(AICA) El obispo comentó el pasaje evangélico de ese día que hablaba de Juan el Bautista, quien estando en la cárcel, sabía lo que iba a suceder y quería escuchar una respuesta que era la más importante para su vida: ¿Jesús, era o no era el Mesías? Una pregunta tan importante que Jesús le responde: «Vayan a contarle a Juan lo que ustedes oyen y ven» y relata: «los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres Siempre la evangelización, el buen anuncio, reclama la liberación del ser humano, de la persona, de los pueblos, de las familias».
«Esa pregunta también nos la tenemos que hacer nosotros, porque a veces lo damos por descontado pero no siempre es así. Usted, que nos escucha, ¿cree en serio que Jesús es el Señor?, ¿cree en serio que Jesucristo es el Mesías?, ¿cree que Jesús se encarnó, por voluntad del Padre, en el seno virginal de María, que así se nos dio al verdadero Dios y verdadero Hombre?, ¿cree que Jesucristo nos enseña lo que es el amor, a través de la salvación y de la redención en la cruz, cargando sobre sus espaldas el pecado del mundo, que nos quita, con su muerte y resurrección,el pecado y nos da la vida eterna?
Porque, «siempre la evangelización, el buen anuncio, reclama la liberación del ser humano, de la persona, de los pueblos, de las familias»; «si uno cree, se involucra, lo sigue, lo imita, lo acompaña, le agradece. Pero si uno no cree, o no tiene claro el motivo principal de su vida, su andar se hace mediocre, perezoso, egoísta, sin entusiasmo; porque ciertamente no hay motivo principal en la vida de una persona», concluyó