(La Opinión) El hombre que de niño volaba cometas después pasó a venderlas, trabajó en una fábrica, confeccionó camisas en un taller, repartió periódicos y a los 14 años se convirtió en guerrillero del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, en la lucha contra décadas de dictadura militar, donde estuvo hasta los 26 años, hasta que finalizó la Guerra Civil en 1992 y se firmaron los Acuerdos de Paz.
Tras el adiós a las armas siguió su lucha pero ya desde la política y va por su cuarto mandato al frente de Ciudad Delgado, uno de los municipios más importantes de la capital del país. Está de visita estos días en Oleiros porque es uno de los concellos que le prestan ayuda en proyectos de cooperación.
Ya estuvo en Oleiros el año pasado.
Sí, ya son once años de amistad, estamos como hermanados. Cada año venimos a rendir cuentas a los municipios que nos cooperan y Oleiros es visita obligada. El alcalde nos donó zapatos y leche infantil. El alcalde es una persona muy avanzada políticamente y compartimos pensamiento político.
La guerrilla y el Gobierno salvadoreño firmaron la paz en 1992, que costó unas 75.000 vidas y hoy en día es un país democrático. Colombia acaba de fracasar en ese proceso al rechazar el pueblo el acuerdo con las FARC.
Colombia necesita la paz más que nunca. Si se hubiese hecho un referéndum en El Salvador en el momento de los Acuerdos de Paz... no podíamos votar nosotros ni la base social que apoyaba a la guerrilla. Estuvimos asesorándolos en ese proceso, cómo nosotros como guerrilla logramos transformarnos en una fuerza electoral y cómo en la vida democrática hemos cambiado la forma de hacer política. Antes de la llegada del Frente nadie hablaba de transparencia, participación, planificación del territorio, consultas ciudadanas. Hoy, hasta los alcaldes de la derecha se ven obligados a ser transparentes, dar participación a los ciudadanos. La gente se acostumbró a que los niños tengan su paquete escolar, dimos títulos de propiedad a los que trabajaban las tierras más de treinta años... si vuelve la derecha ya no van a poder quitarles eso, no se entendería. Y cuando más tiempo pase el Frente en el Gobierno, más vamos a darle al pueblo cosas que se van convirtiendo en necesidades para el futuro.
Aquí en España la izquierda, o parte de ella, va a facilitar el Gobierno de la derecha.
Es complicado, está difícil opinar sobre esto (sonríe). En El Salvador estamos en la misma situación. En toda América Latina hay una estrategia muy orquestada por oligarquías tolerada, y quizá financiada, por Estados Unidos, para desestabilizar gobiernos de izquierda o progresistas. Se trata de derrocar por las vías no constitucionales pero sí legales a los gobiernos establecidos, como ha sucedido en Brasil, en Honduras. En El Salvador la derecha ahora usa el método de bloquear cualquier posibilidad de financiación del Estado, no aprueba ningún crédito, préstamo ni impuesto. Y la sala de lo constitucional de la Corte de Justicia se ha convertido en aliado principal de estos grupos dominantes. Hay una estrategia de ahogamiento financiero del Estado hasta el año 2019 que ellos prevén regresar al Ejecutivo.
Ciudad Delgado, con 120.000 habitantes, es uno de los catorce municipios del área metropolitana, regida por un consejo de alcaldes. Aquí en la comarca coruñesa hay una iniciativa para constituir un área metropolitana. ¿Qué aconsejaría?
Nosotros allí somos siete de derecha y siete de izquierda pero tenemos una relación muy fraterna, el área metropolitana ha aprendido a trabajar democráticamente, hemos aceptado con más madurez el paso de un gobierno de un solo partido a gobiernos plurales. Hasta hace año y medio el partido que ganaba se llevaba todo, no tenía representación la oposición, ahora sí, yo tengo 10 de 18 concejales. Tenemos un plan estratégico metropolitano sobre movilidad, planificación, desarrollo urbanístico. Hemos aprendido a tomar decisiones colectivas a pesar de nuestras diferencias. Ustedes tienen que trabajar con madurez política y compartir logros.
¿Cómo llega un exguerrillero a una Alcaldía?
Vengo de una familia conservadora que apoyó al Ejército. En los años setenta, de mayor intensidad de lucha social y oposición tras setenta años de dictadura militar brutal no se veía a la izquierda como una solución. Estuve con la legión de María, fui monaguillo y catequista. Llegó una generación de sacerdotes jesuitas que son asesinados, y luego monseñor Romero también, y se produjo un vuelco en nuestra conciencia. Vimos que no podíamos controlar eso más que enfrentándonos y derrotándolos. Y la mamá de mis tías decidió cambiar de bando y toda la familia con ella. Me dio su bendición para irme con la guerrilla y 1.500 colones, 150 dólares. Ella, María Eustaquia, me enseñó a trabajar. A los siete años ya podía echar costuras rectas con una máquina de coser.
Estuvo en la cárcel
Al heredar de mi tío monté una fabriquita pero cuando estaba en los comandos urbanos me detuvieron y me metieron en la cárcel cinco años y seis meses y me quitaron todo. Allí terminé el bachillerato. Me fugué en 1991 y volví al frente de guerra. Cuando llegó la paz pedí dedicarme a organizar a la gente, y me ayudó un cura. Me presentó en la misa. A las señoras les dijo que yo era Isaac, mi nombre de guerrillero, que había matado a mucha gente, que era comunista. Yo les dije que no había matado a mucha gente, que sí era comunista pero creía en la Virgen de Guadalupe y en Dios y me aceptaron. Yo no ingresé por la vía del conocimiento marxista ni de la intelectualidad sino de la Iglesia católica.
Pasó más peligro usted en la política que en la guerrilla.
Sí, en 1993, cuando estábamos en la primera campaña política, me secuestraron dos tipos con pistolas y me iban a matar. Yo ví la cara de uno, era uno de los que había ayudado en la cárcel, y le dije soy Tomasito el de la capilla, ¿me vas a matar?. Se arrepintió y me dejaron. Luego otra vez me lanzaron ácido de batería y me quemó el ojo, Sufrí mucho. Esas primeras campañas electorales eran verdaderas luchas campales.