(Lifesitenews) Siete años después de recibir quejas y críticas en todo el mundo por honrar públicamente al pro-abortista Barack Obama, Presidente de los Estados Unidos, –entre ellas, las quejas de los más de 367.000 firmantes de la petición por internet de la Sociedad Cardenal Newman, y la oposición pública de 83 obispos norteamericanos–, la Universidad de Notre Dame ha decidido traicionar otra vez a la Iglesia y a su propia misión como institución institución católica.
Notre Dame ha anunciado que va a otorgar su Medalla Laetare de 2016, el «más antiguo y prestigioso reconocimiento honorífico que puede recibir un católico americano», al proabortista Vicepresidente Joe Biden. Esta vez, sin embargo, la ofensa es mayor aún, ya que a este político católico se le honra por «ser un hombre cuyo genio ha ennoblecido las artes y las ciencias, ha sido exponente de los ideales de la Iglesia y ha acrecentado la herencia de la humanidad».
De nuevo, Notre Dame acude a consideraciones de tipo político para justificar su elección. En 2009, la universidad adujo que estaba simplemente premiando a la persona que era Presidente en tanto Presidente, sin importar quién fuera, como si un arbitrario criterio de pudiera justificar un escándalo público. Ahora, la universidad honra a Joe Biden juntamente con John Boehner, el anterior portavoz republicano de la Casa Blanca, aduciendo que quieren alabar el «diálogo respetuoso», la «transigencia para llegar a acuerdos» y el «trabajar por el bien común», tan en contraste con el «ambiente político tóxico» de nuestro tiempo (dejando a un lado el hecho del escándalo público, claro).
En realidad, la alabanza y el galardón que la universidad concede al vicepresidente Joe Biden crea un ambiente religioso tóxico en el campus de Notre Dame y más allá de él, traiciona la misión religiosa de la universidad y lanza el mensaje claro de que un católico que se opone públicamente, sin arrepentirse después, a la doctrina moral católica merece un premio de una universidad católica como un ciudadano católico modélico.
El rector de la universidad, el P. John I. Jenkins, C.S.C (Congregatio a Sancta Cruce), como se puede leer en una nota publicada en la web de Notre Dame, ha descrito a los dos, a Biden y a su compañero en el premio, como hombres que «se han dedicado al auténtico servicio público» que «siempre han puesto el bien de la nación por encima de otros objetivos partidistas» y que «han tomado posturas de concesión y progreso» para el bien de la nación. Además, remarcando otra vez su aptitud para llegar a acuerdos, el P. Jenkins ha dicho que Notre Dame «elogia esas dos vidas dedicadas a hacer que nuestras instituciones democráticas sigan trabajando por el bien común por medio del diálogo centrado en los problemas y mediante el compromiso de llegar a acuerdos responsables».
Para los católicos convencidos, estos «acuerdos responsables» y este «compromiso» político de alcanzarlos son precisamente el problema, ya que el católico Biden ha comprometido su fidelidad a la doctrina de la Iglesia sobre los males intrínsecos demasiadas veces en su carrera por su compromiso político. Ha apoyado públicamente la sentencia del caso Roe contra Wade, el aborto legal, la redefinición legal del matrimonio para incluir parejas del mismo sexo, la financiación pública de la investigación con células-madre de embriones humanos y la orden del Departamento HHS (servicio humano y de salud) sobre contracepción, esterilización y fármacos abortivos. ¿De verdad es éste el tipo de «compromiso responsable» que Notre Dame quiere aplaudir?
Notre Dame compromete su identidad católica al honrar con un premio a Biden con el fin de hacer una declaración política y, como cuando premió a Obama, conseguir la aprobación del mundo.
Cuando anunció el premio, el P. Jenkins expresó su preocupación por la confianza del pueblo norteamericano en su gobierno. ¿Tiene Notre Dame esa preocupación con respecto a nuestra Iglesia? ¿Qué pensarán los gestores de la universidad que ocurre con la confianza del pueblo católico en sus dirigentes religiosos y en sus instituciones cuando, aunque se digan fieles a la fe católica, otorgan un prestigioso reconocimiento honorífico a aquellos que atacan públicamente la fe y pudieran arrastrar fieles fuera de la Iglesia?
