(Javier Espinosa/El Mundo) Aunque Maha Aphichat dice que nunca ha tenido contacto con el monje Ashin Wirathu, reconoce que todo su ideario y hasta su forma de actuar se «inspira» en el clérigo birmano conocido por sus diatribas anti musulmanas. Como su correligionario, Aphichat recurre a las redes sociales y en concreto a Facebook para diseminar un mensaje que él mismo admite contradice los principios del budismo.
«Sí, Buda defendía la compasión, pero no podemos seguir dejando que nos maten. Un soldado tiene que matar para defender a su país. No podemos tener compasión con los musulmanes, porque son unos asesinos», aduce. Aphichat se sienta en un costado de Wat Benchamabophit, el llamado «Templo de Mármol», uno de los recintos religiosos más populares de la capital tailandesa y su lugar de residencia desde 2002.
El recinto religioso está adornado por una de las ahora habituales pancartas que promueve la organización Conociendo a Buda, que pretende establecer un código de conducta que penalice comportamientos como los tatuajes con la figura del creador de esta fe o la utilización de su nombre en clubes como el famoso Buda Bar.
«Es un insulto a nuestra religión. No se debería permitir la entrada en el país a los que portan esos tatuajes», dice. Para el monje de 31 años, sin embargo, su principal objetivo es responder a las acciones de la insurgencia musulmana que lucha en el sur del país desde 2004.
Aunque más del 90% de la población tailandesa es budista, las provincias sureñas agrupan a una minoría musulmana de origen malayo que mantiene una reivindicación nacionalista de larga data.
El clérigo se presenta a la cita con una detallada estadística de los ataques de los rebeldes sureños. Según sus cifras, en estos años «han asesinado a 19 monjes, han herido a otros 25 y han quemado un templo. Un monje murió quemado en ese suceso». «El gobierno ha demostrado que es incapaz de remediar esta situación. Por eso tenemos que defendernos», añade.
Yo soy el halcón
Siguiendo el estilo incendiario de Wirathu, Aphichat amenaza con responder a cualquier próximo ataque contra un monje budista en el sur del país. «Por cada monje budista asesinado, quemaremos una mezquita. Si esa gente creen que sólo se trata de una amenaza, que se atrevan y verán cual es nuestra respuesta», afirma. «Hasta ahora los budistas hemos sido palomas. Necesitábamos un halcón. Yo lo soy. Quiero imitar a Wirathu», indica.
Fue la misma admonición que lanzó en octubre pasado a través de Facebook, generando la repulsa de muchos pero también un aluvión de adhesiones.
La Junta militar decidió que el clérigo se había excedido, le sometió a una sesión de «ajuste de comportamiento» -una reprimenda muy común entre los militares- y le obligó a interrumpir su actividad en Facebook durante un mes.
Al cabo de ese periodo Aphichat regresó al activismo centrándose ahora en promover el boicot de la construcción de mezquitas en ciudades como Chiang Mai. «Tenemos que frenar su expansión. Quieren apoderarse del país. No les vamos a dejar construir ni un sólo templo más en las provincias budistas», promete. Aunque todavía carece de la prominencia que tiene Wirathu en Birmania, Aphichat es una figura que refleja la creciente pujanza en el interior del budismo del sudeste asiático de una corriente ideológica profundamente conservadora y combativa -frente a la actitud tradicional de paciencia o resistencia pasiva a la que se asocia esta religión-, que ha adquirido ya una enorme relevancia en Sri Lanka con el movimiento Bodu Bala Sena (BBS) o Birmania, con la agrupación Ma Ba Tha.
En Tailandia, los conservadores están ganando poco a poco espacios de poder cada vez más relevantes en una nación conocida por su devoción religiosa y sacudida por recurrentes crisis políticas y económicas. Según Pavin Chachavalpongpun, profesor del Centro de Estudios del Sudeste Asiático de la Universidad de Kyoto (Japón), en la presente coyuntura de marasmo que sufre el país, «el extremismo budista ha encontrado una manera de dominar el pensamiento social» apelando al «nacionalismo» local.
El pasado mes de octubre los integristas consiguieron que el ministerio de Cultura tailandés censurara un filme local en el que se abordaba la relación más que platónica entre un joven obligado a enrolarse en el clero y una fémina.
