(Jorge Enrique Mújica/Ecclesia) El periódico on-line en inglés que mantiene un número de visitas semejante al The Wall Sreet Journal, comienza mostrando cómo para muchas personas (incluido el editor del Bussines Insider) la posición de la Iglesia católica acerca de los anticonceptivos resulta pasada de moda. E inmediatamente después comienzan a ponderar algunos argumentos de historia sobre si esa actitud entrañará algún valor… y razón.
Hablan, por ejemplo, de los 21 siglos de experiencia que tiene la Iglesia (lo que la convierten en la institución más antigua de la humanidad), de sus establecimientos que tocan prácticamente toda actividad humana a lo largo y ancho del mundo (lo que le permite hablar de lo que habla) e incluso de los grandes intelectuales que ha dado a la humanidad, antiguos y contemporáneos, como Agustín de Hipona o René Girard.
Y es entonces que plantea la cuestión: el uso generalizado de anticonceptivos ha traído consigo cuatro resultados que ya Pablo VI recogió en 1968 en la encíclica Humanae Vitae: 1) descenso en general de las normas morales, 2) aumento de la infidelidad y de hijos ilegítimos, 3) reducción de las mujeres a objetos de placer y 4) la actividad coercitiva de los gobiernos en materia reproductiva. O en otras palabras: lo que ha estado pasando en los últimos 40 años.
Los autores del artículo ejemplifican esas cuatro consecuencias de la disociación entre amor, matrimonio, sexo y procreación enseñada por la Iglesia con:
1) actualmente no se puede dar por sentado que alguno de los padres sea necesariamente responsable de sus hijos. Esto quedaría todavía más patente si se considera que ser padre equivale hoy en día al cumplimiento de pagos para el sustento infantil ordenados por las cortes. Esto hace que los estándares de paternidad estén por los suelos;
2) Un par de datos: en 1960 sólo el 5,3% de los bebés nacían de mamás solteras; para el año 2010 el porcentaje ascendía a 40,8 %. En 1960 tres cuartas partes de los hogares estaban compuestos por matrimonios casados; en 2010 apenas llegan al 48%.
3) La reducción de la mujer a un mero objeto de placer está ligada al usa y tira que de hecho hacen de ella los anticonceptivos. En cuanto cosificación, basta mirar el aborto selectivo que abiertamente se hace de las niñas en China y veladamente en muchos otros países.
Michael Brendan y Pascal-Emmanuel Gobry, autores del artículo, también tocan el mito de la sobrepoblación para la cual los anticonceptivos serían un remedio. En este ámbito, las críticas contra la Iglesia son que, de seguirse el «sed fructíferos y multiplicaos» que enseña la Biblia, la tierra se volvería insostenible. Pero las estadísticas parecen no apoyar esa idea. El «The Population Bureau of the Department of Economic and Social Affairs of the United Nations» muestra, de suyo, que en las próximas décadas se dará una desaceleración del crecimiento de la población (¡y eso que la ONU promueve la anticoncepción y el aborto!). El caso más dramático es el de China quien va encaminada a una crisis demográfica a causa de la política del «hijo único» mantenida por el gobierno durante muchos años.
Y entonces, ¿en qué concluye el artículo del Business Insider? En que ve la posición de la Iglesia en materia de reproducción como algo completamente acertado: «El progreso humano es la gente. Más gente significa más progreso. El inventor de la cura para el cáncer podría ser el cuarto hijo de alguien que decidió no tenerlos más». Y añaden: «Es una buena idea que la gente sea fructífera y se multiplique. Independientemente de cómo se sienta ante la postura de la Iglesia sobre el control de la natalidad, la Iglesia se ha demostrado bastante profética».