Sin duda previendo la polémica que puede provocar esa decisión tan discutible de la universidad, el P. Jenkins ofrece este flojo descargo de responsabilidad: «Al reconocer la valía de ambos hombres, Notre Dame no respalda la posición política de ninguno de ellos». Pero es que Notre Dame decide honrar a políticos católicos por su trabajo de promoción de leyes y políticas públicas. Y esto muestra que Notre Dame valora la cooperación política por encima de todo lo demás, sin tener en cuenta los objetivos de dicha cooperación y sin preocuparse por la moralidad de los mismos ni por la defensa de la vida de seres humanos inocentes.
Con la entrega de este premio y con las declaraciones elogiosas del P. Jenkins, la universidad propicia que los estudiantes del campus y la gente en general perciban que se puede ser un buen católico y contradecir, sin arrepentirse, las enseñanzas de la Iglesia en la vida pública. Este escándalo perjudica gravemente los trabajos de Notre Dame para cumplir con su misión como institución educativa católica y afecta a su responsabilidad como brazo evangelizador de la Iglesia.
Biden tiene un lúgubre historial cuando se trata de defender la dignidad de la vida humana en el senado de EEUU. Al mismo tiempo que alegaba que en su «vida personal» acepta la doctrina de la Iglesia que afirma que la vida humana comienza en la concepción, se negaba a actuar de acuerdo con ese pensamiento como senador, y ha sido un defensor público de la legalidad del aborto.
El cardenal Francis Arinze es quizás quien mejor ha expresado esto en un discurso ante el Christendom College en julio de 2011: «Algunas personas dicen ’yo personalmente me opongo al aborto pero no voy a imponer mis ideas a otros’. Es lo mismo que decir ‘algunas personas quieren pegar un tiro a todos ustedes senadores y diputados, pero yo no voy a imponerles mi punto de vista; tienen derecho a decidir’.[…] Se trata de la Ley de Dios, no es el reglamento de un club de tenis».
Como vicepresidente, Biden ha sido un paladín de la normativa HHS (servicio humano y de salud) del gobierno de Obama, a la cual los obispos de EEUU se han opuesto reiteradamente porque ataca descaradamente la libertad religiosa. Biden incluso ha recibido reprimendas de la conferencia episcopal americana por mentir sobre la naturaleza de dicha normativa durante el debate vicepresidencial de 2012.
Biden ha sido también un poderoso defensor de la legalización de la redefinición del matrimonio, y denigraba a los que se oponían al matrimonio homosexual calificándoles como «homófobos».
La conferencia episcopal americana en su documento «Católicos en la vida política» de 2004 dejó claro:
«No proteger la vida de los miembros inocentes e indefensos de la raza humana es pecar contra la justicia. Por lo tanto, aquellos que formulan las leyes tienen una obligación en conciencia de trabajar para rectificar leyes defectuosas en lo moral, para que no sean culpables de cooperar en esa maldad y pecar contra el bien común».
El mismo documento asimismo prohíbe a las instituciones católicas honrar «a aquellos que realizan acciones que desafían nuestros principios morales básicos» con «premios, honores o plataforma alguna que pudiese sugerir un apoyo a sus acciones».
Además, Ex corde Ecclesiae, la constitución apostólica para el gobierno de las universidades católicas emitida por San Juan Pablo II, establece:
«La enseñanza y la disciplina católicas deben influir sobre todas las actividades de la Universidad [...] Todo acto oficial de la Universidad debe estar de acuerdo con su identidad católica».
No es suficiente que Notre Dame, o cualquier otra universidad católica, pretenda descargarse de su responsabilidad y haga como que no es un escándalo el honrar a figuras públicas que se oponen públicamente a la doctrina moral católica. La Sociedad Cardenal Newman condena enérgicamente la concesión de la Medalla Laetare al vicepresidente Biden.
Traducido por Antonio Pérez Igualador, del equipo de traductores de InfoCatólica