(EP/InfoCatólica) «Hoy no faltan los conocimientos científicos y los instrumentos técnicos en grado de ofrecer apoyo a la vida en situaciones en las que se muestra débil, pero falta humanidad a veces. El acto bueno no es la correcta aplicación del saber ético, pero presupone un interés real por la persona débil», ha sostenido el Santo Padre.
Así, ha criticado a las instituciones científicas que están más preocupadas por el «interés económico» que por el bien común y ha explicado que la elección del bien no es una cuestión «cosmética», un proceso de estética exterior, sino de «una desvinculación del corazón de deseos deshonestos».
El Papa ha señalado que el «bien que cumple el hombre no es el resultado de cálculos, estrategias o el producto genético o de los condicionamientos sociales, sino el fruto de un corazón bien dispuesto, de la libertad de elección que tiende al verdadero bien». «No bastan la ciencia y la técnica para cumplir el bien, se necesita la sabiduría del corazón», ha incidido.
Asimismo, ha criticado que hoy en día existen algunas orientaciones culturales que «no reconocen más la huella de la sabiduría divina en la realidad creada, ni siquiera en el hombre». De este modo, el Papa ha lamentado que desde esta óptica «la naturaleza queda reducida a sola materia, plasmable según cualquier diseño». En cambio, para el Pontífice la humanidad «es única» y «preciosa a los ojos de Dios» y la virtud es «la expresión más auténtica del bien que el hombre, con la ayuda de Dios, es capaz de realizar».
«La virtud no es una emoción o una habilidad, que se adquiere con un curso de actualización, ni siquiera un mecanismo bioquímico, sino la expresión más elevada de la libertad humana», ha dicho. En este sentido, ha alertado de que si se pierde la virtud, comienza a reinar «el pecado y después el vicio». «Quien toma este camino que resbala cae en el error moral y viene oprimido por una creciente angustia existencial», ha señalado.
«Cuando el corazón se aleja del bien y de la verdad contenida en la Palabra de Dios, corre tantos peligros, permanece privado de orientaciones y tiene riesgo de llamar bien al mal y mal al bien», ha advertido.
Finalmente, ha establecido que al corazón corrupto no lo cambia la «teoría» ni las «reformas sociales o políticas», sino la obra del Espíritu Santo.