órdenes religiosas, o la escasez de vocaciones; la imagen es a menudo sombría.
Mas, la noticia del establecimiento de un nuevo monasterio en la diócesis de Meath, el primero en aquella diócesis desde la Reforma, fomenta esperanzas de una nueva primavera en la vida religiosa en la isla, una vez conocida como la «tierra de santos y sabios».
Ubicado en el corazón del valle del Boyne, en Stamullen, Condado de Meath, el Priorato de Silverstream abrió sus puertas hace cinco años. En un momento en el que muchas comunidades religiosas están consolidando y clausurando sus casas, los Benedictinos de Silverstream han elaborado un ambicioso plan de trabajo para convertir su comunidad monástica en un contrafuerte de oración y hospitalidad. «Escasamente transcurre un día en el que no hago una consulta acerca de vocaciones», dice su prior, Dom Mark Kirby.
El plan dio un gran paso adelante el pasado 25 de febrero, cuando el obispo Michael Smith de Meath presidió el establecimiento canónico del nuevo monasterio en Silverstream. Los monjes, que siguen la Regla de San Benito, llegaron a Irlanda desde Tulsa, Oklahoma, en el 2012, y han hecho su hogar en la casa solariega de Silverstream, construida en 1843; la comunidad es contemplativa con un enfoque específico en el Oficio Divino y la Adoración Eucarística.
El decreto del 25 de febrero del Obispo Smith «erige los Monjes Benedictinos de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar como un Instituto Monástico de Vida Consagrada de derecho diocesano en la arquidiócesis de Meath». Se cree que el decreto marca el primer establecimiento oficial de una comunidad monástica en la sede de Meath desde la supresión de los monasterios por Enrique VIII en 1536.
Durante la Misa, el obispo Smith dijo a los congregados: «la historia de la vida religiosa ha sufrido muchos cambios a través de los siglos, y me complace acoger en la diócesis de Meath la presencia tan especial de este nuevo monasterio. Con sus oraciones, su estudio y su hospitalidad los monjes «le hablan al corazón», y su testigo silencioso es un recordatorio de que el Señor continúa dándole a su Iglesia gracia y nuevas dádivas».
La constitución de la comunidad y sus normas canónicas fueron aprobadas por la Santa Sede a principios del mes en curso.
Cómo se inició
El prior conventual del Instituto, Dom Kirby, de 64 años, nació y se crió en los Estados Unidos, pero siente que la dulce mano de Dios lo ha encaminado a Irlanda. La historia empieza a tomar forma en 2007, durante una larga escala en el aeropuerto de Dublín camino a Roma. Dom Mark deseaba asistir a Misa y se dirigió a la capilla del aeropuerto. Una vez allí, le llegó a la mente una oración: «Señor, permíteme hacer algo por la Iglesia en Irlanda». Durante una conferencia en Roma en 2011, se reunió con algunas personas de Irlanda y compartió con ellos el hecho de que el corazón del carisma de su comunidad —que en aquel entonces tenía su sede en Oklahoma— era la Adoración Eucarística y el cuidado especial a los sacerdotes. Sus interlocutores irlandeses compartieron a su vez su anhelo de que una comunidad como esa llegara a beneficiar a la Iglesia en Irlanda.
«Esa invitación a considerar Irlanda me afectó profundamente, ya que desde hace varios años había sentido un deseo creciente por responder a las necesidades de la Iglesia en Irlanda con un amor humilde».
En cierto sentido, establecer la comunidad benedictina en Meath fue una especie de retorno al hogar. «La diócesis de Meath tiene una herencia monástica rica y antiquísima que se remonta hasta San Finían (470-549) y sus discípulos», según Dom Mark.
Dom Benedict [el otro monje con quien Dom Mark fundó la comunidad de Silverstream] y yo estábamos conscientes de que, por Providencia Divina, habíamos sido llamados a reavivar la antorcha que había dado su luz desde la abadía benedictina de Fore, en el Condado de Westmeath, hasta ser erradicada por Enrique VIII en 1536».
La Providencia Divina
Y, sin duda, la Providencia Divina ha brillado sobre la comunidad. «Desde nuestra llegada a Silverstream en 2012, nuestra comunidad benedictina ha crecido de mara constante: de dos a ocho miembros. Dos jóvenes más, de unos veinte años, iniciarán el noviciado esta Primavera». Actualmente, la comunidad está compuesta de cuatro profesos y cuatro novicios. Tres de sus miembros son sacerdotes.
