(AsiaNews/InfoCatólica) Miles de católicos han colmado las plazas de Manila el sábado pasado, para manifestarse contra la brutal guerra contra el narcotráfico que lleva adelante el presidente Rodrigo Duterte, y contra su decisión de restablecer la pena de muerte. Se trata de la intervención más importante que la Iglesia Católica ha hecho desde cuando, siete meses atrás, el presidente Duterte iniciara una campaña de represión que ha provocado cuando menos 7.000 víctimas. Uno de los obispos que participó en la marcha afirma que la manifestación se inició al alba porque «es el momento del día en el cual, a diario, descubrimos cadáveres en las calles o en medio de la basura».
Según los organizadores, han participado más de 20.000 fieles –antes de que la policía dispersara a la mitad- provenientes de al menos 21 diócesis de Luzon y de otras iglesias cristianas.
«Hemos protestado contra la expansión de una cultura de la violencia. Debemos mostrar nuestra oposición a esta tendencia retrógrada que busca suprimir nuestra humanidad», afirma uno de los fieles que participó en la manifestación. Los participantes rezaron y marcharon todos juntos, mostrando carteles con eslóganes como «No a la pena de muerte» ó «Si a la vida, no a la cultura de la muerte».
Sin embargo, la campaña contra la droga, iniciada por el presidente Duterte luego de su ascenso al poder, es aprobada por gran parte de la población. La Iglesia de las Filipinas –país de mayoría católica- ha instado a alinearse en contra de la política de la violencia, pero desde fines del año pasado, cuando los muertos empezaron a contarse por miles, la Conferencia episcopal filipina ha denunciado este «reinado del terror». Zenaida Capistrano, presidenta del Consejo de laicos de las Filipinas, ha declarado que el objetivo de la manifestación es expresar que «la vida nos ha sido prestada por Dios y que ésta debe ser protegida lo más posible».
El presidente Duterte acusó a la Iglesia de hipocresía por estar en desacuerdo con una campaña que, según él, está destinada a «liberar de la amenaza de la droga a las generaciones futuras de filipinos».