«Hay algunas escenas que corren el riesgo de destruir el Budismo, como la del novicio tocando la mejilla de la chica (en esta fé también está prohibido que los religiosos toquen a las mujeres)», afirmó Sathien Wipromma, jefe de filas de la Asociación de Académicos Budistas. Los fundamentalistas, incluido el propio Aphichat, promueven una agresiva campaña para conseguir que la Junta golpista consagre al budismo como religión del Estado en la próxima constitución y a tal efecto presentaron una petición respaldada por 1,7 millones de firmas en enero.
Límite de libertades
Una medida inédita en la historia reciente de Tailandia y que según algunos analistas amenaza con alentar el resquemor de la minoría musulmana como ya ha ocurrido en Birmania. «Podría llevarnos a la limitación de libertades y a permitir que se persiguiera a personas que piensan de forma diferente bajo el supuesto de que han insultado al budismo», opinó Vichak Panich, un experto en budismo y columnista del medio local Matichon.
Pero la importancia de este movimiento quedó de manifiesto este lunes cuando varios miles de monjes y simpatizantes se concentraron en la provincia de Nakhon Pathom, al oeste de la capital tailandesa, para repetir esa petición y protestar por lo que considera una intromisión de la Junta militar en la designación del próximo líder de la institución que rige el budismo local, conocida aquí como Sangha.
La marcha de los religiosos concluyó en uno pequeño rifirrafe entre los monjes y los uniformados. Unas inusuales imágenes que se convirtieron hoy en la portada de todos los periódicos locales y han causado una auténtica conmoción en las redes sociales. «¡No toquéis a los monjes!», se veía gritar a muchos de los congregados mientras ambos grupos se enzarzaban en empujones y empellones.
El encontronazo con la autoridad militar se ha generado porque los golpistas se han negado a ratificar el nombramiento del nuevo patriarca del budismo tailandés, el clérigo Somdet Chuang, de 90 años, después de que otro monje le reprochara su excesiva devoción por los placeres terrenales y las autoridades decidieran investigarle por una posible evasión de impuestos.
«El Patriarca Supremo es una posición de liderazgo espiritual y moral para la sociedad y el budismo tailandés. Si la motivación del próximo líder es la codicia y las ambiciones mundanas no podrá ser un modelo para nuestros hijos y la comunidad budista», manifestó Buddha Issara, un monje que se cuentan entre los adversarios de Chuang. El estamento budista tailandés se ha visto sacudido en los últimos años por incontables escándalos de corrupción y sexo, cuyo referente más mediático sería quizás el caso del monje Wiraphol Sukphol, un multimillonario que se preciaba de utilizar bolsos Louis Vuitton y viajar en avión privado.
Con cerca de 38.000 templos y unos 350.000 monjes, el budismo en Tailandia genera unos ingresos por limosnas que rondan los 3.300 millones de euros anuales, según un informe del Instituto Nacional de Administración para el Desarrollo.
El pasado mes de enero el ex abad del conocido templo de la Montaña Dorada de Bangkok -uno de sus referentes turísticos- se ahorcó tras ser acusado de haberse apropiado de más de 600.000 euros. Los defensores de Somdet Chuang, sin embargo, aducen que toda esta campaña tiene por objetivo «controlar» la cúpula religiosa. La disputa ha adquirido un notable sesgo político ya que Issara se significó por su antagonismo al ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en un golpe de estado en 2006,
Los oponentes de Somdet Chuang no han escondido que también le reprochan su proximidad al polémico abad del Templo Dhammakay, Phra Dhammachayo -otro clérigo que se vió forzado recientemente a devolver más de 20 millones de euros de los que se había apropiado-, al que se le vincula asimismo con Thaksin.
«¿Como podemos mantener a un nominado (a Patriarca) que tiene lazos con los 'camisas rojas' (el movimiento que lideraba Thaksin)?», manifestó Mayanee Thaitae, una activista de los grupos contrarios a Thaksin, en declaraciones a Reuters. Aphichat reconoce que los casos de «corrupción» entre los monjes forman parte de lo que llama «el enemigo interno». Pero él prefiere centrarse en las «amenazas externas: los musulmanes».
«Ya hay mucha gente luchando contra los que hacen daño a nuestra religión desde dentro», sentencia.