La comunidad tiene un carácter internacional también ya que están ahí representados Irlanda, los Estados Unidos, Dinamarca y Australia. Una nota interesante: dos de los miembros son conversos a la fe católica. A contracorriente de la tendencia en la vida religiosa actual, todos menos uno de los monjes tienen menor de 36 años de edad, y varios de ellos tiene poco más de veinte años. «Nuestro objetivo es instaurar la vida benedictina tradicional en Silverstream», dice Dom Mark. «Esto significa una adhesión puntual a la letra y al espíritu de la Regla [de San Benito], y un compromiso con las formas tradicionales de la Sagrada Liturgia en latín y el canto gregoriano».
La Misa en el Priorato se celebra en la forma extraordinaria y la comunidad ya cuenta con una nutrida congregación, especialmente los domingos. «Viene gente de toda Irlanda», dice Dom Benedict. «Algunos viajan desde Dublín, de Belfast y desde tierras aún más lejanas. Hay familias jóvenes y muchas personas de distintos orígenes étnicos». La Misa tradicional se celebra a diario en el Oratorio provisional. Los monjes celebran también el Oficio Divino completo, recitando todos los 150 salmos en el curso de la semana.
La comunidad está convencida de que la persona puede llegar a un auténtico encuentro con Cristo a través de la belleza. «Cuando el individuo se acerca a la Iglesia», insiste Dom Mark, «debemos ofrecerle belleza. Debemos deslumbrar a la persona y atraerla mostrándole algo hermoso».
Sin embargo, como en muchas otras fundaciones de vida religiosa, ha habido momentos difíciles. Dom Mark admite que «los primeros cinco años fueron difíciles y, ciertos días, la situación parecía ser poco prometedora, ya que luchábamos con una calefacción escasa durante inviernos crudos y húmedos, y con un sistema eléctrico y una plomería trágicamente añosos e inadecuados. El año pasado pudimos, gracias a los sacrificios y el apoyo de amigos y benefactores, completar la renovación de once nuevas celdas monacales y una sala comunal».
Mas, los monjes no están descansando sobre sus laureles pues tienen ya en marcha afanosos planes. Dom Mark dice que el «próximo proyecto —el cual considera urgente— es transformar un dilapidado cobertizo para el ganado en una capilla equipada para una comunidad de entre 25 y 30 monjes».
Considera que la capilla actual es un arreglo improvisado. Sólo hay diez cubículos para el coro, muy pronto los novicios recién llegados tendrán que sentase en los vanos de las ventanas.
El papel vital de la vida monástica
En esta época, en la cual la gente a menudo valora la labor apostólica por sobre el trabajo contemplativo, Dom Mark es un apasionado del papel fundamental de la vida monástica de la iglesia. «A menudo me preguntan la gente, ¿de qué sirven los monjes, encerrados y en silencio tras de sus muros, mientras hay tanto que clama atención en este mundo atribulado?», dice. «Nosotros, los monjes, permanecemos fieles a nuestra rutina diaria de oración litúrgica —siete veces al día y una vez durante la noche— para proporcionar a la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, el pulso regular de su corazón: el Oficio Divino. La Iglesia, si ha de ser un organismo sano, necesita un pulso regular. Sin la oración de los monjes, la Iglesia sufriría algo así cómo una arritmia cardíaca espiritual y, con el tiempo, caería en un letargo crítico», indica el Prior.
Los monjes en Silverstream consideran que su forma de vida monástica es el corazón mismo de la misión de la Iglesia. Según Dom Mark, «la Iglesia tiene obispos y sacerdotes para sus altares y para pastorear a su rebaño; y tiene una voz en sus predicadores y maestros; y tiene brazos y piernas en sus fieles y misioneros. En nosotros, los monjes, la Iglesia tiene su corazón».
El Prior benedictino añade, «mientras existan monjes en los cubículos del coro, virilmente cantando alabanzas a Dios —día y noche— y monjes adorando ante el altar del Cristo vivo y verdaderamente presente en su amoroso Sacramento, la Iglesia será siempre joven, eternamente viva y preparada para continuar su misión en las generaciones venideras».
Michael Kelly, editor de The Irish Catholic escribe desde Dublin.