(CH/InfoCatólica) El príncipe Carlos de Gales ha denunciado recientemente en «Radio 4» el incremento en la escala de persecución anticristiana y como esta no está siendo correctamente apreciada.
Recordó haber conocido a un sacerdote jesuita de Siria que le dio «una descripción gráfica de cómo es la vida de aquellos cristianos que se vio obligado a dejar atrás». La persecución, especialmente por ISIS, ha obligado a muchos cristianos del Medio Oriente a huir de sus hogares, al punto que la población cristiana de Iraq ha disminuido de 1,4 millones a 250.000.
El príncipe también recordó que la libertad religiosa era un problema urgente en todo el mundo. «Claramente para tales personas la libertad religiosa es una difícil opción del día a día porque significa decidir entre la vida y la muerte. La escala de la persecución religiosa en todo el mundo no es ampliamente apreciada, ni se limita a los cristianos en las regiones turbulentas del Oriente Medio».
Añade «Un informe reciente sugiere que los ataques están aumentando en contra de yazidíes, judíos, musulmanes áhmadis, bahaíes y muchas otras religiones minoritarias, y en algunos países han emergido recientemente formas más insidiosas de extremismo religioso que apuntan a eliminar todo tipo de diversidad religiosa».
Mencionó que la violencia generalizada y la intolerancia tenían «ecos de los días oscuros de los años treinta».
El príncipe Carlos había advertido previamente que el cristianismo en Oriente Medio está «como nunca antes bajo amenaza».
En otra parte de la charla, comentó que tanto «la Sagrada Familia» como «el profeta Mahoma» se habían visto obligados a huir para escapar de la persecución.
Añadió: «Sea cual sea el camino religioso que sigamos, el destino es el mismo: valorar y respetar a la otra persona, aceptando su derecho a vivir la respuesta pacífica al Amor de Dios».
El Príncipe ha dicho que planea cambiar el título del monarca de «Defensor de la Fe» en un gesto «amistoso» a las religiones no cristianas. El título de soberano «Defensor de la Fe» fue concedido por primera vez a Enrique VIII por el Papa, después de que Enrique defendiera la enseñanza de la Iglesia Católica, aunque este terminó siendo finalmente su perseguidor al no conseguir que el Papa le concediera el divorcio para casarse con Ana Bolena, con quien adulteraría para luego mandarla a decapitar bajo la dudosa acusación de traición.