(Religión Confidencial) El arzobispo emérito de Madrid se refirió, en su minucioso análisis, a que «una corriente social y cultural de pensamiento y de acción política ha logrado, primero, el reconocimiento legal de las llamadas parejas de hecho en formas jurídico-administrativas diversas, desde la década de los años noventa en varios países europeos y con distintas magnitudes y, luego, inmediatamente, la legalización del llamado matrimonio homosexual».
En la intervención inicial, el cardenal Rouco Varela afirmó que «la crisis en que se encuentran el matrimonio y la familia en la forma institucional y existencial en que la hemos conocido y vivido en Europa y parte de una tradición jurídica, cultural y religiosa más que milenaria, parece y es innegable».
Para quien fuera arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española en cuatro mandatos, «los efectos desestabilizadores de la actual legislación de la inmensa mayoría de los países europeos respecto a la ruptura matrimonial, se han extendido a la misma concepción del núcleo esencial de lo que es y en lo que consiste el matrimonio como unión del varón y de la mujer, abierto a la procreación y a la educación de los hijos y a la formación de la familia como la primera comunidad de vida social o célula primera de la sociedad».
El debate se caracterizó por la altura argumental y la profundidad expositiva, una vez que el cardenal Rouco Varela hiciera una brillante presentación del tema.
Destacados miembros de la Academia le formularon una serie de preguntas, entre otras las siguientes: estadísticas actuales sobre la situación del matrimonio y de la familia, cuáles son los pasos político-jurídicos, con su trasfondo cultural de las relaciones de la Iglesia y el Estado que aclaran en una buena medida su génesis, qué significa y puede significar para el presente y el próximo futuro, la doctrina del Concilio Vaticano II, cincuenta años después de su solemne clausura el 8 de diciembre de 1965.
El cardenal Rouco concluyó con estas palabras: «La actualidad de la doctrina del Concilio Vaticano II en orden al inaplazable imperativo de una renovación no sólo religiosa, sino también social, política y cultural del matrimonio y de la familia en su honda realidad personal y en su expresión institucional, parece fuera de toda duda razonable, no sólo para la opinión pública de la Iglesia en esta coyuntura de estudio sinodal en las Asambleas extraordinaria de 2014 y en la ordinaria de 2015, sino también para la opinión pública en general».