(Gaudium Press) «Génova, una vez más, ha sido escogida para acoger el Congreso; escogida y honrada por la presencia de cada uno de ustedes y de las iglesias particulares que representa. Gracias cordiales a cuantos han colaborado con su realización: administradores e instituciones, voluntarios y sacerdotes», expresó el Cardenal al iniciar la homilía de la misa de clausura.
Refiriéndose luego al Sacramento de la Eucaristía, al pasaje del Evangelio y al anhelo de felicidad de cada ser humano, el purpurado señaló: «En el corazón del hombre, de cada hombre, está viva la esperanza de una ‘plenitud', de felicidad y de un ‘para siempre' en el amor; una espera que es mayor que lo temporal y lo puramente mundano (...) Es esta hambre del alma que empuja a la multitud a seguir a Jesús, con la intuición que sus palabras son auténticas -‘palabras de vida eterna'- que revelan y llevan a término el misterio de su existencia».
Dijo también que entrar en el dinamismo Eucarístico, significa «dejarse plasmar por Cristo, confiar en su amor obediente, dejarse guiar por el Espíritu, que nos lleva ‘a cantar regocijándose a una sola voz al tres veces santo'».
También habló de caridad, que revela que en la Eucaristía «nos hemos encontrado con el Señor y con nosotros mismos; que hemos adorado a Dios y no a nosotros mismos. Las obras de misericordia, tan recomendadas por el Papa en este Año de la Misericordia, son, de hecho, obras eucarísticas: marcan la larga tradición de la Iglesia e interpelan toda nuestra existencia».
Una caridad que tuvo durante este Congreso un gesto concreto, por medio de una colecta para apoyar a todos aquellos que se vieron duramente afectados por el terremoto en el centro de Italia. «A toda la población, a los queridos portores de aquellas Iglesias y su clero, confirmamos nuestra cercanía fraterna», señaló el Cardenal Bagnasco.
Procesión eucarística
Uno de los momentos más significativos de este Congreso Eucarístico fue la procesión con el Santísimo Sacramento en barco que ocurrió en la tarde del sábado 17 en el Puerto Antiguo de Génova. El ostensorio fue llevado en un barco patrullero de la Capitanería del Puerto que en los meses pasados salvó en el mar a centenas de refugiados.
El recorrido procesional, que siguió luego por tierra, culminó con una jornada de Adoración y la Bendición Eucarística en la Catedral. Allí los fieles pasaron por la Puerta Santa para así obtener las gracias del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
«En el silencio, delante de Él, reencontramos el misterio santo de la Misa: si la celebración Eucarística es una inmersión en el Cielo, la adoración es destilar lo eterno en lo cotidiano; si la Eucaristía es el núcleo incandescente, la adoración es un acercarse al fuego hasta irradiar la luz sobre el mundo», reflexionó el Presidente de la CEI una vez culminó la procesión con el Santísimo Sacramento.
«Adorar es reconocer con alegría -hasta las lágrimas - el primado de Dios y, por lo tanto, la verdad de aquello que somos, pequeñas creaturas, pro creaturas amadas», añadió el Cardenal.