(Zenit) «Si pensamos en todos los conflictos, injusticias, crisis humanitarias urgentes que marcan nuestro tiempo, nos damos cuenta de lo importante que es para cada cristiano ser un verdadero discípulo misionero, llevando la buena nueva del amor redentor de Cristo a un mundo tan necesitado de reconciliación, justicia y paz», dijo el Pontífice a los participantes en este encuentro que comenzó el pasado 24 de enero.
Asimismo,el Santo Padre animó a los fieles católicos de todo el mundo a seguir el ejemplo de Jesús, quien compartía «su comida con sus discípulos pero no solo, sino que también y sobre todo lo hacía con los pecadores y los marginados». «Debemos inspirarnos y seguir su ejemplo, yendo al encuentro de los demás, con un espíritu de respeto y apertura, para compartir con ellos el don recibido», añadió.
Eucaristía cambia el corazón
La Eucaristía «cambia los corazones» y «nos permite ser premurosos, proteger a quien es pobre y vulnerable y ser sensibles al grito de nuestros hermanos y nuestras hermanas necesitados», afirmó el Papa en su mensaje televisado, al tiempo que reiteró que Jesucristo «está siempre vivo y presente en su Iglesia, sobre todo en la eucaristía, el sacramento de su cuerpo y de su sangre».
Para el Santo Padre, «la presencia de Cristo en medio de nosotros no es solo un consuelo, sino también una promesa y una invitación». «Es una promesa de que un día la alegría y la paz eternas nos pertenecerán en la plenitud de su reino», pero también es una invitación «a salir, como misioneros, para llevar el mensaje de ternura del Padre, de su perdón y de su misericordia a todo hombre, mujer y niño», explicó.
«Estamos llamados a llevar el bálsamo de la misericordia de Dios a toda la familia humana, vendar las heridas, llevar la esperanza donde la desesperación tan habitual parece haber vencido», subrayó el Pontífice. «El testimonio de la vida transformada por el amor de Dios –indicó– es para nosotros la mejor forma de proclamar la promesa del reino de la reconciliación, la justicia y la unidad para la familia humana».
En esta línea, el Papa recordó su visita a Filipinas hace poco más de un año y destacó que allí pudo constatar «la profunda fe y la capacidad que tenía la población para recomponerse» de los desastres que causó el tifón Yolanda, que afectó a millones de personas. «Pienso en las consecuencias del tifón. Ha causado una inmensa devastación en Filipinas, pero también ha suscitado una gran muestra de solidaridad, generosidad y bondad. Las personas han seguido adelante para reconstruir no solo sus casas sino también sus vidas», aseguró.
Francisco viajó en enero de 2015 al país con mayor número de católicos de Asia. Allí, presidió actos multitudinarios como la misa que ofició en el centro de Manila, a la que asistieron unos seis millones de fieles.