(Agencias) Las religiosas llegaron a los tribunales de Comodoro Py con sus hábitos religiosos y lograron esquivar a los medios. Declararon durante horas en el juzgado de Rafecas, ante la presencia de los abogados de la Oficina Anticorrupción (OA) y uno de los defensores de López.
Según sus propios testimonios, María, monja de clausura desde hace 20 años, era la encargada de atender el timbre en el convento desde que la madre superiora Alba se enfermó, mientras que Marcela asistía en las diligencias dentro de la estructura del convento.
Esta última declaró que a las 8 de la noche del 13 de junio, Alba les comunicó que iba a pasar «el señor José», a quien había visto «dos o tres veces» junto a su esposa porque «visitaban tanto al Monseñor (Rubén Di Monte) como a la madre Alba».
«Esa noche la madre superiora sólo me dijo que ‘llamó José y que iba a venir', nosotras no pedimos explicación a la madre superiora. Se hacía tarde y después a eso de las 23 hs. y 00.00 hs., la madre Alba nos dijo que ‘no lo esperemos más a José', que nos fuésemos a descansar. A eso de la madrugada, sonó el teléfono (...). Eran más o menos las 4 de la mañana», dijo Marcela, según consta en el acta de su declaración.
El relato continúa: «Abrió la puerta la madre Inés, José estaba ahí con unos bolsos. Y la madre Inés le abrió la reja primero y después la puerta, y él le dijo ‘esto traigo para el Monasterio'».
Marcela Albin confirmó que «Inés lo ayudó a meter los bolsos adentro de la casa», tal como muestran las imágenes de las cámaras de seguridad del lugar. Y señalo que «José y la ‘Sra. Mari' (en alusión a Ana María Díaz, esposa del ex funcionario) a veces traían comida, té, fideos, arroz, también donó sábanas, ropa todo para nosotras».
Por su parte, María afirmó que «nunca» supo «quién era o a qué se dedicaba José o su mujer», y que la noche previa a la detención lo estuvo esperando, por orden de la superiora, hasta la medianoche. «Me fui a acostar a mi celda, cerré la puerta y me fui a dormir», resumió.
La monja se despertó a la madrugada cuando ya estaba la policía en la puerta del convento tocando el portero eléctrico. «No recuerdo la hora; me asusté porque no entendía por qué motivo estaba la policía en el Monasterio, me levanté, me fui al torno, y atendí el portero eléctrico, entonces ahí el policía me explica que el vecino de enfrente había visto a un hombre que había saltado el portón con bolsos para adentro», dijo. Se refería al pollero Jesús Ojeda, que declaró el jueves ante el juez Rafecas.
La tercera monja involucrada es la hermana Inés (Celia Inés Aparicio), que ya fue llamada a indagatoria para el próximo 1 de agosto. Rafecas habló con ella durante la inspección ocular al convento y decidió mantenerla al margen del operativo por su condición de imputada. En tanto, el Cuerpo Médico Forense debe definir si la hermana Alba, de 95 años y que pasa la mayor parte de sus horas en cama, está en condiciones de declarar.
La jornada terminó con un careo entre las dos monjas a raíz de algunas contradicciones sobre el momento en el cual la policía le exhibió el arma de López. «Yo me mantengo en mis dichos», dijo la hermana Marcela, ante lo cual la otra religiosa contestó: «Yo también me mantengo en mis dichos, pero puede ser que yo no haya visto al policía, yo sólo saqué la cabeza y vi el arma».