(El Norte de Castilla) La entidad bancaria aceptó este edificio –y el convento de San José, de Medina de Rioseco– como moneda de cambio por la dación en pago, la condonación del préstamo que las hermanas arrastraban desde hace diez años. «Ahora, por no tener, no tenemos ni deuda. Es liberador, no debemos nada, pero también un problema porque tampoco tenemos nada. Necesitamos un lugar a donde ir», explica la madre Olga María del Redentor. Y no hay mucho margen.
El banco apremiará dentro de poco para que las monjas abandonen el que durante el último decenio ha sido su hogar. De momento, les ha concedido un pequeño margen de tiempo para permanecer en Filipinos sin pagar renta. Después, tienen la posibilidad de quedarse si abonan un alquiler. «Pero la cantidad que piden es tan desorbitada que está claro que quieren que nos vayamos», aseguran.
Así que, la congregación busca nuevo emplazamiento. «Tenemos el cielo y la tierra, pero nada más», dice la madre Olga desde el otro lado de la reja del locutorio bajo, en una de tantas sillas de madera con asiento de cuero. Las carmelitas han lanzado un SOS para quedarse en Valladolid.
Disponen de ofertas para marcharse a Córdoba o Valencia, pero quieren permanecer en la diócesis, continuar en la ciudad del Sagrado Corazón, para la que trabajan desde el año 1608. Y necesitan un lugar para ello. Con urgencia. El 19 de marzo les gustaría tener resuelto su destino. Así que piden ayuda. La contribución de una persona, una entidad, una administración que les ceda de forma gratuita un lugar para hospedarse, vivir y trabajar.