(Diócesis Huesca) La carta, firmada el Miércoles de Ceniza, 10 de febrero, es una respuesta a la llamada del Papa Francisco a pasar de un modelo de «mera administración» a uno nuevo de «estado permanente de misión».
El documento cuenta con seis apartados. Los dos primeros están centrados en el desafío evangelizador y la realidad pastoral de las diócesis aragonesas, mientras que el tercero responde en clave de «conversión pastoral» a través de las unidades pastorales. Los tres capítulos siguientes explican el qué y el para qué de esta modalidad de organización pastoral, así como algunos aspectos prácticos. Cada uno de los capítulos se cierra con un cuestionario para la reflexión y en grupo, además de un mapa conceptual.
La carta organiza las unidades pastorales en tres formas, una agrupación de parroquias rurales de las mismas dimensiones; una agrupación de parroquias rurales en torno a otra de mayor consistencia; y una agrupación de parroquias urbanas allí donde los límites han sido desdibujados por la cercanía geográfica de las mismas.
Objetivo
El objetivo de estas unidades es que determinadas comunidades parroquiales con cierta homogeneidad y «en signo de comunión» realicen «una pastoral de misión con pluralidad y diversidad de ministerios, carismas, vocaciones y funciones, encomendadas por el obispo a un presbítero o a un equipo de presbíteros, capaces de fomentar fraternidades sacerdotales y equipos de vida apostólicos». Lo importante de estas unidades pastorales «no es el qué, sino el para qué» ya que esta nueva forma de organización «busca formar comunidades cristianas vivas, fraternas, orgánicas, corresponsables y evangelizadoras», que alcancen «de un modo más generoso la exigencia de comunión».
Así, se trata de que cada uno de sus miembros, desde sus respectivas vocaciones y ministerios, «ponga todo lo que tiene al servicio de la única misión de la Iglesia: el anuncio de salvación en Jesucristo».
Entre otros asuntos, en la carta pastoral se refleja «una preocupación por las vocaciones», no solo sacerdotales, «sino también a la vida consagrada y al laicado comprometido».
Los firmantes de las cartas son el arzobispo de Zaragoza, Mons. Vicente Jiménez, y los obispos de Teruel y Albarracín, Mosn. Carlos M. Escribano; Tarazona, Mons. Eusebio Hernández; Barbastro-Monzón, Mons. Angel J. Pérez; y el de las diócesis de Huesca y de Jaca, Mons. Julián Ruiz.